De Final del Libro
Para Carmen Vázquez Arce
El Libro de los lotos
leva el ancla,
áncora de fuego y de cristal profundo,
hacia El jardín en luto,
se abre
la v
i
o
l
e
t
a que cae
por el horizonte
y está todo en colores de carbunclos;
pero surge de pronto
del libro la pregunta
por los hombres
y está todo entre guerras y conjuros;
no temo si me vuelves mariposa
o músculo tensado de Dioscuros;
el Libro sin final alza su copa
o su botella verde
pletórica de humo;
rosa en su velamen roja rosa
de la luna pintada en el techo oscuro;
retornan los pareados a convocarte
y esgrime la cadencia gladio del Arte;
guardas de oro de alas grabadas
custodian el velamen del argonauta;
el barco en la cubierta
seduce con el grumete
que toca la ocarina de fuego imberbe
y en la sobrecubierta danzan las ninfas
envueltas en los brazos de la neblina;
cuelga el t
e
j
u
e
l
o en los incunables,
gema dorada sobre los lomos en los estantes;
cofa en la nave, gracia de seda,
ángulo verde sobre la historia de Cariclea;
ceja de bronce, cajo dorado, hoja rosada de cortesía,
ceja aromada, grajo de noche sobre la borda en la travesía;
señaladores con el encanto del unicornio o de la amatista
marcan la pauta de los esquifes y de los (r)astros por donde pisas;
blanco Pegaso tiene en su lomo florón de bronce o de lis dorado,
nervio de fuego, grupa morada, coz de zafiro y alado paso;
abre Castalia su maravilla de aguas homéricas, nerudianas,
bebe el Centauro la linfa oscura del Hipocrene o de tu mirada;
verso en la solapa,
paje en el regazo,
mar en la portada,
capital barroca,
capitel de sueños,
corondel de arcada,
mítico papel,
y hay en tu talante
coronel que arde
sobre mi bajel.
Para Luis Rafael Sánchez
De tu fondo telúrico y arbóreo
esdrújulo y sonoro
resurge el pie marmóreo
de la estatua desnuda
o del pensil corpóreo,
del verso siempre en página perdida
o en la profunda mina
de escondido petróleo;
la azul rosa que roza el mar profundo
y solamente es flama en viejos óleos,
castillos de tu alma
donde aroma en fatídicos herbóreos;
se eleva en melodías verdes
que cunde de pasión el ofertorio;
desde el profundo abismo de su centro
hacia el profundo abismo de tu adentro
desata el pergamino sus velorios
de muertes sediciosas
que causan un placer tan doloroso;
se van acumulando tus palabras
en palacio ominoso
donde vagan fantasmas amarillos
y verdes y azulosos
como los que en mi alcoba rondan
cuando cae mi luz sobre tu rostro;
en la encuadernación sombría
hay faunos y cariátides y lotos
que flotan en la luna sobre el lago
con fuego sigiloso
y marcan el compás de la cadencia
y el rapto del poema
que pasa en tu desnudo prodigioso.
Miguel para tu pecho arrepentido,
levantada su espada en el poema
de este Final del Libro,
tiembla su balanza
y tiemblan en el templo las obleas;
y no tendrá piedad de tus embrujos,
de tu espa(l)da de fuego o de tus gemas
que miran en la noche en tus dominios
con el rojo sensual de las panteras;
y no tendrá piedad de tu lenguaje,
de tu lengua de llamas
que en el cielo sin luz relampaguea;
estás bajo su pie como una rosa
¡oh sándalo maligno,
que eleva su perfume y lagrimea
esas gotas de ópalo indecisas
que caen desde Onán hacia la tierra;
su túnica de púrpura diamante,
su peto de zafiro, su sandalia febea,
convocan la mirada en los museos
y debajo tu cuerpo
de escultura viole(n)ta;
Rafael Te ha pintado,
como Luca Giordano,
bajo el astro en que irradia la Belleza
y la perversa sombra
de la serpiente asoma
como una invitación entre tus piernas
A José Luis y Marvia
Forrado con diamante o con papel de estraza,
cargado con la sangre de la guerra
o la pueril batalla,
vendido en elegantes tomos
o preparado en casa
con papel de diarios y cartones
y viejas maquinillas oxidadas,
¡oh el árbol que renace al artificio
con hojas recicladas;
¿por qué debo dejarlo en librerías
en la consignación
que nunca pagan,
por qué debo pagar a los sicarios
para que tengan todas las ganancias,
si me exigen que pague
trescientos ejemplares,
dejando la edición asegurada;
igual cuando ha salido
a ver la luz que el tiempo le depara
me exigen en certámenes sin fondos
que someta a sus fuegos
sus azules alas
enviándoles tomo sobre tomo
lo poco que me queda
de la breve tirada,
y me exigen que llene documentos
y gestionan jurados de la nada,
y se premian sus propios espejismos
en sus altas murallas;
pero yo Te rescato de la isla negra
y hasta del callejón y de la iguana,
de Ariel y Calibán,
del mítico huracán y de la plaza
y Te envuelvo en la luz del tiempo nuevo
y Te llevo a mi Isla de Carrara
donde vago en Centauro sagitario
detrás de los perfumes de tu espa(l)da.
Entre los candelabros brillo,
seduzco,
con mi veste de pulcro monaguillo;
canto como un seise,
me desbordo en el mar en mi zafiro
debajo de las telas en la playa
que es puro Poseidón en desafío;
y, sin embargo, nadie me conoce,
nadie sabe que existo,
que puedo ser grumete
temeroso
o capitán invicto,
que entre mí volverán a la batalla
Melibea y Calisto,
o bien Aquiles y Pentesilea
o Lorca contra Franco en sus equinos;
la desolada tierra en el Oriente,
el Covid con sus alas de presidio,
la lira fantasmal que nos envuelve
sea moneda o estrofa
o instrumento divino;
oculto en el semblante de alabastro
o culto el desafío,
¡oh culto seductor de los ensalmos
que quiere convocar el cataclismo
para que vuelva al fin Miguel Arcángel
salvando a Satanás de su suplicio;
vuelvo a repetir la marejada,
el naufragio del plinto
hundiéndose el idioma entre las alas
de todos los secretos del rezo o del hechizo
y en el ara se abre
oscuro y luminoso
el poema que (en)cierra este dominio.