40 Años de los Panamericanos y el deporte como espacio de lucha

Por Elga Castro Ramos / Especial para En Rojo

A Papi, por supuesto

La dedicatoria de este escrito es prestada sin permiso de una que Gabriel García Márquez le dedicó a su esposa Mercedes en su novela El Amor en los Tiempos del Cólera. Y por muchas razones es apropiada, no solo porque era una de las novelas favoritas de mi Papá, sino que es una que tenía firmada y dedicada por García Márquez, “Para Elliott, Por Puerto Rico”, decía en la primera página entre las portadas azules de la Editorial Sudamericana. La razón principal, sin embargo, no tiene que ver con el gran Gabo, sino con la relación de Papi con los Juegos Panamericanos de San Juan en el 1979 y con CLARIDAD, ese triángulo de grandes vínculos es el que quiero honrar y por el cual, por supuesto, le dedico a mi Padre, a casi dos años de su partida, este suplemento en el cual celebramos, no solo los 40 años de la celebración de los Juegos, sino nuestra soberanía deportiva y la simbiosis de la reafirmación nacional desde las trincheras del deporte. 

Mucho se ha escrito en estos días sobre los Juegos Panamericanos celebrados en San Juan en julio del 1979 al cumplirse los 40 años de ese evento. En CLARIDAD, queremos recordarlos por su importancia deportiva pero también política. Estos Juegos fueron los primeros Panamericanos que se celebraron en el Caribe, pero no los últimos, ya que luego se celebraron en La Habana, Cuba, en el 1991 y en Santo Domingo, República Dominicana, en el 2003. A diferencia de los Juegos Centroamericanos y del Caribe, estos requieren de mayor infraestructura y recursos por la cantidad de países y atletas que participan. En ese entonces, Puerto Rico tuvo que añadir una gran cantidad de facilidades para poder acoger a los atletas y los distintos deportes. Los escritos de las arquitectas Vilma Ramos Acosta y María Thillet, quien trabajó en la organización de los mismos, expresan lo que implicó esto en términos de facilidades y la involucración del estado y la empresa privada. Como siempre con estos mega eventos, el tema del legado es importante y algunas de las facilidades aún podemos disfrutar de ellas, mientras que otras, como la Villa Panamericana, no. 

El compañero Javier Gorbea nos ofrece su experiencia de los Juegos sin haberlos experimentado directamente; Javier, quien nació cuatro años después de su celebración, narra los Juegos a través de lo que ha escuchado en anécdotas. 

El deportista Víctor López nos comparte sus vivencias en la creación APAD, el movimiento para defender la soberanía deportivo y el uso exclusivo de los símbolos nacionales en los Juegos creado específicamente para los Panamericanos de San Juan por las amenazas desde Fortaleza. Es un privilegio tener este recuento en primera persona de la creación de este grupo que fue vital para las protestas masivas que luego surgieron. 

Los Panamericanos del 79 fueron un hito por muchos motivos, como señalara previamente, fueron los primeros en celebrarse en el Caribe, pero para nosotros significan el evento multideportivo más grande celebrado en nuestra Isla. Cierto que hemos celebrado tres Juegos Centroamericanos (1966 en San Juan, 1993 en Ponce y 2010 en Mayagüez) y dos Mundiales, de baloncesto en el 1974 y de gimnasia en 1996, pero ninguno de estos eventos tienen la magnitud de unos Panamericanos. Si a esto le sumamos el clima político que había en la Isla, se entiende por qué fueron unos Juegos inolvidables. 

Aunque yo sí había nacido cuando se inauguraron los Juegos, estaba por cumplir tres años, mentiría si dijera que los recuerdo. Lo que no olvido es los cuentos del “abucheo panamericano”, ese sonoro abucheo al entonces gobernador de Puerto Rico Carlos Romero Barceló, que quedó grabado, no solo en los videos y audios de la ceremonia inaugural y de quienes asistieron, sino de la memoria colectiva puertorriqueña. Romero se había enfrascado en una batalla campal con el entonces presidente del Comité Olímpico de Puerto Rico, Don Germán Rieckehoff Sampayo, por el uso de los símbolos nacionales. Aunque la historia de nuestra soberanía deportiva no es parte de este escrito, sí es importante y relevante para entender esta pelea, el abucheo a Romero y lo que ha sucedido en estos 40 años. Quienes tuvieron la dicha de conocer a mi Padre sabrán que era de los temas que más le apasionaban, y escuchar la breve ( o detallada) historia de nuestra soberanía deportiva de su boca era un deleite. Acá, la versión resumida es que, Puerto Rico, aún siendo una colonia, por una combinación de factores, entre la tenacidad de algunas personas, incluyendo a Don Germán, y factores fortuitos, ha tenido soberanía deportiva durante décadas. Es decir, que en el ámbito deportivo internacional, participamos como una nación soberana con los mismos derechos y responsabilidades que las demás. Así, ya sea en Centroamericanos, Panamericanos, Juegos Olímpicos, o Mundiales, desfilamos con la monoestrellada y si ganamos una medalla de oro, suena por los altavoces La Borinqueña. Punto. Romero pretendía que se usaran también los símbolos de Estados Unidos, su bandera e himno, como en muchos eventos oficiales, donde nuestra esencia colonial sale a flote. Pero en el deporte no, ni fuera de casa ni mucho menos en casa. Y así, tras semanas de disputas, llegó el sonoro abucheo. Aunque hubo una gran movilización de grupos independentistas y de defensores de la soberanía deportivas para protestar las acciones del gobierno, el abucheo y el rechazo fue masivo y espontáneo del público en general más allá de estos grupos organizados. El contexto es importante, hay que recordar que esto ocurrió apenas un año después de los asesinatos de dos jóvenes independentistas en el Cerro Maravilla por el cual se vinculó al gobierno de Romero y en general el ambiente político de la Isla estaba tenso. 

En términos deportivos los Juegos dejaron múltiples hazañas, como las de Chayanne Vasallo en la piscina y grandes actuaciones de estadounidenses y cubanos, los grandes victoriosos de los Juegos, como la presencia del boxeador Teófilo Stevenson y del corredor y saltador Carl Lewis. Pero de los momentos deportivos más memorables fue el partido por la medalla de oro entre Puerto Rico y Estados Unidos en baloncesto. Este encuentro significó la cúspide de un gran torneo para los baloncelistas en un deporte que es de los favoritos en la Isla, pero también el enfrentamiento entre Puerto Rico y Estados Unidos representa la cúspide de la soberanía deportiva, la colonia enfrentando al verdugo. Y es por eso en parte que los Panamericanos tienen un significado diferente que los Centroamericanos, pues al contar con la presencia de Estados Unidos pone en relieve y solidifica la soberanía deportiva. Ese juego que eventualmente perdimos, está preciosamente plasmado y narrado en el documental Nuyorican Basket, en el cual presentan la influencia en el juego de los jugadores formados en Nueva York, que revolucionaron el baloncesto nacional con su estilo y a su vez, la importancia de este juego en el contexto político del momento. No solo el equipo era un microcosmo de lo que es la nación puertorriqueña, mitad de la Isla y mitad de la diáspora, sino que a su vez enfrentaba a Estados Unidos. Y era encabezada por el abanderado de nuestra delegación, uno de los “nuyorican”, Charlie Bermúdez. El momento en el cual entran a un Coliseo Roberto Clemente a punto de estallar arropados bajo una gigantesca bandera puertorriqueña es impresionante. 

La tensión política no se limitaba con el gobernador Romero Barceló en la Isla, sino que a nivel internacional, pues era el año previo a los Juegos Olímpicos en Moscú y el Presidente Jimmy Carter llamó a un boicot e invitó a otros países a no ir a la Unión Soviética. Aquí hubo otro enfrentamiento entre Don German y Romero, en el cual el gobernador favorecía alinearse al boicot, mientras que el Presidente del Comité Olímpico de Puerto Rico, llamaba a defender la soberanía participando. Al final Puerto Rico participó con una delegación de tres boxeadores y así desafió el boicot y afirmó su soberanía. Desafortunadamente los baloncelistas, quienes se habían ganado su participación en un pre olímpico, no pudieron asistir. Con orgullo recordamos que el redactor deportivo de Claridad fue de los pocos periodistas boricuas que asistieron, así Elliott Castro Tirado también desafió el boicot. Las anécdotas de ese viaje en la capital soviética y su primera experiencia olímpica, también eran épicas. 

Así, los Panamericanos significaron otra plataforma para mostrar el descontento con la injerencia del gobierno en asuntos deportivos y un escalón más en nuestra larga historia de usar el deporte para decir cosas que a veces se nos hace difícil decir de otras maneras. El deporte muchas veces nos engrandece en el mapamundi global, es lo que permite que el puntito en los mapas al lado derecho de República Dominicana pueda crecer y crecer, al punto de agrandarse como sucediera en el 2004 en Atenas cuando le ganamos a Estados Unidos en baloncesto, lo que no pudimos hacer en San Juan en el 1979 lo logramos en unos Juegos Olímpicos y que doce años más tarde en Rio de Janeiro, sonara por primera vez La Borinqueña en unos Juegos Olímpicos. En San Juan se abucheó el intento de aplastar lo que se había logrado con tantos años de esfuerzo, 40 años después no solo miramos con nostalgia la celebración de la mayor fiesta deportiva de nuestro continente, sino que agradecemos los que no callaron para defender ese espacio en el que, como decía Papi, “somos uno más en la comunidad internacional”, ese derecho de que al menos en el deporte sentirnos iguales, lo seguiremos defendiendo con gritos, abucheos y apoyando a nuestros y nuestras atletas que nos representan dignamente internacionalmente. 

Los Panamericanos significaron otra plataforma para mostrar el descontento con la injerencia del gobierno en asuntos deportivos y un escalón más en nuestra larga historia de usar el deporte para decir cosas que a veces se nos hace difícil decir de otras maneras.

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