75 Años Rumbo a la Libertad

 

En la música se llama “Leitmotiv” a la melodía que se va repitiendo, reiterando y desarrollando de distintas formas a lo largo de toda la composición.

En el año 2021, cuando se cumplen 75 años desde la fundación del Partido Independentista Puertorriqueño y cincuenta desde la Gesta de Culebra, es ocasión propicia para reiterar, de similar manera, las ideas esenciales que orientan la naturaleza y la acción política de nuestro partido. Ha escrito el Premio Nobel de Literatura Andrés Gide: “Todas las cosas ya se dijeron, pero como nadie escuchaba (salvo los independentistas), hay que repetirlas”.

En síntesis, el ELA -la colonia- ha perdido su utilidad y viabilidad; la estadidad no puede convertirse en realidad; la independencia, tantas veces reprimida y excluida, se evidencia y se confirma como siempre ha sido, la solución natural al problema del colonialismo.

Los seres humanos hacen su propia historia pero condicionados por poderosas fuerzas, en ocasiones apenas perceptibles, de la misma manera que las corrientes, las mareas y los vientos determinan la ruta y el tiempo que tardará un velero en llegar a puerto seguro.

Así sucede con el Partido Independentista Puertorriqueño, una institución política que se fundó para llevar nuestra patria al puerto seguro de su independencia a través de lo que don Gilberto llamó “el camino menos doloroso”: la lucha civil y electoral por nuestra libertad.

En esa lucha por la libertad hay que entender plenamente lo que está y lo que no está bajo nuestro control.

Las corrientes, los vientos y las mareas, los grandes acontecimientos históricos, mundiales y continentales, tienen vida propia y afectan nuestro destino, independientemente de nuestra voluntad. Ya nos advirtió de Diego, que Puerto Rico también es “parte de la bola del mundo”.

Durante el siglo XX nuestro país estuvo a la merced de una poderosa corriente que nos arrastró ineludiblemente: el interés geopolítico militar y económico de la potencia más poderosa del siglo. Desde la invasión norteamericana del 1898, la voluntad de los puertorriqueños ha sido factor de menor importancia en la ecuación imperial. Como lo diagnosticó certeramente don Pedro Albizu Campos, el interés primordial de EU ha sido la jaula, no los pájaros.

Al presente, como demostró Vieques, luego de la Guerra Fría y en tiempos de sistemas y armamentos hasta ayer impensados, la utilidad estratégica militar de Puerto Rico para los EU es cosa del pasado. Los días del colonialismo, antidemocrático por definición y repudiado por la mayoría de los puertorriqueños, están contados; la quiebra colonial, el exilio de más de la mitad de nuestra población, el caso Sánchez Valle y la Ley Promesa son las manifestaciones más burdas del colonialismo que ya perdió su viabilidad y utilidad aunque en EU no exista todavía voluntad suficiente para desahuciarlo. Y, como si no bastara, la colonia es la puerta abierta a la anexión como estado federado que EU tiene que cerrar por ser contraria a su naturaleza de federación unitaria, no multinacional, ya que independientemente de la existencia de minorías étnicas, ninguno de los estados constituye una formación nacional.

La estadidad –colonialismo con otra máscara para una nación latinoamericana y caribeña como Puerto Rico– es un fantasma y un mito. No solo por ser contraria a la naturaleza de la federación estadounidense, sino por ser contraria a los intereses nacionales de los EU debido a razones políticas, económicas, sociales y otras. Son las razones que subyacen la actitud renuente y las declaraciones negativas del liderato del Congreso, tanto demócrata como republicano, luego del plebiscito del 2020.

El “mudo” empezó a hablar. Se confirma así lo que el PIP viene señalando hace décadas y don Pedro hace ya casi un siglo, que para Puerto Rico la estadidad es “un absurdo…pues tal pretensión equivale a solicitar del pueblo de EU que derrumbe su unidad nacional”.

Por eso reitero: Ayer Lares, hoy Vieques, mañana Puerto Rico.

II

Lo que sí ha estado y está bajo nuestro control es construir y mantener, contra vientos y tempestades, el velero que nos llevará a la Tierra Prometida.

Al igual que sin pueblo, sin partido no hay independencia. Y es la fundación del Partido Independentista Puertorriqueño –un partido de liberación nacional, por definición una fortaleza sitiada, cimentado luego de tres cuartos de siglo en la coherencia ideológica y la unidad y cohesión organizativa y de dirigencia– lo que hoy en el 2021 conmemoramos.

El PIP se fundó el 20 de octubre del 1946. En aquel tiempo los EE.UU., como consecuencia del inicio de la Guerra Fría, reafirmaban su voluntad de dominio sobre Puerto Rico. Era época de persecuciones y chantajes imperiales, de claudicaciones y colaboración nativa y también de valor y sacrificio patriótico.

Los 48 años desde la invasión norteamericana del 1898, la presencia de don José de Diego a principios de siglo, y luego la de don Pedro Albizu Campos y los nacionalistas y las luchas sociales de los años 30 y 40 estaban tan vivos en la memoria de los fundadores de nuestro partido, como en la de mi generación han estado presentes los años de la época luego de la Segunda Guerra Mundial y las décadas posteriores. En el Partido Independentista Puertorriqueño se conjuga más de un siglo de lucha por la independencia, la justicia social y los derechos humanos.

Encabezados por don Gilberto Concepción de Gracia –amable y generoso, inquebrantable y prudente, sacrificado y perseverante– los fundadores del Partido Independentista Puertorriqueño fueron hombres y mujeres con sentido histórico y profético que les impedía someterse al chantaje imperial para que renunciaran a la lucha por la independencia y acataran la subordinación colonial como hicieron tantos otros. Para ellos la política era, en palabras de don Gilberto, “la más noble de las profesiones, el más alto sacerdocio”.

Tan firme era la fidelidad de nuestros fundadores a los principios patrióticos que en el 1950, a raíz de la Revolución Nacionalista, dejando a un lado toda consideración de cálculo electoral y ante un clima de histeria y persecución, reunieron en Aguadilla a la Junta de Directores del Partido Independentista Puertorriqueño (compuesta por todos los presidentes de los comités municipales) y aprobaron una histórica Resolución que los honra.

Luego de responsabilizar al gobierno de Puerto Rico y al de Estados Unidos por la persecución y por el “fraude y ultraje” a la dignidad de Puerto Rico de la llamada Constitución determinaron: “Consignar el sentimiento del más profundo respeto del Partido Independentista Puertorriqueño hacia los compatriotas que han ofrendado y están ofrendando sus vidas por la causa de la independencia de Puerto Rico”.

A la luz de lo anterior no debe extrañar que para los que han regenteado el poder colonial durante los pasados 75 años, la figura de don Gilberto queda prácticamente invisibilizada. Ya lo dijo Sarmiento: “El olvido de las grandes figuras tiene como su principal razón absolver y agrandar a las pequeñas”.

Nuestros fundadores cumplieron con su deber aunque tuvieran que esperar tres cuartos de siglo hasta que las condiciones se tornaran favorables al logro de la independencia. Les aplica lo que el padre de Eugenio María de Hostos le dijo al prócer: “Hijo, te levantaste muy temprano”. Sabían, como el patriota mayagüezano, que “Cuanto más llego a donde debo, más temprano llego”. Resistieron la tentación del poder, la persecución inmisericorde, el deslumbramiento ante el cambio socioeconómico y, quizás lo más difícil de superar, la frustración.

Por eso, en la lucha por la independencia lo imprescindible es la perseverancia, la tenacidad, la dedicación constante y generosa de una vida, muchas veces a la sombra; no es el efectismo momentáneo, el relámpago fugaz y pasajero; es no frustrarse, ni cansarse, ni desesperarse.

En Vieques, 30 años después de Culebra, cuando por las noches veía el cielo estrellado pensaba, como pienso, que las estrellas más lejanas, las que ni siquiera se ven, son soles esplendorosos. ¡Quien se dedica a luchar por la independencia sin aspirar al reconocimiento y al protagonismo, es también sol radiante en el firmamento de la Patria!

Sabían también nuestros fundadores que los tiempos y las circunstancias, las mayorías y minorías, cambian. Sucede en la vida de los pueblos, al igual que en la experiencia individual, que acontecimientos en apariencia aislados, esperanzas que se ven inalcanzables o energías dormidas, van madurando hasta que despiertan, coinciden y cristalizan. Nadie expresó con mayor hermosura el resplandor que genera esa coincidencia extraordinaria de factores que Juan Ramón Jiménez, el poeta de Platero en su “Fiesta”: «Las cosas están echadas / mas de pronto se levantan / y en procesión alumbrada / se entran cantando en mi alma”.

Respecto a nuestra independencia también “las cosas” empiezan a levantarse. Así lo demuestra el histórico resultado de las elecciones del 2020.

III

La independencia es necesaria para unirnos al mundo y lograr un verdadero desarrollo económico con los poderes y flexibilidad de la soberanía.

Así lo comprueban países más pequeños y con menos recursos que Puerto Rico –desde las Bahamas y Barbados hasta Singapur y Malta, entre otros– quienes luego de su independencia han alcanzado ingresos per cápita superiores a los nuestros. Un país no se puede desarrollar plenamente con una mano amarrada a la espalda.

Ese desarrollo no lo puede proveer la impotencia y subordinación de la colonia como lo confirma la realidad del país. Tampoco la estadidad, que constreñida por la camisa de fuerza de la uniformidad fiscal y el federalismo estadounidense, nos destinaría a mayor dependencia, convirtiéndonos en un gueto tropical.

Ante esas realidades, es más necesaria que nunca nuestra estrategia para la plena descolonización y desarrollo económico de Puerto Rico: lograr que tanto Puerto Rico como los EE.UU. se enfrenten a la que don Pedro llamó “la suprema definición, Yanquis o Puertorriqueños”.

Ese es el camino que solo puede transitarse mediante un proceso político que enfrente a los EE.UU. con el problema de estatus de tal forma que los costos de no enfrentarlo sean tan grandes que no les quede más remedio que resolverlo. Como en Vieques, hay que presionar a los EE.UU. desde Puerto Rico, desde la diáspora e internacionalmente por todos los medios disponibles.

En Puerto Rico hay que constituir un gobierno que se atreva causarle al gobierno estadounidense una crisis política. Eso no lo han hecho ni lo harán el PPD ni el PNP, cuyo liderato, en su gula presupuestaria, son capaces, en palabras de Matienzo Cintrón, de “convertir una idea en lechón asado y una bandera, por sagrada que fuese, en servilleta”.

Para constituir ese gobierno que Puerto Rico necesita es preciso obtener el respaldo electoral de los que ansían la descolonización, independientemente de sus preferencias de estatus, al igual que de los que aspiran a un gobierno honrado y eficiente. De ahí que el PIP haya postulado durante décadas una Asamblea de Pueblo o Estatus. El programa de Patria Nueva para las elecciones del año 2020 es una versión actualizada de dichas ideas.

La Asamblea de Estatus –o un proceso análogo bajo ese u otro nombre– es, en su definición más sencilla, una institución compuesta por delegados electos por nuestro pueblo en representación de las diversas alternativas descolonizadoras aceptadas por el derecho internacional; en afirmación de nuestro derecho a la libre determinación y con la encomienda de resolver el estatus en negociación con el gobierno de los Estados Unidos y en consonancia con la voluntad descolonizadora de nuestro pueblo.

La Asamblea de Estatus se celebraría con posterioridad a las elecciones entre alternativas descolonizadoras continuando en funciones hasta lograr su objetivo. En la elección de los delegados, cada elector votará por los delegados que representen el estatus de su preferencia. Y, por supuesto, en dicha Asamblea, el PIP defenderá la independencia.

Cuando a través de esa Asamblea u otro mecanismo análogo se conozcan las condiciones y los procesos de transición de las alternativas disponibles –cuando el “mudo” tenga que hablar alto y claro– y los puertorriqueños tengan que decidir entre ser puertorriqueños o “americanos”, el interés mutuo y la independencia prevalecerán. Los EE.UU. –que como todo imperio, en palabras de don Pedro, “consultan su conveniencia”-– han perdido interés en “la jaula”, saben que la estadidad es contraria a sus intereses nacionales y que la independencia los libraría de los futuros crecientes costos económicos de la dependencia.

En cuanto a la decisión final de los puertorriqueños, ya lo anticipó hace décadas el senador demócrata Daniel Patrick Moynihan cuando planteó ante el pleno del Senado: “A fin de cuentas, los grandes asuntos planteados aquí son cívicos… ¿Quieren los puertorriqueños convertirse en americanos? Porque eso es lo que implica ineludiblemente la estadidad. Eso es lo que trae la estadidad. ¿O quieren preservar una identidad separada?”. Los puertorriqueños, ante todo, somos y queremos seguir siendo puertorriqueños. Repito con don Gilberto: “además eso es así”.

Como eso es así, y particularmente luego del extraordinario resultado de las pasadas elecciones, ya se perfila una cruda y despiadada campaña antiindependentista. Misión destinada al fracaso. La corriente de la historia está con nosotros; siempre tengo presente la frase mal atribuida a Cervantes: “Ladran, Sancho, señal que cabalgamos,” y la bien atribuida a de Diego: “De tanto recorrer los mares, tengo la frente acostumbrada a la tormenta”.

La garantía del triunfo de nuestra causa es la reciedumbre de la nacionalidad puertorriqueña, antillana y latinoamericana, esa flor que crece silvestre aún en la tierra infértil del dominio extranjero, pero que no puede florecer plenamente ni en los sótanos de la colonia ni en los museos folclóricos de la anexión.

IV

Al conmemorar nuestro 75 aniversario, aquí estamos rumbo a la Tierra Prometida; tocando el mismo cielo, llenos de esperanza, constantes, perseverantes. Nuestra obligación es honrar nuestro partido como legado invaluable de nuestros fundadores y fortalecerlo con tesón, lealtad y cariño, conscientes, como Martí, que: “Mientras todo no esté hecho nadie tiene derecho a descansar”.

Repetimos con don Gilberto: “¡A la lucha y a la Victoria!”.

El autor es Presidente Partido Independentista Puertorriqueño

 

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