A echar pa’lante solos

Por Manuel de J. González/Especial para CLARIDAD

Reunamos los siguientes datos para llegar a algunas conclusiones. 

Cuba tiene 1442 camas habilitadas en 11 hospitales para atender posibles casos de COVID-19, y otras 867 en centros de aislamientos. Se destinaron 175 ambulancias para el traslado de pacientes, con tripulación entrenada y equipada. Parejas de salubristas entrenados, utilizando motocicletas, están visitando cada barrio para orientar a la población. Con esta medida, además de ayudar a prevenir, reducen la ansiedad. Todo visitante del exterior es examinado y a los que llegan de países con altos índices se les hace la prueba.  Así descubrieron casos asintomáticos y los aislaron. Ahora están aumentando la producción de un medicamento antiviral probado con efectividad en China para usarla internamente y enviarla a otros países. 

España, mirándose en el espejo de Italia, decidió tomar medidas extremas para evitar que su sistema médico, de ordinario de gran calidad, colapsara. Ahora mismo está decretado el “estado de alarma”, según lo autoriza la constitución. Todos los hospitales tienen áreas especiales habilitadas y, aunque la situación se está tornando difícil en Madrid, aún está bajo control. Se prohibió el arribo de barcos de pasajeros a sus puertos y se limitó la trasportación aérea. La trasportación en trenes se redujo un 50 por ciento. 

Puerto Rico es miembro de la Organización Panamericana de Salud y hace semanas esta entidad hizo disponibles los reactivos y otros materiales para pruebas clínicas del virus. El Departamento de Salud, dirigido por Rafael Rodríguez Mercado, declinó aceptar la oferta optando por tomar las muestras y enviarlas a Atlanta. También era posible llegar a acuerdos con laboratorios privados de aquí, como eventualmente hizo el Municipio de San Juan, pero siguieron optando por Atlanta. El Departamento también decidió administrar pruebas únicamente a quienes presentaran síntomas luego de un viaje al exterior. Sólo cuando un médico de un paciente hospitalizado hizo una protesta pública por medio de un periodista estadounidense aceptaron hacer la prueba, corroborándose que la persona se había infectado en su casa, por lo que el virus hace semanas que está en su comunidad. 

Hasta el sábado 14 de marzo se seguían recibiendo cruceros, luego de que al menos tres personas que descendieron de ellos dieron positivo de COVID 19, La encargada de Turismo, Carla Campos, entró a uno de ellos acompañada de ayudantes. En cuanto a la revisión de pasajeros en el aeropuerto la gobernadora en funciones Wanda Vázquez dijo que era responsabilidad de los federales y de inmediato éstos dijeron lo contrario. Hasta la hora en que escribo nadie los revisa. 

Lo primero que destacan esos datos es la diferencia entre un estado organizado y otro fallido. Los gobiernos se crearon para atender las necesidades de la población. Es para eso que se imponen impuestos, se crean instituciones y se emite reglamentación coercitiva. Es en momentos de emergencia nacional cuando esa función se torna crítica, y también cuando salen a flote las fortalezas y deficiencias de la estructura gubernamental con que se cuenta. Ahora es que estamos viendo la diferencia entre gobiernos realmente organizados y el nuestro.

Sobre la naturaleza colonial del gobierno puertorriqueño y la limitación de poderes que esto implica no es necesario dar muchas explicaciones. La incapacidad para controlar nuestras relaciones con el exterior es una de las consecuencias del coloniaje. Pero a esa realidad básica e histórica se añade el desmantelamiento progresivo de la estructura gubernamental ocurrida en los últimos años, particularmente desde que el Congreso de Estados Unidos nos impuso la Junta de Control Fiscal. Ahora estamos viendo con mucho dramatismo lo que representa la austeridad cuando se aplica a sectores tan críticos como salud, educación y seguridad ciudadana. 

A esa realidad se añade otra, a la vista desde 2016, cuando una minoría de puertorriqueños colocó en el gobierno la manada que entonces dirigía Ricardo Rosselló. El nuevo grupo corrompió lo poco que quedaba de la estructura, repartiéndose lo que encontraron como los visigodos en Roma. Ese gobierno de buscones mediocres fue el que provocó casi cuatro mil muertes luego del huracán de 2017 y es esencialmente el mismo que todavía tenemos, aunque tal vez ahora esté todavía más desmantelado. Uno de sus miembros más destacados, Rodríguez Mercado, fue finalmente obligado a renunciar la pasada semana. Se va con casi cuatro mil muertes en la conciencia (si es que tiene) y con otros que tal vez vendrán. 

A lo anterior se añade la mentalidad del colonizado que lleva a sentirse incapaz ante cualquier reto y a sobrevalorar lo que llega de afuera, sobre todo si viene de la metrópolis colonizadora. Según esta mentalidad el CDC de Atlanta siempre será superior a la Organización Mundial de Salud, aunque eso implique que los enfermos se mueran y el virus se riegue. Además, en lugar de organizarse para responder al reto, el colonizado se queda esperando a que llegue la “ayuda” del mítico Washington. 

Esa mentalidad de dependencia ante lo que diga o llegue de Estados Unidos es ahora más peligrosa que nunca porque ese país está dirigido por el peor grupo que pudiera haber en circunstancias tan difíciles. En medio de esta crisis se está viendo lo que implica tener al mando una persona torpe, vengativa y temeraria como Donald Trump. Desde un principio menospreció la amenaza, vinculó la alarma a una estrategia de la oposición Demócrata y hasta intervino para que el CDC no anunciara medidas de control buscando no afectar los mercados. Ahora mismo son las administraciones estatales las que se han tenido que echar encima todo el trabajo porque el gobierno  federal sigue ausente. 

Luego del huracán María los puertorriqueños estuvimos dependiendo casi exclusivamente de nosotros mismos. Así, de forma familiar o comunitaria, atendimos nuestros problemas como pudimos al costo de casi cuatro mil vidas. Así estamos ante el COVID-19. Asumamos el reto. 

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