A luchar por la UPR, porque claudicar es su muerte.

 

A los/es estudiantes y profesores de la UPR

Nunca luché por una UPR accesible solo para mí, tampoco la lucha por la UPR se trata de un mero agravio por beneficios meramente estudiantiles. El minimizar la lucha estudiantil a una equivalencia con lo obrero-patronal es una reducción al absurdo.

Aquí nadie ha peleado una lucha estudiantil solo por el acceso a la educación pública, sino para que esta persista y se mantenga como un derecho social innegable para otras generaciones. Presumir que la universidad es un mero lugar de transacciones entre estudiantes y profesores, y que simplemente los profesores son quienes imparten el conocimiento, es faltarle a la verdad de lo que es en esencia la universidad. Quizás la mirada reducida de un profesor como especialista, como figura paternal y sabelotodo, donde el estudiante es solo pasivo y receptor, es, en efecto, la universidad necrótica que se ha ido imponiendo, en vez de la naturaleza de la pedagogía universitaria.

De hecho, los profesores de por sí no son los únicos que producen conocimiento, elaboran investigaciones, y ganan premios de reconocimiento dentro y fuera de la universidad. Los estudiantes subgraduados y graduados, con y sin la ayuda de profesores, también producen conocimiento, herramientas, y proyectos, simbólicos y prácticos, que ponen a la UPR en los mejores rankings de investigaciones y docencia. Si no fuese por este caso, muchos/es de nosotros/es no estuviésemos capacitados/es para formarnos como profesores.

Además, los/es estudiantes graduados/es de la UPR también son trabajadores, muchos/es hasta impartimos cursos e investigamos. Hasta llegamos a adquirir subvenciones de investigación y premios para ir a congresos, formarnos en talleres, y solicitar a escuelas graduadas e institutos de investigación. Que la UPR haya desvalorizado y eliminado estipendios, que no provea un seguro médico, mientras se les trate como inferiores o subordinados, es parte de la visión necroliberal que se está imponiendo como la “normalidad.” A tal punto, los/es estudiantes graduados/es son vulnerables, sometidos a firmas tras firmas, al robo de trabajos e ideas, y se les margina. Los/es graduados/es son tanto estudiantes como trabajadores, como también parte esencial del comodín a los profesores, así tienen tiempo para investigar y escribir en vez de impartir tutorías-clases y corregir exámenes (claro, muchos no tienen este “privilegio”, quizás por eso se desconoce).

Si bien que, el profesorado tiene la universidad cargada en los hombros, quienes ponen la universidad en pie y corriendo son los estudiantes. Por esta razón, hago una serie de preguntas, ¿qué universidad es sin los estudiantes, y qué profesor es sin los estudiantes subgraduados y graduados? ¿Realmente podemos hablar de una universidad sin un nutrido grupo preparado y un flujo constante de estudiantes universitarios? La posición y contraposición del profesorado y estudiante, las relaciones entre profesores y estudiantes son meras aparentes disyuntivas, una supuesta diferencia y rango que realmente queda implicada y afectada según la mirada filosófica sobre qué es la educación. Sin estudiantes no hay universidad, como tampoco no hay profesores. De lo contrario, solo habría entes libres sofistoides, predicadores de esquina, visionarios y sabelotodo, imponiendo ideas a diestra y siniestra a un público estéril que le odia o le admira.

Ni el viejo sabio de Atenas se hacía el sabelotodo y pretendía que los/es jóvenes no jugaban papel alguno. Si fuese este el caso, la República de Platón se acabaría en el Capítulo 1 con Céfalo. El tomar una posición de sabio por encima de la juventud descarta la posibilidad de la misma esencia política, de la evolución de la polis, y la continuidad evolutiva de la base política de la sociedad. La juventud no es sabia, pero cada sabio fue joven, y cada polis se atiene a sus posibilidades futuras.

La muerte de la UPR como sistema queda evidente, no hay posibilidad de correr una universidad, que alguna vez tuvo miles de millones, con solo quinientos millones. Si bien el cierre de los recintos no implica un triunfo alguno para la lucha estudiantil, o el salvaguardar el trabajo universitario, la ceguera e indiferencia no son soluciones políticas ante la situación de la UPR. La universidad, bajo el corte presupuestario impuesto por la Junta, está en peligro de existir, y hacer un llamado a seguir los “trabajos” universitarios con normalidad se basa en ingenuidades políticas. Por otra parte, la acción política universitaria no debe ampararse en el mero cierre de los recintos. Las estrategias huelguistas tienen que evolucionar, y esto conlleva aprender del pasado para enfrentarnos a la realidad presente. La lucha universitaria, donde participen todos los/es actores universitarios, tiene que pensarse hacia lo extramural, es decir llevar la lucha a los pueblos, calles, y junto a les puertorriqueños/es que sufren las mismas políticas antidemocráticas y deshumanizantes.

Adicionalmente, la gobernación y la legislatura ahora son agentes que legitiman la Junta de Control Fiscal y el pueblo ha quedado en el segundo plano. Queda claro que nuestros/es políticos no son unos/es actores que corresponden a la democracia del pueblo sino a los dictámenes de la Junta. Pensar que a estas alturas existe algo llamado «democracia» y correspondencia política por parte de la administración colonial, es ignorar que la Junta ya totaliza y controla los cuerpos electos con todo el peso de ley congresional. Por ejemplo, recientemente la legislatura y el gobernador no asignaron fondos a LUMA, y pasaron una ley para el Retiro Digno. Ante esto, la Junta se fue por encima de los/es legisladores y gobernador, y dio los 700 millones y derogó la ley de Retiro Digno. Es decir, la estrategia de ir hacia los/es legisladores no funcionará, estos andan de brazos caídos o de brazos amarrados, sea por sus intereses económicos o por incapacidad política de las minorías legislativas.

Ante este escenario decadente, el único poder que hay en Puerto Rico es el de la acción directa, la huelga general, y el cierre de la normalidad social, política y económica. La normalidad de la vida, el ir a trabajar, el que todo corra por sí solo, hará que siga el orden del saqueo, la vulnerabilización, y el dominio de la Junta de Control Fiscal y las élites parásitas. Si se quiere parar la destrucción de la UPR, pues, los/es estudiantes deben de ir de la mano de profesores y trabajadores no docentes, más los grupos sociales que son afectados social, política, y económicamente. La organización de la lucha debe ser entre los pueblos, y la UPR puede ser el punto central para organizar los agravios del pueblo. Como estudiantes y profesores tenemos una posición de privilegio basada en el tiempo, los recursos, y espacios que nos hacen esencialmente importantes para generar las condiciones políticas contra la necrocolonia PNPPD y de la Junta. Quien niegue esto no conoce la historia de los movimientos sociales, el rol de los estudiantes y profesores en la sociedad, y cómo se generan los cambios políticos (antes que nieguen, leamos y hablemos).

Por tanto, les digo, el tiempo que se pierde negando y rechazando las luchas sociales, es el tiempo que queda en manos de los/es saqueadores y los grupos políticos que viven de nuestra miseria y la muerte de la base social posible para otro Puerto Rico. Estamos a tiempo para luchar, unirnos, buscar frentes, posicionarnos con/junto la justicia, el amor, y el coraje transformador. En esta situación no hay Sócrates que se sacrifique por la polis que valga, hace falta más Antígonas, más Betances, muchos/es Young Lords, y menos sacrificios, a la razón de una ley liberal-racista, que se impone desde un imperio en decadencia.

Con ánimos de lucha y amor a la UPR,

Luis J. Beltrán-Álvarez

Un egresado subgraduado y graduado, y candidato a doctor en Ciencias Políticas.

 

Artículo anteriorRosario y el efecto boricua en la Serie Mundial
Artículo siguienteLa COP 26 y la defensa de la vida