A nuestros “fellow americans”

 

CLARIDAD

El liderato estadounidense nunca quiere mirar hacia Europa. Al menos ese es el discurso oficial desde que se independizaron hace más de dos siglos, aun cuando el viejo continente siempre fue la principal fuente de financiamiento y su mejor mercado. Ese distanciamiento – supuestamente para no envolverse en sus frecuentes conflictos – no les impidió participar en todas las guerras europeas del siglo XX, emergiendo de ellas como la principal potencia del mundo.

Los puertorriqueños quisiéramos que ahora, tanto los que manejan los hilos del poder en Washington como los que dicen ser nuestros amigos, le den una mirada al viejo continente. Reconozco que es muchos casos resulta difícil porque el etnocentrismo sigue campeando tras el nacionalismo chauvinista que regó Donald Trump. Esa experiencia los ha llevado a cerrarse más, alimentando la prepotencia y el aislamiento.

Si miraran hacia Europa lo que verían levantaría las cejas de algunos, mayormente liberales demócratas, que en el último año han estado hablando de la incorporación de Puerto Rico como estado. Lo plantean desde el tono de la reivindicación, como si nos hicieran un favor. Como sus contrincantes, los llamados republicanos, nos rechazan impulsados por el racismo más descarnado, algunos liberales creen que nos reivindican cuando aplauden la “estadidad”. A algunos de ellos lo que realmente los motiva es una burda utilización porque creen que, con nosotros, los Demócratas podían controlar el Senado. Otros lo plantean de buena fe.

Esos liberales “buenos” no se dan cuenta que los puertorriqueños somos distintos a ellos y reconocer ese hecho no es un acto de discrimen. Por más que nos llamen “fellow americans” y nos proclamen “iguales”, realmente no lo somos, no porque tengamos menos derechos que ellos o que padezcamos de alguna inferioridad, sino porque por cultura y etnicidad somos otro pueblo que posee y atesora su propia nacionalidad. Ese pueblo merece ser tratado como lo que es, una nación que tiene derecho a existir y determinarse, y no como un “bonche” de “fellow americans” a los miran con un dejo de pena.

Decía antes que ojalá miraran hacia Europa para que vean lo que ocurre en Escocia y Cataluña. En su relación con el Reino Unido y España, respectivamente, ambas tienen la misma condición de un estado de Estados Unidos. Los escoceses y catalanes tienen básicamente los mismos derechos que las demás regiones o comunidades. Participan con proporcionalidad en los procesos políticos, tienen representación en sus parlamentos, con los derechos y obligaciones que ello supone. En una palabra, disfrutan de la misma “igualdad” que los liberales demócratas de Estados Unidos quieren darle a Puerto Rico cuando postulan la estadidad.

En ambos lugares siempre ha existido, sin embargo, un histórico reclamo de separación buscando acceder a una vida independiente. Últimamente, a pesar de los cambios poblacionales producto de las migraciones internas, y a pesar de los siglos de “unión”, los movimientos separatistas han crecido de forma significativa. En ambos lugares los partidos políticos que postulan la independencia controlan los parlamentos regionales a pesar de la intensa demonización por parte del estado central y, en el caso catalán, de la abierta represión del estado español.

Ahora mismo en Escocia se reclama un nuevo referéndum de independencia, luego de que los partidos independentistas, con el Partido Nacional Escocés a la cabeza, ganaran abrumadoramente la última elección parlamentaria. Las encuestas indican que el 58% de la población general y el 72% de la población joven, entre 18 y 39 años, quiere la independencia.

Podría decirse que algunos factores del presente, como el Brexit en el caso escocés, alimentan ese deseo de desaparición, pero, aunque sin duda influyen, la razón para que persista radica en el dato histórico de que tanto Cataluña como Escocia son nacionalidades, con la presencia de todos los elementos que definen esa condición. Es esa realidad de pueblo diferenciado, con su propia historia y cultura, lo que hace que el reclamo de independencia se mantenga.

Puerto Rico es un ejemplo aún más dramático. Nos formamos como nacionalidad dentro del colonialismo español, con nuestra significativa herencia africana, dentro del particular entorno caribeño, igual que dominicanos y cubanos. Nuestra nacionalidad es tan fuerte que, en lugar de ser disminuida, creció durante los primeros 40 años de dominio estadounidense, cuando se desplegó una campaña dirigida a destruirla. Aquel esfuerzo directo, articulado durante al menos cuatro décadas, se estrelló contra nuestra realidad nacional.

Ya es hora, que los liberales demócratas estadounidenses que sinceramente dicen ser nuestros amigos, así como los oportunistas movidos por objetivos electorales, se den cuenta que si nuestra nacionalidad ha sobrevivido durante123 años de colonialismo, es por su fortaleza. Los de ustedes que de verdad quieran ayudarnos deben empezar por reconocer esa realidad nacional. En términos de derechos y reclamos somo iguales a ustedes, pero también somos distintos y cualquier apoyo debe comenzar reconociéndolo.

A las naciones se les reconoce el derecho a determinarse. Eso es lo que ahora mismo están exigiendo Escocia y Cataluña, y lo que también reclama Puerto Rico.

 

 

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