Acciones que despejan la mentira

CLARIDAD

Decir una mentira sin ser descubierto es algo bastante común. Pero es imposible que una mentira continua, o en cadena, no termine siendo descubierta. Ese es el problema que tiene ahora el gobierno de Puerto Rico. Ni siquiera el sistema de “manejo de información” que con tanto esmero diseñaron – que tiene a los ayudantes y a algunos jefes de agencia corriendo de radioemisora en radioemisora repitiendo el mismo libreto – ha sido capaz de mantener el encubrimiento por mucho tiempo.

Empecemos por la difícil noticia de los muertos que dejó el huracán. Hasta la segunda semana post tormenta el libreto decía que había que enfatizar en la poca cantidad de fatalidades. Ahí estaba una excelente medida de eficiencia. A pesar de lo devastador de evento, la “buena gestión preventiva” se traducía en una exigua cantidad de personas muertas. “Apenas 16”, repetían los portavoces de emisora en emisora.

Muchos, incluyendo CLARIDAD, decían que la cifra repetida por los portavoces era engañosa, que había muchas más muertes escondidas tras clasificaciones falsas o simplemente no reportadas. En el Instituto de Medicina Forense ya no cabían los cadáveres. El Gobierno, sin embargo, mantenía su libreto y las fatalidades estaban ancladas en el número 16.

Entonces llegó el energúmeno Donald Trump a exhibir sus groserías y a repartir humillaciones. Con lo primero que se topó fue con la cifra de muertos. “¡Dieciséis nada más!”, exclamó el troglodita, y añadió: “Esto no es una verdadera catástrofe como fue Katrina”.  Entre risas burlonas y exabruptos quiso “felicitar” al gobierno de Puerto Rico, advirtiéndoles que no podían quejarse por la falta de ayuda ya que no estaban ante una tragedia “real”.

La advertencia burlona del troglodita Trump dejó en evidencia que la manipulación de la cifra de muertos era una navaja de doble filo. No fue correcto esconderlos, más bien lo contrario. Había que, a la carrera, cambiar el libreto y casi de la noche a la mañana la cifra de personas fallecidas como resultado del huracán se triplicó. Todos sabemos que, desgraciadamente, el dato seguirá en aumento por varias razones. En primer lugar, porque fue un evento terrible, catastrófico. En segundo lugar, y eso es lo que pretendía esconder el libreto redactado en la Fortaleza, porque la respuesta ha sido torpe y lenta.

A un mes del huracán casi todo el País sigue sin electricidad y la mitad sin agua potable. Las áreas rurales, en particular los municipios del área central, permanecen aisladas y desabastecidas a pesar de su relativa proximidad. (¿Cuántas veces se ha repetido que nuestro país “es pequeño”? Pues ahora resulta que no sólo es inmenso, sino que muchos de sus sectores son inaccesibles hasta para el todopoderoso ejército de Estados Unidos.)

Esas carencias, traen una secuela de otros eventos que agravan el estado de la sanidad pública. Los sistemas de disposición de aguas usadas se han paralizado y éstas comienzan a filtrarse en los cuerpos de agua de los que la gente se ve forzada a suplirse. Los hospitales y servicios de salud están operando con enormes dificultades y, por tanto, no pueden atender bien los enfermos. La mala alimentación, por otro lado, reduce las defensas del cuerpo.

Todo lo anterior se ha agravado debido a la pobre gestión del Departamento de Salud cuyo Secretario, Rafael Rodríguez, cuando en el libreto se decía que había que esconder los muertos, se defendió de sus detractores diciendo que en nuestros hospitales “todo los días muere gente”. Su incompetencia ha aumentado una cifra que, a fin de cuentas, ahora le resulta conveniente al Gobierno.

LA AEE

De entre el aluvión de mentiras hay unas que irritan más que otras. El pueblo las identifica todo el tiempo y deja pasar la mayoría. Entre las que se quedan alimentando la ira son las relacionadas con la Autoridad de Energía Eléctrica, ahora dirigida por un embustero patológico llamado Ricardo Ramos. Al otro día del huracán este señor dijo urbi et orbi que ya mismo llegaría desde Estados Unidos un torrente de brigadas de técnicos diestros a ayudarnos a reparar el sistema eléctrico. Luego resultó que era falso, que ni siquiera había solicitado tal ayuda. Ahora sabemos que estábamos y estamos solos, que la AEE no estaba ni mínimamente preparada y que no tenía los materiales necesarios para reemplazar lo que el viento se llevó.

A pesar de la evidente incompetencia de este señor y de las mentiras  en que anda enredado, a casi un mes de la tormenta sigue a cargo de la entidad pública de la que depende todo Puerto Rico.

Finalmente, y volviendo a la “difícil topografía” que según un general del ejército de Estados Unidos, les impide llevar ayuda a los campos, debemos aplaudir a quienes han vencido esas limitaciones para llevar suministros. Entre muchos quiero destacar a René Pérez Joglar, mejor conocido como Residente, que pagando la ayuda de su bolsillo ha llegado hasta Utuado y otros municipios. También debe destacarse la labor que realiza el Centro para la Nueva Economía (CNE) que tuvo la iniciativa de crear un fondo para recibir donaciones con las que adquieren artículos de primera necesidad, que luego trasportan a las zonas más aisladas.

Esas acciones ayudan a paliar los problemas y a superar la mentira

***************************************************************************************************

¿Te gustó este artículo? ¡Dona a Claridad!

Claridad se sostiene con la generosidad de sus lectores

Para donar, oprima aquí

Artículo anteriorTOPOGRAFIA ¿La luz es como el agua? Apuntes de un edificio “afortunado”
Artículo siguienteSera otra cosa: Cantaleta del huracán