Alegría y esperanza colman las aulas en el regreso presencial a clases en Cuba

 

 

Corresponsal CLARIDAD

 La Habana, Cuba –“Profe, ¿usted no sabe que nosotros estamos tratando de ser disciplinados?”

Así, con total desparpajo y con una sonrisa pícara que se dibuja fácilmente detrás de la mascarilla, me dice, mientras le tomo una foto, una niña de sexto grado, que al fin ha vuelto a ver a sus “amiguitos” después de meses de confinamiento debido a la pandemia.

Como otras cientos en todo el país, la Escuela Primaria Nicolás Estévanez, del municipio Plaza de la Revolución de La Habana, ha sido una de las que esta semana dio la bienvenida a sus estudiantes, tras casi nueve meses de cierre de los centros educativos por la Covid-19.

En total, han sido 612.800 niños y adolescentes, de escuelas primarias y secundarias, que regresaron a las aulas en Cuba para retomar las clases de manera presencial. Todos ellos ya vacunados contra el Sars-Cov-2, requisito indispensable para volver a los salones de clase. Aquellos estudiantes que aún no han culminado el esquema de inmunización contra el virus, se irán reintegrando a los cursos una vez estén totalmente vacunados.

“En estas 16 semanas que van a trabajar los estudiantes de sexto grado, lo fundamental es sistematizar contenidos del grado, por supuesto, cumpliendo con todas las medidas higiénico-sanitarias, manteniendo el distanciamiento y el uso del nasobuco (mascarilla)”, explicó a CLARIDAD el director de la Escuela Primaria, Wilder Ladrón de Guevara Molina.

Siguiendo las instrucciones del Ministerio de Salud del país, todas las escuelas deben cumplir con las medidas de protección contra el Sars-Cov-2 como la colocación de pasos podálicos con solución de hipoclorito a la entrada del edificio, alcohol para las manos y el uso constante de las mascarillas.

Durante el primer día de clases presenciales los maestros aplican técnicas de motivación “para que los niños vayan adaptándose nuevamente a la escuela” y repartían las libretas entregadas gratuitamente por el Estado a todos los niños y adolescentes.

En Cuba, el reinicio de clases es siempre un momento de alegría en todo el país, este año lo ha sido aún más. Volver a las aulas va cargado de todo el simbolismo que supone haber superado –después de tanto esfuerzo– a una pandemia que ha golpeado particularmente fuerte a la isla. Nadie olvida que a inicios de este 2021 ya el Ministerio de Educación se había visto obligado a suspender las clases presenciales debido a un duro rebrote de la Covid-19 que apenas ha logrado contenerse una vez iniciada la aplicación de las vacunas desarrolladas por los científicos cubanos.

“Los pioneros [están] contentitos, deseosos, locos por estar con sus amiguitos y por estar acá en su escuela, con mucha alegría”, me asegura Ladrón de Guevara Molina, mientras desde el pasillo se oye el inconfundible murmullo de los niños y el llamado de atención de las maestras.

Si bien el curso escolar 2021-2022 comenzó el pasado mes de septiembre, hasta ahora las clases habían sido a través de teleclases transmitidas en televisión nacional. Por supuesto, no es lo mismo y para los pequeños volver a ver a los “amiguitos” es siempre motivo de fiesta y diversión.

Llegar a este punto ha tenido muy poco de improvisación. “Primero hicimos asambleas de educación familiar, donde nos reunimos con la familia y les dimos precisiones de cómo iba a ser el reinicio del curso escolar”, me detalla el director y añade que todo este tiempo “los maestros siguieron preparándose en actividades metodológicas, en superación, para cuando los estudiantes regresaran”.

APRENDER BAJO LA MÍSTICA DE LOLA RODRÍGUEZ DE TIÓ

En el patio de la Escuela Primaria Nicolás Estévanez –como en todas las escuelas y círculos infantiles del país– un busto de José Martí vigila de cerca el proceso de enseñanza que se desarrolla en las aulas. Escuchar las risas despreocupadas de los niños bajo la mirada siempre presente del prócer impregna la estructura de cierta aura de misticismo. Pero en este espacio de instrucción y aprendizaje en particular, la magia de otra figura inmortal atiende a los pequeños.

Por esas casualidades de la vida, esta escuela fue el lugar donde se edificó la residencia de la poetisa boricua Lola Rodríguez de Tió. Una placa en una esquina del portal da cuenta de ello y rinde tributo a la insigne puertorriqueña.

Nacida en el pueblo de San Germán en 1843, Lola se asentó en Cuba desde finales de los ‘80 del siglo XIX, tras sufrir un destierro por parte del gobierno colonial de España. Autora de ‘La Borinqueña’, himno original de Puerto Rico, hizo de la mayor de las Antillas su segundo hogar y aquí se cubrió hasta su muerte de la otra ala del mismo pájaro que para ella fue siempre Cuba y Puerto Rico. Falleció en La Habana en 1924 y sus restos descansan en el histórico Cementerio de Colón de esta ciudad.

Su historia y su legado revolotean todavía entre sus dos islas amadas como muestra indeleble de los vínculos históricos que unen –desde tiempos de Ramón Emeterio Betances y José Martí– a ambos países antillanos.

Si Martí es el más internacional de los cubanos, justo es decir que ella es la más puertorriqueña de las cubanas.

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