Por Marta Jazmín García
Data de otro ardor pudiera parecer el título de una memoria. Sin embargo, se trata de una inmediatez modificada, que asume los tonos de una visión futurista y hasta cobra matices escatológicos. De algún modo, es una versión alternativa de los libros sagrados en los que se describe el principio de la vida y se anuncia el fin. Solo que, en este tejido de encuentros y desencuentros, el fin ya ha sucedido. Quedan los restos o las cenizas, pero también emergen los cimientos de un nuevo orden humano.
¿En qué formato existimos?, parece ser la pregunta medular del libro, más reciente del autor puertorriqueño Jonatán Reyes, ganador del Premio Internacional de Poesía Gastón Baquero, 2018. La particular estructura del texto completa los temas y reflexiones contenidas, al tratarse de un artificio que atisba elementos de tradiciones religiosas como la judeocristiana y prácticas esotéricas, como la numerología. Dividido en tres partes denominadas “indicios” y numerados sus poemas con el código binario, (00), invita a valorar la percepción como el instrumento de búsqueda. La data es la recopilación de “indicios”: acaso la antítesis de un libro de historia. Podría decirse, una manera de afirmar que no existe un método científico en la vastedad del futuro. En medio de la tecnología, de todos sus alcances, seguimos siendo pequeñas ocasiones de existir.
a través del nervio el tiempo se
desfigura/ como dos cuerpos
que huyen al sigilo de la desnudez
y tienen sexo hasta que no son nadie.
Ya sea para decodificar una realidad oculta o bien, para construir otros derroteros, este libro ensambla sus imágenes sobre líneas transparentes que nos impulsan a completar cada “indicio”. Precisamente, la ambigüedad, la incompletud y la suspensión, son instancias retóricas de gran esteticismo y reflexión filosófica. El tema principal es la disolución. El hablante lírico reflexiona sobre la dimensión de su propio cuerpo en el contexto de lo que metaforiza como una casa: ese nuevo mundo que provoca la dicotomía, la separación, el miedo a la no-existencia. Vivir no es lo mismo que existir. Tal vez, sin pretenderlo, se trate de un libro contestatario que, lejos de manifestar la destrucción del mundo, sugiere la aparición de nuevos formatos y experiencias. No es posible descifrar la destrucción como tampoco se puede detener lo humano. Por eso lo extraño de este libro es su familiaridad. Porque leemos como a través de una pantalla. Porque hoy nuestro cuerpo también es virtual. Ya lo ha dicho el crítico Zigmaund Bauman, que el tiempo y la realidad han dejado de ser acumulación y aprendizaje, registro de etnógrafos e historiadores y que, en cambio, predominan la discontinuidad y el olvido.
“infrahumana te introduces en la tierra callada
para decirme ultratumba/ así como algoritmo
para decirme la casa es data de otro ardor/ es
daltónica y no reconoce el efecto trenza del
fuego.
para decirme distorsión como si la vida se
pudiese calcular con sonido
o como si fuese
posible escribir una onomatopeya de “luz”.
Frente a este sinuoso panorama de frecuencias y descontextos, el lector queda convocado. Por ejemplo, no sabe si ese momento específico en el que sujeta el libro, será un día rutinario o se escribirán nuevas secuencias. ¿Cómo abordar la realidad, cómo enfrentarla y entenderla? Cuáles son las vías de interpretación y de acceso: un teléfono, un par de pastillas, el paso del tiempo, los párpados a media voluntad, en fin, ¿permanezco inmóvil frente a las sensaciones o provoco que alguien más transite estas alternativas? Vivimos en este intercambio y en esas preguntas. El oxígeno es una sustancia amarillo neón que disecciona los cuerpos. La poesía, como un pixel, puede traducir ese formato que somos y nos reproduce, en la mayoría de las veces, si proponérnoslo:
“la mente es un haz
{…}
disléxica pierde el orden en
un ondear de data”
Poco a poco, los “indicios” de vida se transforman en un nuevo lenguaje. Pierden corporeidad como si se ajustaran al contorno de otra sintaxis. La realidad se vuelve lenguaje. Las palabras se transmutan en el objeto nombrado.
y en todo lo existido total (diáspora que somos)
se pixela toda y todas sus vías se saturan raza
es aullido de sí misma y no sabe cómo parar
de nacer; en ese tránsito de voces edita sus
signos/ se desconecta/ ella-casa / sinestesia.
El libro presenta una convulsión. La voz poética, siendo un personaje futurista es también la perspectiva de quien a penas descifra la transformación de su entorno. En esto rememora los pasajes de la novela La Invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares, publicada en 1940 y que es justamente una disquisición sobre la realidad y la tecnología. Es un hombre que por amor se deforma. Su clamor final es acceder a la conciencia de Faustine, en el formato que sea posible. Así, Data de otro ardor es la voz de un personaje en el 2018, que atraviesa una isla, una casa, un espacio sin identificar porque ha borrado los límites del espacio y del tiempo, de la racionalidad y la vigilia. Porque no es el fin del mundo, sino de un mundo, por lo tanto, es también el nacimiento de otro, de otros.
hace nervio
en la casa/ lugares que no cesan de nacer.
Ante la incertidumbre no quedan preguntas. Las afirmaciones, descripciones y atmósferas, circulan en los versos como anotaciones del subconsciente. La transparencia no es incertidumbre, sino sinceridad. Por eso muchas de las que parecen ser preguntas, aprovechan la polisemia del lenguaje para revelar una aceptación y al mismo tiempo, un desafío.
modular la humedad del alma/ hace tal futuro
traducido en las esquinas/ hace instante / y qué.
El enfrentamiento es precisamente hacia la necesidad misma de nombrar; de comprender ese carácter inaprensible de la experiencia humana en todas sus manifestaciones. No obstante, el sinsentido no es antagonista. Dialoga en sosegada cohesión con el descubrimiento de los nuevos formatos. El caos se presenta conjuntamente con una especie de justificación que sirve a su vez como un registro de tono apodíctico, transgresor en medio de tanta incertidumbre y cuestionamiento. Pues, si bien la información es el gran valor de nuestra época, también conforma un contexto vacío, (big data), un enjambre digital, como dice el filósofo Byung-Chul Han. En otras palabras, conformamos una muchedumbre inconexa. Somos, como en el libro, poemas dadaístas. Es esta nuestra soledad conglomerada, imagen y espectáculo. Como afirma el pensador surcoreano: “el problema es que ese imperativo de la transparencia hace sospechoso todo lo que no se somete a la visibilidad. En eso consiste su violencia.”
(dices que podría ser locura
sentir que todo
pero todo
está dando a luz sin pausa; sin greña y exilio).
más es inútil no enroscarse cual óvulo en el
sosiego y nacer
otra vez nacer
des-nacer
sobre brotar
y reventar a medias en el latido de estos cuerpos tan
fermentados de espíritu
En medio de tantas metáforas y juegos con el lenguaje, resulta interesante que el texto también funciona como un índice [Índice, indicios], tal vez la vida sea precisamente un inventario de capítulos que vamos descubrimiento en forma de versículos o de frases inconexas. Así pues, si bien el anhelo de conectar con una realidad difusa es uno de los temas principales del libro, su artificio completa esta temática dejando al lector la posibilidad de enumerar sus propias revelaciones.
ahora sin duda es el revés (la secuela)
la mancha subterránea
que ese lugar tan nuestro dejó tras nosotros
donde se
identifica y separa:
la casa. símbolo del cuerpo.
el cuerpo instrumento del fuego cual víbora es
extensión de la tierra y de toda fertilidad.
{…}
amar es deformarse/ etc.
Las sentencias que abundan en el texto con cierto afán escatológico, terminan disolviéndose. Nada es categórico. La realidad es estallido, una luz, que alumbra y ciega al mismo tiempo.
dios alias casa/ o casa alias dios/ pero / qué importa
mira la casa cómo rezuma del fondo del desierto
mira cómo extiende su pasión ancestral/ con qué
furor iza su geometría espasmo/ es un cortocircuito
Y es que en estas páginas todo empieza y permanece en suspenso. La propia forma de la escritura responde a este contexto esquivo. Los lectores también somos perfiles falsos:
la abstracción de la especie
los perfiles falsos que inventamos cuando
hace frío/ el indicio tardío de vida/ y así.
Como la antítesis de una elegía, los perfiles son anónimos y, sin embargo, no buscan redimirse. Pareciera que el libro más bien nos sugiere formas de leer y también nos invita a mirar el mundo desde sus páginas, ya como un espejo del nuestro o de lo que deberíamos ver. Pues, si se miran todos los ángulos, los innombrados son seres que se han desintegrado, pero también sujetos en potencia de ser.
cadencia inhumana en la posición de las cosas
como si se subordinaran entre ellas/ y ninguna
sin la otra/ pudiesen existir. de esa manera
el individuo b ha creado otro suceso donde ni siquiera el individuo a/ existe/ o simplemente
nunca existirá
Situado en el futuro, un ser humano asiste a la disolución de todos sus referentes. A su alrededor, se congregan imágenes, luces, estridencias, siluetas de alto voltaje. Todo es caos. Priman las sensaciones sobre el raciocinio. Los versos tienen la textura de un efecto opiático. Las metáforas de la fertilidad dejaron de ser los niños, donde una máquina registra con la confianza de un sueño profético. Aquí los cuerpos son las casas que antes defendíamos, esos lugares del pasado que regresan en formatos virtuales:
todo eso es la réplica de una escena que ha
eliminado un sujeto/ porque así quiso olvidar
pero acá tenemos esa escena/ nítida/ y la
hemos expropiado/ es nuestra.
Después del final, se construye el comienzo. Dígase una prórroga, que es la palabra con la que termina el libro. Después de leer, a su vez, queda de nosotros documentar otra psicosis momentánea. Recopilar la data de otro ardor. Buscar otros nombres para la urgencia de sentir y sus tecnologías.
Data de otro ardor, se presentó el 23 de octubre, en la sede de la Editorial Verbum, como parte de los eventos del Festival Internacional de Poesía de Madrid. Marta jazmín García es poeta y profesora de literatura.