Auxilio en la UPR

Por Vanessa Vilches Norat/Especial para En Rojo

 

“Hope is a gift you don’t have to surrender, a power you don’t have to throw away.” Rebecca Solnit

Auxilio Lacouture, la de Bolaños, está encerrada en un baño de Luis Palés Matos. Me enteré por Jean, un estudiante poeta que fue a visitar a la madre de la poesía mexicana. Con la ilusión de aparecer en alguna de sus profecías, Jean, se asomó al baño de mujeres del primer piso del edificio, pero la conserje lo desalentó con la amenaza de llamar a la guardia universitaria si se atrevía a pasar del umbral. Entonces, nervioso, fue a buscarme a la oficina para darme la noticia. 

– Está allí, profesora, la mismísima Auxilio Lacouture. Dicen que hace unas horas la encontró Miriam, cuando entró al lavabo a las seis de la mañana.

–Deja el cuento, Jean. Mira que lo tuyo es la poesía.

–Es cierto, profe. 

Alterado, me contó que Miriam, otra de mis estudiantes, también poeta, la reconoció por su acento uruguayo y su pinta de bohemia trasnochada. Altísima, delgadísima, está encerrada en el baño del edificio de la Facultad de Humanidades esperando a que la Junta le dé a la Universidad lo que le corresponde. ¡Eso decía que decía! Indignadísima –son inevitables los superlativos cuando se habla de semejante personaje, dijo que vociferaba: ¡es inaudito que este país no salga apertrechado a exigir lo que le roban! “Yo no puedo olvidar nada. Dicen que ese es mi problema”, explicaba la autoproclamada madre de la poesía mexicana.1 

Cuenta Jean que Miriam le avisó por un text. Se la describió así: una viejita uruguaya, vestida con blusita blanca y una falda plisada celeste. Le faltan cuatro dientes. Me habla tapándose la mella. No te mando foto porque me da pena retratarla, después de todo es la famosa Auxilio de Roberto Bolaño. ES ELLA, SIN DUDA. 

Jean no supo qué hacer. La Universidad está aún más vacía en el verano. Recorrió los pasillos y al no ver gente, desesperado se acordó de mi horario madrugador y fue a buscarme. 

– Es surreal. Imposible. Miriam bromea. ¿Qué se están fumando?

–Venga a verla, a lo mejor a usted la dejan pasar y puede hablar con ella.

–¿Cómo que me dejarán pasar? ¿No podrá tener a Miriam de rehén? ¿Qué pretende, Jean? Debe ser una ancianita indefensa, imagínate, ya en los noventa. Inverosímil, el cuento es totalmente inverosímil.

Sin hacer caso a mi descreimiento, continuó Jean. Refirió que mientras venía por mí, le contaron, esta vez Roberto, también poeta, que Auxilio amaneció allí, acostada en las sucias baldosas. Que la encontró Miriam, pero que luego se sumaron otras. Que cerraron el baño. Que no han dejado pasar a nadie y que se juraron confidencialidad. Nada de mensajes, muchachas. Aprovechemos la oportunidad, exigían. Así que una, creo que Amanda, según Roberto, recogió los celulares. Hicieron silencio y se sentaron a escuchar a la aparecida. Auxilio les relató: “Yo soy la madre de los poetas de México. Yo soy la única que aguantó en la Universidad en 1968, cuando los granaderos y el Ejército entraron. Yo me quedé sola en la Facultad, encerrada en un baño, sin comer durante más de diez días, durante más de quince días el 18 de septiembre al 30 de septiembre. Soy la leyenda, la mujer que permaneció en la Universidad cuando fue violada la autonomía en aquel hermoso y aciago año. Hubo un momento en que perdí la cuenta de los días que llevaba encerrada allí, en el lavabo de las dependencias de la Facultad de Filosofía y Leras de UNAM. Tomé agua. Escribí en papel higiénico. Pensé: porque escribí, resistí. Veía los pájaros desde la ventana. Pensé que estaba perdida. Esto no hay quien lo aguante. Sin embargo, yo sabía que podía aguantarlo. Así que bauticé a mi pierna derecha con el nombre de voluntad y a la izquierda con el nombre de necesidad. Y aguanté. Comí papel higiénico.” Entonces las miró algo aturdida. “Pero aquí no hay ni papel higiénico, muchachas. ¿Cómo lo hacen?”

Dijo Roberto que en ese momento todas se echaron a reír. 

– ¿Soñaste con algún poeta?, le preguntó la Miriam, tan buena lectora.

–Aquí parece que hay muchos. (Como se comprenderá, un personaje de los setenta no puede usar lenguaje inclusivo). Se me llenaron los sueños de versos. Pero no conozco los nombres. Acaso Mara o Nicole, Cindy o Raquel. También un Jean, o un Xavier. Tampoco recuerdo los versos. Pero eran buenos, muchachas, muy buenos.

–¿A qué has venido?

–“Vine a observarlos, inmersos en un silencio sin fin, pues pienso que no es normal que se queden callados durante tanto tiempo”.

– No ha sido así. Lo hemos hecho todo. Hicimos huelga. Intentamos hablar, negociar, marchar, denunciar, gritar y llorar, le explicó una de las estudiantes en el baño, pero han cerrado las escuelas y tememos que cerrarán la Universidad.

– “Parece que nadie los quiere, nadie los toma en serio. Esto es también una historia de terror, una historia de un crimen atroz.”

Ante tanto detalle y precisión, no pude hacer otra cosa que entregarme al cuento de Miriam en voz de Jean. Así que, apresurada, me dirigí al edificio Luis Palés Matos, para también escuchar a la madre de la poesía mexicana. Al llegar a la Placita Antonia Martínez, descubrí una multitud de jóvenes que se dirigía a alguna parte. Había niños, incluso infantes. Venían de todas partes del país. Estaban desparramados por la placita y el vestíbulo del teatro. Las caras de algunos dibujaban desolación. Otros más furiosos, gritaban. Parecían esperar alguna señal mientras cantaban. Un canto raro, quizás graznido, o mejor, llanto. Eran muchos, tantos, que no pude acercarme al pasillo del primer piso de Palés Matos. No alcancé a Auxilio, pero recordé sus palabras: “Y supe que la sombra que se deslizaba por el gran prado era una multitud de jóvenes, una inacabable legión de jóvenes que se dirigía a alguna parte. Los vi. Estaba demasiado lejos para distinguir sus rostros. Pero los vi. No sé si eran jóvenes de carne y hueso o fantasmas. Pero los vi. Caminaban y no volaban…Los unía solo su generosidad y su valentía…Y los oí cantar”

Yo también los vi, era cierto, los unía solo su generosidad y su valentía. Ahora comprendo, ese canto es nuestro amuleto.

1La mayor parte de los parlamentos de Auxilio Lacouture provienen de Amuleto (1999).

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