¿Ayuda humanitaria o intervención militar?

0. A raíz del golpe de Irma y del azote brutal de María, no faltaron las voces desde el precario estado territorial y la sociedad civil solicitando la intervención de todas las divisiones militares norteamericanas posibles para garantizar el orden y acelerar la recuperación de la isla. Las comparaciones con la prontitud y la gran cantidad de efectivos que llegaron a Haití luego del terremoto de 2010 tampoco se hicieron esperar.

Desde antes de esa fecha han existido preocupaciones sobre la ayuda entregada por el gobierno de Estados Unidos en varias catástrofes naturales (o conflictos bélicos), pues esta se hace a través del Departamento de Defensa y no a través del Departamento de Estado. Sobre el particular puede leerse un  informe de WOLA, la Center for International Policy y el Latin America Working Group Education Fund.

Las preguntas son muchas. ¿Quién solicitó la ayuda humanitaria? ¿La Junta de Control? ¿Ricky Rosselló? Lo cierto es que el ejército norteamericano no tiene que esperar un mandato ni una solicitud. El teniente general Jeffrey Buchanan es el enlace militar con la Agencia Federal de Manejo de Emergencias (FEMA). Él y Alejandro de la Campa gobiernan al país. La condición de territorio implica que pueden usar la isla de campo de tiro.

Otras preguntas son: ¿es una operación militar o humanitaria? ¿Pueden ser ambas cosas de manera simultánea? Está claro que la operación de los militares debe responder a una asistencia humanitaria. Sin embargo, la exhibición obscena de armas largas en las calles y la abyecta celebración de los efectivos militares y policíacos en los hoteles de la capital nos hacen pensar que la seguridad es un asunto primordial y el turismo armado un efecto colateral. En otros momentos, como en las conferencias de prensa, se habla de mando, control y comunicación. Sin embargo, el movimiento es caótico, cuando hay movimiento. En resumen, la respuesta norteamericana al terremoto en Haití o al huracán María es una operación militar.

2. Mirar con ojo crítico la presencia militar en el contexto de la magnitud del desastre provocado por el huracán no significa rechazar, de plano, alguna ayuda. Si los puertos no tuvieran el lastre de las leyes de cabotaje probablemente la ayuda internacional sería enorme. Por ahora, la diáspora se ha encargado, con más velocidad y eficiencia que las autoridades norteamericanas, a enviar artículos de primera necesidad. En ese sentido el ejército sería quizás importante para facilitar la distribución de la ayuda si restableciera las principales vías de comunicación y acceso a las víctimas, sobre todo en el área montañosa. Pero han pasado dos semanas y arrastran los pies.

En el caso de Puerto Rico, ni siquiera aplica la doctrina internacional sobre el uso de medios civiles y militares en respuesta a los desastres. En estos casos, los militares tendrían que estar bajo mandato civil tal como lo afirman las llamadas «Directrices de Oslo sobre el uso de medios militares y de defensa civil para la asistencia humanitaria”: la utilización de medios militares deban limitarse desde el principio en tiempo y escala, y tener una estrategia de salida que defina claramente la forma en que la función asumida puede ser ejecutada en el futuro por personal civil.

Sin embargo, vale preguntarse, ¿qué mandato civil? Nadie, en su sano juicio, puede pensar que Ricardo Rosselló y su consorte de muchachos de bien haya demostrado capacidad de liderato, organización y administración de lo que queda de la cosa pública como para llamarse “mandato civil”. La total subordinación moral y política de esos funcionarios no puede llamarse mandato civil. Por otro lado, la Junta de Control Fiscal hoy más que nunca, es una mafia que opera como gatilleros de los bonistas y en medio de la crisis hablar de deuda es genocidio. No cumplen ninguna función en la situación actual que no sea garantizar la muerte de muchos impidiendo que funcione aunque sea de manera precaria un sistema de salud público.

Los responsables del bienestar del país en este momento en el terreno son el teniente general Jeffrey Buchanan, designado como principal enlace militar con la Agencia Federal de Manejo de Emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés) y, quien lidera las tareas de emergencia en la isla, y el señor de la Campa, de FEMA.

El momento para que la sociedad civil asuma su deber histórico es éste. En cuanto al liderato político las máscaras han caído. Eduardo Bhatia se pasea por el COE (Centro Operaciones de Emergencia) saludando como si estuviera en campaña eleccionaria. El Partido Popular Democrático(PPD), ese partido necrótico, deja sola a su alcaldesa más activa y visible, la funcionaria con más responsabilidad de servir a la mayor cantidad de ciudadanos. Las organizaciones de base y muchos artistas y teatreros están en la calle. Sin ellos, esto sería puro infierno.

3. Lo primero que hicieron de las tropas norteamericanas en Puerto Príncipe en el 2010 fue tomar el control del aeropuerto. Es el centro principal para controlar el acopio y distribución de ayuda. Pero en aquel entonces, esa decisión unilateral creó protestas de Francia y de Brasil, puesto que las prioridades no estaban claras y el atraso de la ayuda y el virtual entorpecimiento de aterrizajes de personal y suministros era la orden del día. Alguna división de la ONU intervino. En Puerto Rico no hay personal de la ONU. Recordemos que ese personal humanitario (los cascos azules) fueron responsables del brote de cólera en Haití.

4. La seguridad no sería un problema si los soldados y la policía de Nueva York estuvieran, como los teatreros y las organizaciones comunitarias, en la calle, ayudando en el acopio, reparto y suministro de material, asegurando sistemas sanitarios, y recuperación del sistema eléctrico. Con excepción de efectivos armados con armas largas en las avenidas, no he visto el movimiento y ayuda de la que se jacta el cretino anaranjado.

Mi experiencia personal, en la Ramal 8, en el semáforo hacia la Campo Rico, es ver a uno de esos efectivos apuntar con un arma larga (AK-47 o M16) a dos machos testostemorónicos que discutían por ver a quién daban paso. No es una gran ayuda. Y es que la seguridad no es un problema si la distribución de ayuda es efectiva. La carencia, la carestía, la insensatez en la distribución y la repugnante felicidad de los funcionarios en los hoteles a todo lujo, son las que crean desasosiego y “problemas de seguridad”.

5. No quisiera decir nada sobre la visita del presidente. Aquí no hay declaraciones de Oslo que valgan. Ni autoridad moral, política o civil con la que se negocie. El ejército norteamericano, todas sus agencias y todos sus esbirros estarán aquí indefinidamente. Están aquí desde 1898. Lo que vi fue un grupo de indignos personajes aceptando la humillación y el desprecio del Amo. Prefiero ver cómo decenas de organizaciones que no son gubernamentales, y cientos de personas sin afiliación que no sea pertenecer a la humanidad, se organizan para resistir la catástrofe y subsistir. He visto artistas en la avenida, allí, donde rompieron cristales el 1ro de mayo. Hace apenas cinco meses y parece que han pasado años. Septiembre fue el mes más cruel. Y yo no creo que juntos lograremos levantar a Puerto Rico. Solo los que lo defienden pueden hacerlo.

Naomi Klein ha dado la voz de alerta sobre la situación urgente:

The reason I am highlighting Puerto Rico is because the situation is so urgent. But also because it’s a microcosm of a much larger global crisis, one that contains many of the same overlapping elements: accelerating climate chaos; militarism; histories of colonialism; a weak and neglected public sphere; a totally dysfunctional democracy; and overlaying it all, the seemingly bottomless capacity to discount the lives of huge numbers of black and brown people.

(La razón por la que estoy destacando la situación de Puerto Rico es porque es muy urgente. También porque es un microcosmos de una crisis global mucho más grande, que contiene muchos de los mismos elementos superpuestos: aceleración del caos climático; militarismo; historias del colonialismo; una esfera pública débil y descuidada; una democracia totalmente disfuncional; y sobre todo, la capacidad aparentemente sin fondo de despreciar las vidas de un gran número de personas negras y mestizas).

6. El gasto militar norteamericano es astronómico. Ahora habría que sumar a ese gasto la militarización de la ayuda humanitaria. Desde esa perspectiva, y con una voz internacional hay que rechazar más que nunca el colonialismo, el negocio humanitario, y la religiosidad fascista. Puerto Rico merece y necesita hermanarse con el mundo.

Bibliografía mínima:

Laurence Thieux, Francisco Rey Marcos y Jesús Nuñez. “EE.UU. y la militarización de la ayuda humanitaria en el caso del terremoto de Haití”. IECAH.

https://www.wola.org/es/2008/03/militarizacion-de-la-ayuda-estadounidense-una-tendencia-preocupante/

Artículo anteriorLlegó Trump…mientras, estudiantes limpiaban la IUPI
Artículo siguienteLas dos visitas de Trump