Babel de Hierro

Por Emma Rodas

Babel, lugar que aspira a alcanzar el “cielo” y llegar a dios. Ese nombre le mereció Nueva York donde la gente aspira pero vive y muere en soledad, precio que se paga por la oportunidad y la gloria que el éxito promete. Monstruo sin corazón pero con el corazón del “love” que cínicamente Madison Av. usa para venderla. Símbolo universal de la ambición, de las metas y de las aspiraciones de glorias forjadas por tanto, tiene un solo medidor en mente, la ganancia. En ese lugar también nace su oposición. (1)

Ciudad de millones de habitantes migrantes de todo el globo incluyendo los del propio país donde nace y crece. Símbolo de la riqueza, del poder, del éxito y la ambición por todo eso que marca las vidas de todos o de muchos quienes como otros antes, se dirigieron y se dirigen a sus respectivas mecas, o a sus tierras santas y prometidas.

Nueva York, lugar en el que hoy aceleradamente se presenta y representa la magnitud de todo, incluyendo la enormidad de la capacidad humana de destruir aquello de lo que dependemos; destruir el hábitat y las personas que necesitamos y de las que dependemos. No es única en su esencia aunque si en su magnitud, es una concentración de la representación de lo peor de nosotros y a veces de lo mejor de eso que somos capaces de hacer, por omisión o comisión.

La Babel de Hierro en la que hoy, como siempre sucede con todo en ella, sus números de enfermos y muertos crecen y se multiplican sin control. Crecen como todo en ella porque está diseñada, organizada y dirigida a ser el centro y la número uno en todo.

Para bien y para mal. Crece porque su diseño y origen lo mandata, mueren y fracasan muchos porque es inevitable y así lo han hecho tantos y de tantas formad desde su creación.

En consecuencia eso que desde el poder se decida atender o abandonar en ella y sobre todo cómo se atienda, por el poder y por cada uno de nosotros individualmente debe marcarnos a todos.

Esta imagen que en estos días viene a mi mente y sentí, no es mía; ya fue apalabrada por otros. No nace de la razón, nace de esos lugares del cuerpo que ven, sienten y piensan que llamamos alma.

(1)       En Nueva York, Martí aprendió más del mundo, vio el peligro de los EEUU para la libertad y el desarrollo de América Latina, observó de cerca el padecimiento de la clase obrera, de los inmigrantes. El Apóstol de Cuba comprendió la necesidad de un partido revolucionario unido para la libertad de la Isla, tuvo una época de completa catarsis, purificación y perfeccionamiento de su intelecto y pensamiento político. 2018 / José R. Oro, Cuba Debate

 

 

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