Betances gracias a Ojeda y Estrade

Existe y existirá un debate sobre cuándo cuajó la nacionalidad puertorriqueña, surgiendo un pueblo diferenciado y consciente de sus particularidades en una isla donde antes se juntaba una aglomeración de gente. Algunos ubican ese acontecimiento en el siglo 19, otros en el 18 y hay, inclusio, quienes van un poco más atrás. Es lógico que persista el debate porque al tratarse de un fenómeno histórico que, como todos, se va configurando según camina la sociedad, es imposible consensuar una fecha para el comienzo.

En lo que hay más consenso es en cuándo nació la “patria puertorriqueña”. Las patrias nacen como consecuencia de la nacionalidad, pero se manifiestan cuando la surge la lucha para hacerla valer, para que se reconozca. Nuestro poeta Luis Lloréns Torres dijo que Simón Bolívar “no nació hijo de patria alguna / sino que muchas patrias nacieron hijas del” porque el gran latinoamericano, con su lucha, se dedicó a crear patrias allí donde ya había nacionalidades más o menos definidas. La patria, por tanto, nace de la lucha que se genera para que una nacionalidad pueda crecer libre de injerencias externas.

De ahí que podamos afirmar con mayor certeza que la patria puertorriqueña nació a mediados del siglo 19, cuando comenzó la lucha para que se reconociera la existencia separada de la nacionalidad que ya había cuajado. Antes hubo expresiones aisladas, pero fue a mitad de aquel siglo que se estructuró la organización que culminaría en el levantamiento armado que el 23 de septiembre de 1868 reclamó nuestra independencia del imperio español.

En el centro de aquella lucha, en su concepción y organización, hubo una figura que sobresalió sobre todos los que participaron en ella: Ramón Emeterio Betances. El médico caborrojeño, que había tenido sus primeras confrontaciones con el régimen colonial español por sus gestiones como abolicionista, le aportó corazón y cerebro a la lucha que convirtió nuestra nacionalidad en patria. Por eso es muy justo que la paternidad de esa nueva patria caribeña se haya singularizado en la persona de Betances. Aquel a quien la lucha lo condenó a vivir desterrado del país que ayudaba a crear, merece mejor que nadie ese reconocimiento de paternidad. Sin duda alguna es el “padre de la patria puertorriqueña”.

Betances murió en 1898, sabiendo que la patria fundada había sido ocupada por otra potencia que, a diferencia de la española (aquella que nunca pudo dar lo que no tenía), reclamaba ser una “república democrática”. El “desterrado de París” conocía muy bien a los nuevos invasores y, contrario a algunos de sus compatriotas, no se impresionó por la proclama que hizo el jefe de las tropas, Nelson Miles, anunciando que nos traía libertades. Desde su lecho de enfermo nos dio su última lección: “No quiero colonia ni con España ni con Estados Unidos, qué hacen los puertorriqueños que no se rebelan. “

Esta evocación de Betances viene al caso ahora porque estamos en abril y el pasado día 8 fue su natalicio. (Nació en Cabo Rojo hace 190 años.) Pocos recordaron la fecha porque la inmensa mayoría de sus compatriotas ahora vivimos agobiados por una persistente crisis económica en cuya base está, precisamente, la realidad colonial que denunció el caborrojeño. Casi todos los que analizan la realidad actual y se atreven a decir las conclusiones que brotan de ella, señalan que el coloniaje, expresado en una patente ausencia de poderes políticos, nos llevó a la postración económica y, más importante aún, nos impide salir de ella. El más reciente portavoz de esa conclusión fue el Premio Nobel de economía Joseph Stiglitz durante su reciente conferencia magistral dictada en San Juan. Pero hasta ahora, los puertorriqueños no han escuchado el llamado de Betances a rebelarse lanzado en 1898. De ahí la crisis.

La evocación de Betances es pertinente, además, porque el pasado 7 de abril se presentó en San Juan la edición definitiva de las obras completas del patriota. Todo lo que nos dejó escrito está ahora recogido en diez tomos gracias a la labor permanente de Félix Ojeda Reyes y Paul Estrade, quienes han dedicado décadas a estudiar la obra y a rastrear cada escrito de quien Félix Ojeda llamó “el desterrado de París”. Por más aplausos que le dediquemos a este dúo de historiadores nunca serán suficientes para reconocer esa labor meticulosa y altamente productiva que han desplegado a lo largo de, al menos, cuatro décadas.

Antes de escribir este artículo le envié un mensaje de texto a Félix con la siguiente pregunta: ¿fue Albizu quien primero se refirió a Betances como padre de la patria? Su contestación fue la siguiente: “No. Mucho antes estuvo Lola (Rodríguez de Tió) pero debemos adjudicar el adjetivo a un pueblo agradecido, el nuestro.” Ese pueblo también debiera agradecer el enorme trabajo del boricua Ojeda y del francés Estrade. Gracias a ellos conocemos mejor al médico que dedicó su vida a fundarnos la patria.

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