Carpetas Electrónicas

JUAN MARI BRAS

 

 Especial para Claridad

 

El carpeteo, como fase primaria para la persecución del patriotismo boricuas, ha revivido con toda su furia. Solo que ya no hace falta el voluminoso conjunto de papeles y tomos encuadernados, ni una red tan vasta de chotas e informantes para seguir el tracto de sus víctimas como era el caso en los años desde los cuarenta hasta los ochenta del siglo pasado.

Los grandes adelantos tecnológicos que representan los avances en la electrónica, la digitalización y las computadoras hacen innecesarios aquellos métodos arcaicos que finalmente fueron descubiertos y luego declarados ilegales por lo tribunales de Puerto Rico y Estados Unidos.

Lo último que conocemos de las nuevas técnicas persecutorias de los interventores de Estados Unidos en Puerto Rico ha sido el robo de los archivos electrónicos de varios independentistas puertorriqueños, tanto en las computadoras de sus negocios y oficinas como en las portátiles que manejan en cualquier lugar donde se encuentren. Sin que dejen rastros de escalamiento en sus lugares de trabajo y residencias, les han vaciado sus computadoras, que incluyen trabajos personales, políticos y profesionales de años.

Antes de empezar a buscar medidas remediales inmediatas para defenderse de tales latrocinios, es menester dar paso a una reflexión indispensable. Claro que esta puede darse conjuntamente con lo que podamos hacer para prevenir que ocurra a cada uno de nosotros lo que ya ha pasado con alguno(a)s compañero(a)s.

En primer lugar, estamos claro en la conclusión básica a que debe llevarnos el hallazgo apuntado. La persecución imperialista contra el movimiento independentista puertorriqueño no ha cesado nunca. Algunos compatriotas, por inocencia o retardación política (hay diferentes grados en la clasificación del equívoco), llegaron a creer que esas represiones se habían descontinuado con lo que se consideraba “el fin de la guerra fría”. Tal afirmación partía de la falsa premisa de que los independentistas puertorriqueños se nos perseguía porque éramos aliados de los países socialistas y no por buscar la independencia de nuestra patria. Eso nunca ha sido así.

Lo segundo que tenemos que tener bien claro es que el imperio no distingue entre los independentistas que crean en la lucha armada y los que se concentren en medios pacíficos para buscar el avance de sus metas patrióticas. En el pasado del carpeteo artesanal, como en el presente del electrónico, lo mismo persiguen al nacionalista que al socialista, el pipiolo  el realengo. Así lo hicieron entre los años cuarenta y los ochenta y así lo están haciendo ahora.

Lo tercero que debemos reconocer es que esta vez, al igual que aquella, la persecución no se va a limitar a los independentistas. En la medida en que nosotros logremos hacer causa común con sectores del  autonomismo y del anexionismo, éstos serán incluidos en sus carpetas electrónicas y en todo el proceso persecutorio. Porque, en resumidas cuentas, lo que los yanquis distinguen con toda claridad es entre puertorriqueños leales a su patria sobre toda otra o  aquellos que primero son sumisos a la dominación extranjera al precio que sea.

Hay algunos boricuas que andan en riversa en su vida política, empezando por ser independentistas para luego pasar a alguna variante autonomista. Y hasta los ha habido que han saltado directo al estercolero anexionista. Pero todos esos son los menos, visto en perspectiva histórica. Los más son los que han avanzado desde las propuestas tímidas del autonomismo hasta las independentistas. Así fueron, —para solo señalar ejemplos laterales— los casos de José De Diego, Don Pedro Albizu Campos, el Dr. Francisco Susoni y el Lic. Vicente Géigel Polanco. Del campo anexionista tales fueron los casos del Dr. Julio Henna, el Lic. Rosendo Matienzo Cintrón y el Lic. Rafael Arjona Siaca.

Ahora empiezan a revelarse posturas autonomistas, y algunas anexionistas también, que se van ubicando en líneas claramente anticolonialistas. Es de esperarse que esos grupos y personas, según vayan definiéndose los propósitos imperialistas de mantener el colonialismo aquí intacto en sus fundamentos, se irán acercando, como lo hicieron sus ilustres antepasados señalados, a la causa de la independencia.

La independencia es el destino inevitable del pueblo puertorriqueño. Por eso los independentistas hemos sido siempre el primer objetivo de las represiones imperialistas. Nosotros, antes que los boricuas de otras posiciones sobre el status, tenemos que comprender sin ambages que es más difícil conseguir una libre asociación o la estadidad para Puerto Rico que obligar a Wáshington a reconocer nuestra independencia. La razón es muy sencilla: ellos saben que Puerto Rico es una nación y el sistema constitucional de Estados Unidos, con el cuál les ha ido muy bien por mas de dos siglos, no tiene cabida para otras nacionalidades dentro del mismo. No debe confundirse la variedad étnica de Estados Unidos, que es resultado de una necesidad de atraer emigrantes para suplir las poblaciones de sus veracidades expansionistas del siglo XIX y las de su impetuoso desarrollo industrial y comercial durante el siglo XX,  con variedad nacional, que ha estado ausente siempre en la historia norteamericana. Tampoco debe dejarnos confundir la llamada Libres asociación que Estados Unidos acordó por razones de estrategia militar y geopolítica a unos grupos de islas en el Océano Pacífico que nunca han sido territorios bajo el dominio de Estados Unidos sino que fueron territorios en fideicomiso de Naciones Unidas que la ONU concedió en administración fiduciaria a ese país.

Lo que Estados Unidos quiere es mantener la dominación colonial de Puerto Rico. Lo quieren porque les es muy beneficioso a sus intereses económicos y geopolíticos mantener ese dominio sobre nuestro pueblo que es —para ellos— un mercado cautivo para sus exportaciones de productos de segundo orden que es lo que envían aquí, y un lugar para cuantiosas inversiones de altísimos rendimientos en la industria, la banca y el comercio detallista.

Nuestra lucha se irá incrementando con el apoyo del pueblo, cada día en proporciones mayores. Y por eso es que nos persiguen.

Echemos a un lado las minúsculas disputas faccionales que nos mantienen  dispersos y obstaculizan la coherencia y efectividad de nuestra estrategia libertadora. Nuestros enemigos no son los otros grupos independentistas. Ni siquiera lo son las diversas facciones de los Populares y los anexionistas. Concentremos la fuerza en atacar al imperio, destacando en cada momento ante nuestro pueblo, ante el pueblo de Estados Unidos y ante la comunidad internacional, los abusos y atropellos que siguen cometiendo los interventores contra este pueblo entero.

 

6 de marzo de 2006

 

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