Ciudadanía continental

Especial para En Rojo

Entre los retos más desafiantes que vivimos en América Latina, está eso de retomar el sueño de profetas como Simón Bolívar en Venezuela, José Martí en Cuba y otros/as que han soñado con la Patria grande, Nuestra América. Entre grupos e iniciativas de la sociedad civil, algunos colectivos se organizan como «Ágora de los/las Habitantes de la Tierra» y plantean como plataforma de acción la conciencia de una ciudadanía universal.

En estos días, en México, un grupo de ministros de países latinoamericanos ha propuesto fortalecer organismos de integración de la patria grande. En sentido contrario, este julio de 2021 fue marcado por nuevas agresiones que el bloqueo y la guerra mediática que el imperio estadounidense realiza contra el pueblo y el gobierno de Cuba y Venezuela. La respuesta de gran parte de la sociedad civil y de movimientos sociales de ambos países ha sido de solidaridad, resistencia y unidad. En una realidad difícil, crece la conciencia que las situaciones realmente lamentables son causadas por el Imperio que quiere dominar el continente.

En sentido contrario, hay que recurrir a una ampliación y democratización del concepto de ciudadanía. Donde hay discriminación económica, la verdadera democracia social y política nunca se hará realidad. A pesar de que, en casi todo el mundo, hombres y mujeres de las más diferentes razas han conquistado, al menos legalmente, la igualdad ante la ley y el reconocimiento de sus derechos humanos, en la forma en que el mundo está organizado, vale más la vida de alguien blanco y con documentos de identidad de Europa Occidental o de Estados Unidos que las vidas de más de cien africanos o latinoamericanos. Además, en casi toda América Latina, pueblos originarios siguen marginados. Es urgente liberar a muchos trabajadores, urbanos y rurales, sometidos a regímenes equivalentes à la esclavitud. En casi todos los países, ser negro significa también ser pobre. Además, las mujeres, por el hecho de serlo, siguen discriminadas.

Transformar esta realidad sólo es posible a través de luchas a varios niveles, desde las políticas básicas hasta el apoyo a la autonomía de los países y el derecho de cada pueblo a elegir el gobierno que quiera.

El desafío ecológico y la sostenibilidad del planeta exigen cambios en la civilización y esto está siendo asumido y debatido por grupos de base, movimientos sociales y sectores conscientes de la sociedad civil.

Muchas personas y grupos vinculan estos procesos sociales transformadores à la búsqueda de una espiritualidad que contemple en el universo y en cada ser humano la presencia divina del Espíritu que es Amor y fuente de amor.

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