Por Alexandra Rosa
i.
temo
habitar la cueva
del todo
tengo cajas,
que no he abierto,
desde hace un año
papeles,
que no logro botar
paredes
que solo hace poco,
me atreví a pintar
compro velas, velones,
ocho, diez
violetas, verdes rojos,
amarillos, azules
blancos
los sueño,
y voy entendiendo
sol(t)ando miedos
capaz y mañana abra una
la azul,
que me recuerda el mar
o la rosa,
que me enternece como la sal
quizás mañana, sí
o pasado
o ayer
o el día
después
del
otro
ii.
suelto
mañanas(des) colocadas
silencios citadinos
distancias vacías
capaces de imaginar
lo que quisieron escuchar
días
en los que el sol era nostalgia
y el mar melancolía
tiempos
en los que todo nacía,
y moría
alavez
de una de varias
como un campo de yerbajos (des)tajados
que siempre hubo
que desentrañar
para que pudiera ser lo que tan poco
sin mucho más
fue
iii.
inventar(nos)
un país sin zip code ni cielo
para estar
sin que duela tanto
iv.
sosiegos de laurel
huecos sin mentol quédense un rato
quieta felicidad precoz vuélvete pacto
y quéda(te) de a poco mucho
tanto
v.
He vuelto al azul, y lleva rayas. Parece una suerte de mar óvalo, pero es pista. Sudo. Me pierdo en ella, le robo horas a no sé quién. Ignoro mensajes. No aviso. Solo quienes me saben, saben. Distribuyo mi peso cómo y cuánto quiero. Va la planta del pie al suelo, grotesca. Nadie la juzga. Una pulsión más grande corre por mí. Cierro los ojos. Intuyo la ruta. Cuando los abro siento quiebres. Escojo cómo boxearle al suelo, un ciclo más. Solo uno más. Cuento. Llevo décadas ajenas dentro, cultivando este grito silente, propio, que se traga aire, mastica sol con la boca abierta, se reclama solo, y me ahoga en vientos. Llueve y es perfecto. Porque quedo sola, más sola, con las gotas que ya sé. Las que no me dan miedo. Porque las nos tengo.