Con daños severos la Catedral de Ponce

Por Ángeles R. Rodríguez Negrón/Especial para CLARIDAD

El terremoto con magnitud de 6.6 en la escala Richter del pasado martes, 7 de enero, dejó al suroeste y partes del centro de la isla en ruinas, tan temprano como a las 4:28 de la madrugada. Miles de familias boricuas pernoctan bajo las estrellas, en sus carros o en refugios del gobierno porque lo perdieron todo o por miedo a que otro sismo cobre sus vidas mientras duermen. 

No obstante, existen otras víctimas que igualmente sufrieron y no sobrevivieron la devastación de los movimientos telúricos: las edificaciones históricas. Una de ellas fue la Catedral Nuestra Señora de la Guadalupe en la Plaza de las Delicias de Ponce. 

Entrar al templo —declarado catedral en 1924— causa asombro, pena y temor. A pesar de que la iglesia ponceña de 101 años no sufrió gravemente en comparación con la ahora destruida Parroquia Inmaculada Concepción en Guayanilla, las imágenes de la catedral divulgadas por las redes entristecieron los corazones de ponceños y ponceñas. 

“Recomiendan que por seguridad y por prudencia no se utilice el templo parroquial hasta nuevo aviso”, expresó el Padre Arturo Ramos Ramos. También permanecerán vacías todas las Iglesias en la Diócesis de Ponce, puesto a que el Obispo Rubén González Medina ordenó el pasado sábado, 11 de enero, que las misas diarias deben celebrarse a la intemperie para salvaguardar las vidas de la feligresía. También desautorizó las misas nocturnas. 

Actualmente, las celebraciones religiosas que se llevaban a cabo en la catedral se realizan los sábados a las 4:00 p. m. y los domingos a las 8:30 y 11:00 de la mañana; luego, a las 4:00 p.m. en la cancha del seminario Regina Cleri.

Templo de los escombros 

Catedral por dentro. foto Angeles Rodríguez

Las afueras de la catedral tienen algunas grietas profundas, una cúpula afectada y un adorno desprendido. No obstante, al entrar por la sacristía, el polvo incomoda la nariz. Ese cuarto oscuro está intacto, pero, por el momento, sirve como almacén. Al cruzar la puerta hacia el altar, se nota de un vistazo todo el daño que ocasionó aquella sacudida que traumó a toda una nación. 

La sobrecúpula se rajó, dejando caer pedazos de empañetado por el altar, y una imagen de San José parece haberse despegado de su posición original. Desde allí, la vista de la iglesia es de una penumbra, que no inspira oración. En lugar de encontrar a una audiencia de feligreses alabando al dios cristiano, se encuentran pedazos del techo sentados en los bancos. Los pasos de los visitantes de aquella triste escena hicieron un eco lúgubre, uno que resonaba con la situación actual del país. 

El ingeniero estructural José García Villamil fotografiaba con su teléfono las curvaturas heridas de los vitrales, mientras caminaba sobre el piso lleno de escombros de adobe. “Los arcos tienen unas varillas. Ya ese refuerzo está inservible, porque esto [la construcción] fue en un tiempo que se utilizaba la arena de playa. Es una arena que no está procesada, y esos minerales entran en reacción con el acero y lo oxida… Es un peligro para las personas que estarían [adentro]”, explicó el experto de la Comisión de Terremotos del Colegio de Ingenieros. 

Otros monumentos históricos del casco urbano de Ponce también están severamente perjudicados, como el edificio Moscoso Hermano & Co., sede de oficinas municipales; la Iglesia Nuevo Testamento de Ponce, antes el Doral Bank; la Casa Vives y una estructura en la calle Villa, esquina Méndez Vigo, propiedad de Damaris Medina.

Estos edificios no cumplen con los códigos de construcción modernos por su construcción en ladrillos, la tecnología de antaño. “Estos movimientos han sido tan bruscos que han agrietado las paredes en la parte de arriba. Se ha ido prácticamente toda [la pared], pero hay que ver si el edificio puede estar en uso”, mencionó Medina. La propietaria de la edificación de 1908 estimó que tendrá que incurrir en algunos $100,000 para repararla. 

Es necesario arreglar la iglesia

Foto: Angeles Rodríguez

El templo original del siglo XVII (1670-1820) fue demolido y reconstruido desde el 1931 al 1937, a cargo de los arquitectos Fernando Gardón y Francisco Porrata, luego de su colapso por el terremoto de San Fermín de 1918. 

Aunque en esta ocasión la magnitud del sismo fue menor a 7.3 y no causó un maremoto mortal de 18 pies de altura, el segundo temblor más fuerte en la historia moderna de Puerto Rico provocó que, por segunda vez, la parroquia necesite rehabilitarse. 

García Villamil opinó que lo más viable sería utilizar encofrados o moldes de fibras de carbón o de planchas de acero para sujetar las estructuras. Igualmente, estimó que la realización de un análisis profundo estructural podría tomar algunos dos meses, y el proceso de rehabilitación, entre uno y cinco años. Esto último depende de la gravedad de los daños que sufrió la edificación sagrada, el método de reparación y del ritmo en que se trabaje el proyecto.

El también profesor de Ingeniería de Caribbean University en Ponce recalcó que, en caso de que la evaluación proponga una demolición de la iglesia, la intervención de agencias gubernamentales, como la Oficina Estatal de Conservación Histórica (OECH), podrían atrasar el proceso de restauración. La Catedral de Ponce pertenece al Registro Nacional de Lugares Históricos desde 1985.

La catedral permanece en pie gracias a sus columnas, con forma de trébol de tres hojas. Las tres juntas logran un buen equilibrio, que crea compresión entre ellas. “Si la carga sísmica viene de norte a sur, pues entra en función una columna; si entra de este a oeste, entra otra, y así sucesivamente”, aclaró García Villamil. Sin embargo, si un temblor provoca que el templo brinque, es muy probable que los pilares no resistan el golpe.

A pesar de que el profesional entiende la necesidad de preservar y proteger arquitecturas históricas, el ingeniero abogó por la seguridad estructural. “Está bien que queramos conservar algo, pero, si vamos a tener personas en riesgo, pues seamos un poco flexibles. Vamos a buscar más opciones. Se puede rehabilitar, pero no va a ser idéntico al original; va a tener el toque de nuestra época con nuevos materiales’, comentó. 

No cabe duda de que permanecer dentro de la icónica parroquia es peligroso. Luego del recorrido evaluativo de los interiores, García Villamil se reunió con el padre Ramos y otros feligreses de confianza. El reverendo le preguntó al experto: “¿Se podrá usar la catedral?” Cayó un peñón del techo y los presentes quedaron perplejos ante el “no” rotundo. La señal fue más que evidente. 

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