Crónica roja entre liberales y conservadores

(Lo que resulta de leer periódicos puertorriqueños del siglo XIX)

En Rojo

En un periódico del 1874 se comenta como el alcalde de Juana Díaz pide suscripciones para ayudar a la familia de un escritor que es su amigo. El periódico señala, con sorna, que es un acto poco decoroso.Sonrío pensando en que hace siglo y medio -146 años- los periódicos tenían su gracia.

Más abajo hay una nota en la que se habla de unas novelas sin mencionar a su autor. Una de las novelas, «La insurrección de Lares», no existe. Claro, yo no soy de esos lectores que piensan que lo saben todo. Quizás jamás he escuchado de su existencia y se me ha escapado a los ojos. Inmediatamente uso las redes sociales y consulto a Mario R. Cancel Sepúlveda, un historiador experto en el siglo XIX y que además es poeta. Me confirma que no existe tal novela. Se trata, sin duda, de la crónica historiográfica de Pérez Moris (1872).

El periódico en cuestión es La Razón, periódico mayagüezano, órgano del Partido Liberal Reformista. Era dirigido por Bonocio Tió Segarra y Antonio Ruiz Quiñones. La alusión a Pérez Moris y sus obras es parte de la pugna política e ideológica del momento. Trascendió las letras de los periódicos. Le costó la vida a varios. Sin embargo, lo que llama mi atención es esta batalla literaria que lleva a la dirección de La Razón a publicar críticas mordaces y, para mi sorpresa y mi risa, llamar novela a la crónica historiográfica del periodista conservador (Pérez Moris). Me río por la malicia.

El 5 de octubre de 1874 en una sección llamada Boletinadas el sarcasmo hace su entrada:

Desde ahora en adelante noproponemos abrir una sección en nuestro periódico que llevara este título (Boletinadas). En ella consignaremos los hechos y hazañas (faits et gestes como dicen los franceses) del periódico Elefante de Puerto Rico; son tan variadas las ocasiones que nos presenta el nuevo Mefistófeles, que estamos seguros no nos faltarán materiales para llevar esta sección especialísima y nueva en su género.

Lo cierto es que ya el 30 de septiembre habían comenzado los dardos lanzados a la Historia de la insurrección de Lares:

En el artículo de fondo del último número del periódico más importante de Puerto Rico, titulado La Novela”, se ha dejado de citar (por olvido sin duda) entre los primeros novelistas, al lado de Walter Scott, Dickens, Sue, Dumas, etc., al autor de la famosa novela titulada Insurrección de Lares, que se vende ya hoy a 12 rs ejemplar. Esperamos ver en el próximo número del Decanouna rectificación subsanando esta grave omisión.

Pérez Moris, a la sazón director del Boletín Mercantil, había publicado el citado libro junto a Luis Cueto y González Quijano para autorizar aún más su texto. Cueto era “condecorado con la Cruz de la Marina de Diadema Real, oficial segundo del Cuerpo Administrativo de la Armada”. El propio Pérez Moris añadía a su crédito no solo la dirección del periódico sino que era jefe de la estación telegráfica, que no era poca cosa.

Podría parecer que exageran en La Razón el afán publicitario de Pérez Moris para con su propia obra. Comentan que sus novelas (El tesoro de los piratasy la Insurrección) son mencionadas constantemente en el periódico que el autor dirige. Miré algunas páginas del Boletín Mercantil para tener una idea de lo que dicen los directores del periódico mayagüezano.  Al menos sé que el 14 de julio de 1875, en “el órgano de los españoles sin condiciones”, el director se ocupa de publicar su propia novela como folletín y, además, obsequiar al lector con varias reseñas sobre su novela. En la segunda página -bajo un artículo sobre la masonería en Cuba que comentaremos luego- aparece como folletín (novela por entregas) el capítulo Virginia Prats de su novela El tesoro de los piratas.

Llama la atención que en la siguiente página aparece varias notas y reseñas sobre el mismo texto. Un periódico religioso, La Verdad, invita a sus lectores a leer la novela de Perez Moris. La política, de Madrid: Hemos leído con gusto la interesante novela, original del ilustrado escritor D. José Pérez Moris, director del Boletín Mercantil de Puerto Rico, donde se ha impreso con lujo este libro que recomienda el talento de su autor.  Pasa la nota a reseñar que la trama está bien urdida y los caracteres perfectamente delineados y que por ello no extraña el éxito de la novela en la isla.

Luego pasa a compartir una larga reseña de La Voz de Cuba-3 de marzo de 1875-  en la que se destaca el lenguaje correcto y fácil con el que se narran los principales acontecimientos de la insurrección de Cuba con saber histórico contemporáneo, verdad histórica. Escrita en Puerto Rico para los lectores del Boletín, la reseña nos señala que el fin moral y político es lo importante: enseñando de un modo ameno e instructivo los males y las miserias de esta nefanda rebelión, ahuyenta del ánimo de los ilusos muchas esperanzas que se truecan después en lágrimas de sangre.

 No termina ahí. A esa reseña le precede otra con una advertencia:

 No por necia vanidad sino para que sepa el ilustrado público puertorriqueño, como han juzgado algunos colegas el libro titulado El Tesoro de los Piratas, que tan bien acogido fue en este país, copiamos hoy en nuestras columnas algo de lo que sobre él se ha escrito. Y decimos algo porque no han llegado a nuestras manos todos los periódicos que de ese asunto se han ocupado.

Entonces, se añade otra larga reseña de La Sombra, semanario habanero (7 de marzo de 1875). El valor de la novela se sintetiza en el valor político y moral que ya señala la reseña anterior.

Ciertamente, está clara la insistencia de Pérez Moris en convertirse en el adalid del conservadurismo incondicional y, por lo tanto, es el blanco fácil de los liberales. Tío Segarra y Antonio Ruiz Quiñones eran sus contrincantes en el mundo periodístico y político.

Ruiz Quiñones se dedicó al periodismointegrándose a La Razóndesde 1872como redactory director. Luego fundaLa Prensa (1875). Era masón. Dirigió varias publicaciones como La Logiay el Boletín Oficial de la Gran Logia Soberana de Puerto RicoCuando Pérez Moris publicaba los artículos contra la masonería, como aquel deLa Voz de Cuba, junto con sus capítulos y reseñas de su propia obra, ¿acaso no era un diálogo furioso con el periodista masónico?

Tió Segarra estaba al otro lado del espectro político del director del Boletín Mercantil.  Esposo de Lola Rodríguez de Tió, su propia casa era prácticamente un centro cultural en Mayagüez y, por supuesto, un espacio para la tertulia así como para la discusión y propaganda separatista. Cuando prologa, en 1876, el poemario deLola, Mis cantares, lanzó una crítica llena de punzante verbo sobre el descuido de la vida cultural por parte del colonialismo español.Eso le ganó el destierro a la pareja. Para Pérez Moris, un protagonista de esa vida cultural isleña, aquello tenía que ser un insulto.

A mí me resulta fascinante la controversia que podemos seguir en la prensa de la época, porque es un modo de percibir las tensiones entre liberales, autonomistas, separatistas y los conservadores, españoles incondicionales. El periódico de Tió y Ruiz Quiñones es mordaz con la Historia de la insurrección de Lares (1872) de José Pérez Morris y Luis Cueto. Los conservadores advertían en este libro a las autoridades coloniales. El separatismo estaba vinculado al autonomismo e intentan probarlo con documentos.  Los periódicos funcionaban como cajas de resonancia de posturas con respecto al modo de desarrollar  modernizar al territorio. Se enfrentaban ahí ideas ultraconservadoras, francamente reaccionarias, como las de Pérez Moris, con modelos desarrollistas dentro de la relación colonial con España y los que veían aquella idea reformista como algo imposible e imaginaban el acceso a la modernidad a través de la separación.

Es un asunto mucho más rico de lo que estas cortas notas pueden mostrar. Sugiero a las lectoras y a los lectores interesados que lean los trabajos del amigo Mario, a quien ya nombré, o los trabajos de Silvia Alvarez Curbelo o Libia González. Hay más, pero sé que están apurados sobreviviendo la pandemia. También aconsejo la lectura de los periódicos del siglo XIX en Puerto Rico. Es el mejor acceso a una suerte de microhistoria que es una delicia. Y aunque la percepción general es que no había mucho que leer en el siglo XIX de la colonia española esto no tiene ningún fundamento. Hace mucho sabemos que el país estaba lleno de papel de periódico. Antonio S. Pedreira nos lo mostró El periodismo en Puerto Rico,que sigue siendo la obra más abarcadora sobre publicaciones periódicas en el país.Según Pedreira, de 1806 a 1879, se fundaron en Puerto Rico 127 periódicos o revistas. Entre ellas La Razón y el Boletín Mercantil, de los que solo hemos mencionado ¡tres ediciones! Y ya tenemos un enjundioso pugilato intelectual. Durante la década del 1880 al 1889,  hubo183 nuevas publicaciones periódicas. Es una cantera de información.

En mi caso, la curiosidad de leer periódicos del siglo XIX nace de una necesidad de escribir historias de ficción con sustento en la realidad. Entre anuncios publicitarios de bebidas, zapatos, pasta para lavarse los dientes, remedios para todos los males, está esa otra historia de las ideas, de las posturas políticas. Era una pelea muy dura.

         No podría terminar estos comentarios, tan superficiales, sin decirles que la cuestión entre liberales y conservadores se zanjó en ocasiones con tinta roja. Pérez Moris fue asesinado en 1881 en el portal de su casa luego de ganar un escaño de diputado provincial por el distrito de Juncos. Por supuesto, los liberales también dejaron sus muertos. ¿Ustedes recuerdan aquellas obritas, Los jíbaros progresistas, o quizás Un comisario de barrio, que nos leíamos en la escuela pública? ¿No les suena Ramón Méndez Quiñones? Pues es el autor. Una noche, allá por un día de marzo de 1885 estaba en una velada en honor a Manuel Corchado Juarbe en el teatro de Aguadilla. Allí comenzó un dime y diretes con Juan Francisco Terreforte, que no alcanzó a ver el amanecer ni el rostro de quienes llegaron a socorrerlo. La prensa conservadora notició que era un trágico evento “traído por circunstancias personales”. Los liberales explicaron que “era una venganza del poder político contra la prensa liberal”. Los cultos señores no se andaban con pequeñeces a la hora de discutir asuntos de ideas.

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