Cuaresma y dimensión social de la fe

Especial para CLARIDAD

En un mundo laico y pluralista como es este que vivimos, cada vez menos personas prestan atención a tiempos litúrgicos cristianos como es la Cuaresma. Es verdad que, ahora, en tiempos de pandemia, el término Cuarentena se hizo más actual y las personas perciben que la Cuaresma es un tiempo de cuarentena espiritual. Son 40 días de intensificación de la dimensión comunitaria y social con la cual los cristianos se disponen a celebrar la Pascua. Esta fiesta, común al Judaísmo y al Cristianismo, celebra la vocación humana para la renovación de la vida y la libertad.

La sociedad debe ser laical y abierta a todos igualmente: creyentes y no creyentes. Sin embargo, laical no quiere decir anti-religiosa. El pluralismo de la sociedad debe ser de suma y diálogo y no de exclusión o negación. Todas las religiones son llamadas no a hacer propaganda de sus doctrinas o caminos y si a colaborar para construir en común con toda población una sociedad más justa y solidaria.

Infelizmente, en América Latina y Caribe, hasta poco tiempo, el Cristianismo fue elemento usado por las clases dominantes para mantener la herencia trágica y inhumana del colonialismo. Muchas veces, la Iglesia Católica y otras han colaborado para mantener y mismo fomentar la alienación social y política. Esa toma formas violentas, incluso de justificar las discriminaciones sociales y la exclusión moral de las personas consideradas diferentes del modelo oficial.

En muchos países, la Cuaresma es época en la cual las Iglesias inician campanas de intensificación de la solidaridad social. Eso es la esencia de la fe cristiana. Es lamentable que, aún en ese momento, las Iglesias aún participen poco de la educación cívica de los pueblos. El papa Pablo VI escribió que la Política, cuando vivida como debe ser, es forma sublime de hacer caridad. En el Salvador de los años 70, Monseñor Oscar Romero enseñaba que es necesario restituir la dignidad de la Política como servicio al bien común.

Actualmente, el papa Francisco insiste en que todas las comunidades cristianas se pongan como Iglesia “en salida”. Su preocupación principal es el servicio a los más empobrecidos del mundo. El papa encuentra mucha oposición latente y silenciosa por parte de algunos sectores la curia romana, de diversos obispos, de una parte del clero y de algunas organizaciones eclesiásticas. Hasta hoy, hay cristianos que tienen dificultad de comprender la palabra de Jesús: “No vale la pena poner vinos nuevos en odres viejos. Vino y odres se romperán. Para vino nuevo, es necesario tener odres nuevos” (Mc 2, 18 -22).

El autor es monje benedictino y ha escrito más de 40 libros.

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