Cultura de paz en medio del pandemónium

Marcelo Barros1

En Brasil, se dice que en estos tiempos vivimos una situación de pandemia y, al mismo tiempo, de pandemónium social y político, provocado por un gobierno de extrema-derecha que se mantiene a través de continua propagación de noticias falsas y de la cultura de odio y violencia.

En todo el mundo, esta semana es marcada por el 21 de septiembre, que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) consagra como «Día Internacional para la promoción de la Cultura de Paz». Es el marco de cambio de estaciones. En el hemisferio norte, el principio del otoño y en el Sur, inicio de la primavera. La ONU propone nueva primavera de paz y justicia para el planeta y para todos los pueblos de la tierra.

Películas y telediarios nos acostumbran tanto a noticias de violencia y crueldad humana que ya no nos sorprenden. Y la violencia más estructural y permanente la cometen los Estados y gobiernos, contra migrantes y extranjeros y contra los más pobres del propio país. Y a menudo, la violencia se comete en nombre de la democracia y de la Paz.

En estos días, el Papa Francisco, Bartolomé I, Patriarca de Constantinopla y Justin Welby, Arzobispo Primado de la Iglesia Anglicana firmaron juntos un Llamamiento a la Humanidad titulado: «Respuestas urgentes a las catástrofes medioambientales y a la injusticia devastadora».

La ONU entiende que sólo una cultura de paz puede derrotar realmente a la violencia. Para eso, religiones y tradiciones espirituales tienen un papel esencial. Necesitan ayudar a las personas a desarrollar una conciencia de responsabilidad hacia todos los seres vivos. Formamos parte de una única familia que comparte la misma tierra y bebe del mismo pozo.

Creyentes de las más diversas religiones deben revisar su imagen de Dios como autor y principio de la paz. Si creemos en un dios intransigente y severo que exige sacrificios y divide a los seres humanos en creyentes y no creyentes, el resultado será siempre una cultura de intransigencia e intolerancia.

Debemos tener la valentía de dar testimonio de una fe con capacidad social crítica al igual que Jesús, el profeta de la liberación. Es necesario que nos insertemos como ciudadanos en la lucha pacífica por la transformación de la sociedad y escuchemos la palabra de Jesús a toda la humanidad: «Bienaventurados los pacificadores». Ellos son los que pueden ser llamados hijos e hijas de Dios» (Mt 5,9).

El autor es monje benedictino y escritor.  Comentarios a: irmarcelobarros@uol.com.br

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