De la pandilla salvaje al escuadrón suicida un paso es: The Suicide Squad

 

Especial para CLARIDAD

El grupo de cinco soldados cabalga lentamente por las calles de tierra del pueblo. Se oye el canto de una congregación reunida bajo una carpa. La tensión del momento se siente en la música y en las risas de los niños que gozan de un escorpión siendo devorado por hormigas rojas. El líder del grupo a caballo observa el juego, sus ojos ya cansados de tanta crueldad. Al llegar a su destino, el líder tropieza con una anciana. Éste se excusa y su corpulento compañero, con una radiante sonrisa, toma los paquetes de la señora. El líder le ofrece su mano y la ayuda a cruzar la calle. Después de su caballeroso gesto, el escuadrón entra a la estación de correo, su objetivo. El grupo desconfía de la paz que se respira entre los polvos que levantan las carretas lentas que cruzan el apacible pueblo justo en la frontera de México. Alertado por el miembro asignado a vigilar, el líder escudriña desde la ventana de la estación algún movimiento sospechoso. Como prueba de tan acertada precaución, hombres armados y mugrientos de rabia los observan desde el techo del edificio del frente. La confrontación promete ser violenta, aunque el público tiene la certeza de que Pike (William Holden), Dutch (Ernest Borgnine) y el resto de los salvajes escaparán con vida pues éste es solo el comienzo de la maravillosa The Wild Bunch (dir. Sam Peckinpah, EEUU, 1969). Las dinámicas del grupo de asaltantes, la violencia y hasta el uso de Latinoamérica como trasfondo ejercen una clara influencia sobre The Suicide Squad (dir. James Gunn, EEUU, 2021).

 The Suicide Squad tiene mucho de clásicos como The Dirty Dozen (dir. Robert Aldrich, EEUU, 1967) con su compleja hermandad entre personajes peligrosos y poco confiables. James Gunn, el director, también añade toques de la crudeza de las batallas de Saving Private Ryan (dir. Steven Spielberg, EEUU, 1998), demostrando las consecuencias a las que se enfrentan sus personajes. Pero The Wild Bunch está presente en el ADN de The Suicide Squad. De la insufrible original, Suicide Squad (dir. David Ayer, EEUU, 2016), la nueva versión sólo incluye los personajes de la fría Amanda Waller (Viola Davis, regia como siempre), el heroico Rick Flag (Joel Kinnaman), y la carismática Harley Quinn (Margot Robbie, que bordó el personaje para el cine). En esta nueva misión, el grupo de villanos convictos es obligado a entrar en un país latinoamericano ficticio, Corto Maltese, para destruir un experimento que amenaza la supremacía estadounidense. Diferentes al wild bunch, anclado en testosterona y cuentos de prostitutas, el Suicide Squad brilla por su colorida combinación de oscuros villanos del universo de comics de DC. Entre los principales está Bloodshot (Idris Elba), el líder al cual nunca le falta un arma; Peacemaker (John Cena), cuyo casco plateado y gran musculatura se tornan tan ridículos como su patriotismo; Ratcatcher 2 (Daniela Melchior), que lidera un adorable ejército de ratas; Polka-Dot Man (David Dastmalchian), un fatalista cubierto de lunares de colores; y King Shark (la voz de Sylvester Stallone), una criatura mitad hombre y mitad tiburón que es tan letal como infantil. Una de las glorias de la película es cómo un grupo tan disimilar se torna en una familia. El fallo de la primera versión de Suicide Squad es precisamente su enfoque en la acción constante y en un trato serio de una trama genérica, olvidando las relaciones entre los personajes. En la nueva versión, Gunn nos presenta un grupo de criminales de poca monta que el personaje de Waller utiliza porque son desechables. He ahí la magia del toque del director, lograr que el público se identifique con los olvidados, con sus pasados tristes, con su soledad.

Mientras más nos identificamos con el grupo de criminales olvidados, más apreciamos su violencia. Queremos que sobrevivan y sufrimos los riesgos de cada integrante, otro de los logros de Gunn. En una de las secuencias centrales de The Suicide Squad, Harley Quinn es torturada por un grupo de militares. Sentimos el dolor y el peligro de una mujer encadenada mientras dos milicos le dan una escarpiza. Pero esto es un cómic y Harley los hará pagar su crueldad. Lo que le sigue es una explosión de sangre y flores de colores que los milicos no sobrevivirán. La secuencia evoca la confrontación final de The Wild Bunch, donde el Pike de William Holden, el Dutch de Ernest Borgnine y el Lyle de Warren Oates se enfrentan al sádico General Mapache de Emilio “El Indio” Fernández. Los asaltantes encarnan el espíritu del ejército revolucionario de Pancho Villa en su sacrificio por vengar el asesinato de su compañero mexicano que era fiel a la revolución. Sin embargo, en The Wild Bunch todas las mujeres son prostitutas silentes que les sirven a sus hombres o Malinches que traicionan la revolución. En The Suicide Squad, Harley Quinn es el personaje más reconocido del universo de DC. Cansada del sadismo de su ex, el Joker (que no es mencionado en la nueva película), Harley se mofa y hasta destruye masculinidades tóxicas. Tanto Ratcatcher 2 como Harley son integrantes esenciales para el triunfo de la misión y ambas añaden un elemento humano al grupo. Asimismo, Polka-Dot Man representa una masculinidad vulnerable con una complicada relación maternal. Su participación en la misión contrasta la testosterona risible de Peacemaker y Bloodshot, desafiando así el enfoque androcéntrico The Wild Bunch.

 The Suicide Squad localiza la mayoría de la acción en Corto Maltese, una isla que combina de maneras predecibles la arquitectura colonial de Panamá, Puerto Rico y Portugal. Los espacios isleños son representados como selvas tropicales, el interior del palacio presidencial, calabozos para torturar disidentes y un prostíbulo. Inclusive, los personajes latinos son figuras acartonadas que trazan de maneras predecibles revolucionarios y militares, carne de cañón para el escuadrón. Uno podría pensar que una película que reta el dominio cinematográfico de superhéroes de DC explorando un grupo de villanos inconsecuentes, también contrarrestaría los agotados estereotipos latinoamericanos. Éstos no tienen la misma suerte de los personajes mexicanos de The Wild Bunch, que retratan de maneras más efectivas la oposición entre la decadencia de las tropas federales mexicanas y el ejército revolucionario de Pancho Villa. A pesar de que la representación mexicana no es perfecta, el director hace del conflicto uno central en la historia y sitúa al grupo de asaltantes en medio de una lucha que concluirá con su inmolación final.

Aunque no pretendo elevar The Suicide Squad al nivel de clásico que ocupa The Wild Bunch, la película de Gunn es una entretenida explosión de colores que me da esperanza por el universo cinematográfico de DC. Su grupo de llamativos perdedores es tan absorbente como la horda salvaje que no cesa de reír ante el peligro.

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