De lo maravilloso a lo innecesario Reseña de Solo: A Star Wars Story

La cámara tiene el poder de reconstruir y transformar cualquier acción, por más diminuta que sea, en lo maravilloso. En una película como Rififi (dir. Jules Dassin, Francia, 1955), presenciamos en silencio el robo de unos diamantes. El director no acompaña con música o diálogos innecesarios la misión de los ladrones. Escuchamos la respiración de los criminales, el sonido de algún mecanismo, el ruido amordazado de un taladro y el arrastrar de los pies al cargar un gran peso. Los ladrones llevan lo necesario para el plan, un pequeño taladro, una pata de cabra, soga y otras herramientas básicas. Con esto, cavarán un hoyo en el piso de una vivienda, entrarán a una joyería, desactivarán una alarma y tratarán de escapar con el botín sin alertar la policía. Este robo es una de mis secuencias favoritas del cine. Como director, Jules Dassin se enfoca en lo mundano (entrar, cavar el hoyo, parar la alarma, etc.) de una acción que no es familiar para la mayoría de nosotros. Rififi usa un acercamiento muy diferente al de una película como Ocean’s Eleven (dir. Steven Soderbergh, EEUU, 2001), donde los ladrones roban un casino grandioso de las Vegas y enfrentan los retos de avanzados sistemas de alarma. Sin la necesidad de un robo épico, Rififi enfatiza lo emocionante de un pequeño plan llevado a cabo por un grupo de interesantes personajes dirigidos por un líder de grisácea moralidad. Esto es exactamente lo que se trata de repetir en Solo: A Star Wars Story (dir. Ron Howard, EEUU, 2018).

La nueva película del universo de Star Wars se concentra en el personaje de Han Solo antes de envolverse con el ejército revolucionario liderado por Leia Organa. En esta película, el espectador se enterará cómo Solo conoce a Chewbacca y a Lando Calrissian; cómo se adueña de su nave, el Millenium Falcon; y hasta cómo adquiere su pistola láser, que carga a su lado como el Hombre Sin Nombre (Clint Eastwood) de los Spaghetti Westerns de Sergio Leone (A Fistful of Dollars [1964], For a Few Dollars More [1965], The Good, the Bad, and the Ugly [1966]). Ron Howard, que asumió la dirección de Solo luego de que Phil Lord y Chris Miller fueron eliminados del proyecto, y los escritores, Jonathan y Lawrence Kasdan, se enfocan en un robo genérico con giros poco sorpresivos. Sus interesantes personajes a cargo de actores tan logrados como Donald Glover, Paul Bettany y Woody Harrelson, se pierden en una historia que resalta una aventura olvidable sin consecuencias duraderas. Emilia Clarke como Qi’ra y Alden Ehrenreich como Han Solo hacen lo más que pueden por evocar el romance entre Leia y Solo, pero la película no toma su tiempo ni para explorar su relación ni para darle al espectador un robo bien escrito que constantemente ponga en riesgo su amor. Diferente a la mejor lograda (aunque no perfecta) Rogue One (dir. Gareth Edwards, EEUU, 2016), que nos cuenta los sacrificios de una pequeña tropa de rebeldes para hacerle llegar los planos del Death Star a la rebelión, Solo: A Star Wars Story hace evidente la obsesión por explicar cada detalle del personaje. Por esto, la película termina siendo una constante referencia a la trilogía original sin nada innovador que aportar al universo ni al género de películas de robos que trata de emular.

Uno de los mayores problemas que tengo con Solo es que le resta tanto al contrabandista cuya personalidad lo mantiene al margen de la lucha entre el bien y el mal. Lo más interesante del Solo de Harrison Ford es que, con su media sonrisa de que lo ha visto todo, propone un espacio moral mucho más complejo que lo que representan los oscuros agentes del imperio y los iluminados jedis de la rebelión. Solo no es el héroe cuyo viaje lo llevara a un entendimiento más amplio de su mundo y/o razón de ser. Solo es el personaje que nos guía a través de los vericuetos morales de la historia, que enfatiza la puerilidad de la visión del héroe en varias etapas de su viaje y la crueldad de la institución imperial. Por Solo es que llegamos a entender cómo trabaja este universo, donde una fabulosa ciudad entre las nubes oculta su realidad bajo sus sombras. La historia de Han Solo concluye en Star Wars: The Force Awakens (dir. J. J. Abrams, EEUU, 2015), donde lo vemos morir a manos de su hijo. Su final evoca el descubrimiento en Cloud City. En este caso, el espectador se percata de cómo el imperio corrompe la pureza del amor de un hijo hacia su padre, un nuevo aspecto de la épica historia de la familia Skywalker. Puedo entender que para algunas personas, Solo: A Star Wars Story es una buena película. Su ritmo de cine de acción, sus momentos jocosos y sus efectos especiales añaden a su disfrute, pero no contrarrestan cómo la película torna lo maravilloso en lo innecesario. Solo termina siendo menos memorable que el popcorn que consumimos cuando muchos de nosotros vimos en el cine la escena en la que Han Solo le disparó primero a Greedo.

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