Derechos Humanos y de la Casa Común

Marcelo Barros / Especial para En Rojo

 

El martes, la humanidad celebra un aniversario más de la Declaración Universal de Derechos Humanos, firmada por la Organización de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948. Más de 70 años después, casi no hay país en el mundo donde se respeten estos derechos. La sociedad dominante presenta solo derechos liberales e individuales como los de ir, venir, comprar y consumir. El garante de estos derechos es el dinero y posición social. Si eso fuera cumplido ya sería bueno. Cada vez que se violan derechos de una persona, cualquiera que sea ella, es toda la humanidad quien queda herida. Sin embargo, en la sociedad dominante, el garante de los derechos es el dinero y posición social. Pobres y marginados no tienen derechos. Gobiernos que afirman ser democráticos invaden países. Torturan, asesinan personas y destruyen civilizaciones y culturas. En América Latina, hasta hoy, el imperio norteamericano viola la justicia internacional y patrocina golpes de estado. Financia los peores partidos políticos y sostiene dictaduras. Hace eso en nombre de derechos humanos y de la civilización cristiana.
Actualmente, la ONU reconoce el derecho colectivo de los nómadas, gitanos, tuareg, así como el derecho de las categorías sociales como niños, ancianos y otros. Derechos comunes están por encima de los individuales. Todos los seres vivos tienen derecho a vivir en la tierra, a tener acceso gratuito a agua limpia, aire saludable, salud y educación básica.
Hoy tenemos que pensar y vivir de modo nuevo la relación con la tierra, el agua, la naturaleza, animales y todos los seres vivos. No podemos tratarlos como mercancías. Con nosotros forman la gran red de relaciones que es la comunidad de la vida. Por eso, la conciencia de la humanidad reconoce los derechos de la Madre Tierra y de la naturaleza.
Esta forma de comprender la vida y los derechos humanos es parte de una cultura amorosa que llamamos espiritualidad integral o cósmica. Al privilegiar la relación filial con la tierra, la cura y el equilibrio de la vida, tradiciones indígenas y afrodescendientes revelan las mismas raíces éticas y espirituales. De una forma u otra, todas las religiones reconocen: lo divino solo se puede encontrar en lo humano. La espiritualidad, sea religiosa o no, hace de la defensa de los derechos humanos y de la naturaleza un método de intimidad con el Divino. En el siglo II, Ireneo, pastor de la Iglesia de Lyon, enseñó: “¿Cómo te puedes hacer divino si ni siquiera te has vuelto humano? Ante todo, asegúrate de ser humano y así podrás participar de la gloria divina “.

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