Dos notas sobre el tiempo y la incertidumbre

Mañana es hoy

Quienes hacen la ley hacen la trampa. Se roban la luz, el agua, el teléfono. No pagan contribuciones. Son jueces y parte. Se reparten entre ellos lo que hay y parte de lo que sobra. Los jueces revocan a los jueces si de defender un corredor ecológico o una orillita de playa se trata. Cosa de permitir que los que hacen la ley y la trampa construyan sobre el caparazón de un carey, si eso es posible. Eso es hoy. Eso fue ayer. ¿Eso será mañana?

Hoy encuentran el cadáver, otro, de una muchacha en Villalba. Baleada. Ayer asaltaron un banco, otra vez. Mañana encontrarán otro, y otras. Mañana los banqueros seguirán reunidos con los que hacen la ley y la trampa. Por eso fundar un banco es un crimen y ladrón que roba a ladrón si tiene corbata azul o roja tiene impunidad. ¿De qué madriguera sale quien dispara a una mujer de veintiún años? ¿De qué mansión sale el fundador de un banco? ¿En que punto del camino se encuentran el de la madriguera y el de la mansión? Se encontraron ayer. Se encuentran hoy. Mañana.

Quien mira la trampa para la liebre, una vez capturada la liebre, olvida la trampa. Una vez despellejada, servida y cenada, se olvida la liebre. Entonces, aparece otra trampa. Nosotros no hicimos la trampa. No será nuestra la liebre. No nos invitarán a la cena. ¿Qué hacer? ¿Hablo chino?

¿Les molestará a los señores que los ciudadanos de a pie hagamos lo mismo? Quiero decir, no cumplir la ley y vivir de la trampa. Arrimarse a la electricidad sin intención de rendir cuentas. Quiero decir, construir y después pedir permiso para construir. Fundar un banco y cobrar por guardar el dinero de los demás y crear joyas como la ley 7, LA 20, LA REFORMA LABORAL, para que los que queden sin empleos puedan tener ganas de trabajar.

Esto es ayer y hoy. ¿Cuando es que nos vamos a encontrar en el camino para impedirle el paso a los que hacen la ley y la trampa? ¿Mañana? Parece que los estudiantes vuelven a decirnos que es hoy. Otra vez, hoy.

(In)(Ser)tidumbre

El problema con tener todas las respuestas es olvidarnos de las preguntas. Entonces uno deja de interrogarse. Llega el punto en el que ni siquiera llegamos a plantearnos algunas dudas que, en todo caso, pondrían en juego (o a jugar) nuestra experiencia.

La experiencia es, en palabras de Blanchot, ponerse radicalmente en entredicho. Eso ocurre cuando se busca el límite de lo Bello y lo Bueno, de la Estética y la Moral.

Cuando desde el poder constituído, llámese Estado Neoliberal o academia, tenemos esa certidumbre, ese catálogo de respuestas, no hay manera de incoporar al Otro en nosotros. Así sólo se pueden explicar y neutralizar las preguntas.

La puesta en escena de la duda es el intento de pagar una deuda. Es la performance de la culpa. Soy producto de una sociedad machista. Lea los periódicos y verá los resultados de esa ideología. Vivo en una sociedad sexista, homofóbica, con prejuicios de clase y de raza. Por eso dudo y rechazo el discurso de la Ley y el Orden de LA GENERALA (¿cómo se llama la Superintendente?), el Arzobispo de Canterbury, o la Madre de los Tomates. Porque esos se cantan inmunes a esas bacterias ideológicas. Por mi parte, aceptando el barro y el polvo con el que me crié, cada vez que alguien me endilga un adjetivo lacerante acompañado de alguna fobia o ismo, tardo en responder. Tengo mis solidaridades claras, pero habrá, siempre, aquellos que tienen la piedra siempre a la mano. Entonces, viendo despedazarse mi techo de cristal, me recompongo. Reflexiono sobre mis certezas. Y todo vuelve a aclararse.

Vuelvo a tener preguntas. Ensayo respuestas. Intento incorporar al Otro en mí mismo. Entiendo las pedradas. Tienen un cierto goce excedente. Vienen de las manos de la depuración de todo goce patológico. Yo no estoy inmune. No soy puro ni en el amanecer. No crucifico. No me lavo las manos a cada instante. Siempre voy a l@s que están perdiendo. Por experiencia.

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