EDITORIAL: El comienzo del final de un cuatrienio horrible

Este próximo domingo, 9 de agosto de 2020, se celebran las primarias para escoger los candidatos a la gobernación de los dos partidos que se han turnado la administración gubernamental en Puerto Rico durante los pasados 50 años. Por el Partido Popular Democrático (PPD) compiten el ex presidente del Senado y actual senador, Eduardo Bhatia, la alcaldesa de San Juan, Carmen Yulín Cruz y el alcalde de Isabela, Carlos Delgado Altieri. El Partido Nuevo Progresista (PNP) escogerá entre la gobernadora desde hace un año, Wanda Vázquez y el ex secretario de Justicia, ex Comisionado Residente y ex abogado de la Junta de Control Fiscal (JCF), Pedro Pierluisi.  Esta primaria iniciará el cierre de un ciclo político sin precedentes, que concluirá el próximo 2 de enero de 2021, cuando juramente el siguiente gobernador o gobernadora electo de Puerto Rico.

Cuando la historia pase su balance, el cuatrienio de 2016-2020 indudablemente surgirá  como uno de los peores jamás vividos en Puerto Rico. Durante este período fatal, nuestro pueblo ha soportado una vorágine de eventos que han tenido efectos nefastos sobre las condiciones y calidad de vida de nuestra gente, y las posibilidades futuras de nuestro país. Desde la aprobación de la Ley PROMESA por el Congreso y el Presidente de Estados Unidos, y el nombramiento y llegada a la Isla de la JCF, hasta las elecciones que trajeron un nuevo gobierno del PNP, con Ricardo Rosselló a la cabeza, el año 2016 fue un augurio de la avalancha que vendría después, y que ha causado enormes estragos físicos y morales en toda la sociedad puertorriqueña. Puerto Rico ya venía resbalando hacia el abismo por más de cuatro décadas, en una sucesión de gobiernos incompetentes y corruptos de ambos partidos que recurrieron a tomar préstamo sobre préstamo para cuadrar el presupuesto de nuestro país. En el 2016, la deuda pública monumental de $72 mil millones que se acumuló y nos dejó en la bancarrota fiscal y económica nos cayó encima con todo su peso.

Desde entonces hacia acá, no ha habido tregua. Dos huracanes sucesivos de gran capacidad destructiva azotaron a Puerto Rico, con efectos políticos, económicos, físicos, emocionales y humanos tan devastadores que aún el país no ha podido recuperarse. Nos han caído encima como mazazos las duras realidades de la quiebra fiscal, económica y social; las medidas de austeridad impuestas por la JCF; la presión brutal de la incontenible lista de litigios ante el tribunal federal que dirime las controversias sobre la quiebra; las nuevas leyes que recortan aún más derechos e imponen obligaciones adicionales a trabajadores y contribuyentes; el colapso de la Autoridad de Energía Eléctrica; la debacle en los servicios de educación y salud públicos; los contratos millonarios a amigos de la casa, y a empresas de donantes políticos; la rampante y creciente corrupción pública y privada; las amenazas a las pensiones de nuestros retirados y la estabilidad de la Universidad de Puerto Rico, el cierre de escuelas y los intentos de privatización de haberes públicos, entre muchos otros problemas históricos que se han magnificado durante este cuatrienio. Más recientemente, la destrucción y el sufrimiento ocasionados por la secuencia de sismos en el área sur, y los efectos devastadores de la pandemia del COVID-19 sobre nuestra población y economía, han convertido la suma de los males soportados por nuestro pueblo durante este cuatrienio fatal en un torrente desbordado.

Ricardo Rosselló ya no es el gobernador de Puerto Rico. Él y su ganga de impresentables fueron obligados por nuestro pueblo a salir de sus puestos el verano pasado, tras la jornada de protestas masivas más grande en la historia de nuestro país. Falta aún medio año para el fin de este cuatrienio horrible, cuyo ciclo electoral comenzará a cerrarse con las primarias de este próximo domingo.

 

 

 

 

 

 

 

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