Editorial:  Gracias, Jasmine

 

Con su actuación dorada en la jornada olímpica de Tokio, Jasmine Camacho Quinn le ha traído a nuestro pueblo una gran alegría. Por levantar el ánimo caído de tantos y tantas, luego de año y medio de feroz pandemia y de tantos males que aquejan nuestro espíritu, la medalla de oro conquistada por nuestra atleta en la difícil prueba de 100 metros con vallas, ha sido celebrada en grande a todo lo largo y ancho del archipiélago boricua.

Jasmine Camacho Quinn es nuestra, y así lo sentimos. Como es nuestra la flor de Maga que con tanto orgullo colocó en su pelo al momento de la ceremonia de premiación. Como son nuestras sus lágrimas de emoción al escuchar La Borinqueña y ver izar nuestra bandera. Y como son nuestros también su señora madre, doña María Camacho de Trujillo Alto, sus hermanos Quinn Camacho y los 4 millones de boricuas que integran nuestra diáspora en Estados Unidos y demás países del mundo. Somos una nación dividida por una emigración copiosa y forzada por las circunstancias particulares del sistema colonial impuesto por Estados Unidos en Puerto Rico, el cual es el principal escollo para un desarrollo económico con oportunidades plenas para nuestra gente. Somos también una nación unida por el hilo invisible de una identidad común, difícil de explicar, pero fácil de sentir y compartir.

La medalla que ganó Jasmine Camacho Quinn elevó el nivel de Puerto Rico en la competencia olímpica y nos puso a gozar. Pero, sobre todo, demostró la fuerza incontenible de nuestra identidad, que trasciende la geografía y nos acerca en la emoción.

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