Educación como práctica del diálogo

 

Especial para En Rojo

La Organización de la Naciones Unidas ha establecido el 8 de septiembre como Día Internacional de la Alfabetización. Según los cálculos de la ONU, en todo el mundo ha disminuido el analfabetismo absoluto, pero sigue habiendo una gran proporción de analfabetos funcionales que no logran leer los carteles y avisos de una estación de autobús o de metro. No saben cómo rellenar los datos de un formulario de solicitud de empleo. En países ricos, aún es grande el número de personas que no saben leer el mundo.

En este próximo domingo, celebraremos la fecha en la que Paulo Freire, gran educador brasileño, habría cumplido 100 años. Con su revolucionario método de alfabetización de adultos, él nos enseñó que la educación es el proceso que nos hace más humanos. La alfabetización no puede consistir sólo en enseñar a leer, sino a capacitar a todas las personas para participar como ciudadanos y de forma crítica en la sociedad.

Es cierto que nacemos centrados en nosotros mismos. Crecemos bajo la influencia de tendencias nocivas que tienden a inmovilizarnos cuando se trata de asumir riesgos y renunciar al prestigio, al poder y al dinero. De ahí la necesidad de una profunda educación de la conciencia y la sensibilidad de los individuos y las colectividades. Las prácticas educativas deben inculcar valores altruistas, gestos de solidaridad e ideales sociales. Según Paulo Freire, la educación sólo cumple su función cuando forma seres humanos más felices, dotados de conciencia crítica y capaces de mejorar los sistemas sociales y políticos hacia el amor solidario, la igualdad social y la justicia.

Para eso es necesario superar el abrumador proceso neoliberal de ocultar la historia. El filósofo alemán Theodor Adorno afirmó que el reto más urgente de la educación es desbarbarizar la sociedad. Aún cuando tenga algún nivel de desarrollo tecnológico una sociedad que priva a las personas de vivir y expresar su dignidad humana es bárbara y cruel.

Paulo Freire afirmó que la educación por sí sola no puede cambiar la sociedad, pero, al mismo tiempo, ninguna sociedad cambiará sin que la educación desempeñe un papel fundamental. Y en esta educación humanitaria y liberadora, el diálogo es el elemento fundamental. Este se realiza más profundamente en el encuentro amoroso consigo mismo, con las otras personas en interacción crítica y en la comunión con la naturaleza. Alguien afirmaba: «Educar es más difícil que enseñar. Para enseñar, basta saber. Para educar hay que ser».

 

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