El 18 Brumario de Donald Trump disfrazado de King Lear

 

 Por Rafael Acevedo/En Rojo

 

0.¿Trump es una figura trágica? A veces parece un decrépito rey Lear, como cuando camina el primer día de junio hacia una iglesia en la capital del imperio. Mientras, sus súbditos, hartos de sus argucias, está en las calles exigiendo el fin de la brutalidad policiaca. Los supremacistas blancos disfrazados de policía, lanzan gases lacrimógenos para abrirle paso al déspota perverso y anaranjado.  En la fina línea de sus labios apretados parece estar amarrada otra amenaza. Ya ha lanzado varias advertencias: “»When the looting starts, the shooting starts” expresó cuando las protestas por el asesinato de George Floyd arreciaban. Y esa mañana, pocas horas antes de su caminata a la iglesia tapiada, lanza un ultimátum: si los gobernadores no detienen las protestas tendrá que recurrir a una medida que no se ha usado en dos siglos para lanzar al ejército a la calle y restablecer el orden oligárquico.

¿Por qué digo que en esa caminata parece un viejo rey Lear? Porque parece un personaje de alguna obra inspirada en Shakespeare. En el jardín de las rosas cerca del palacio, el presidente ordena a sus gobernadores que repriman a sus súbditos. Dicho esto camina al caer la tarde -eran las 7:01 pasado meridiano- a una sesión de fotos posadas con una Biblia en sus manos que parece estar caliente. La mueve de mano a mano. Juega con ella como si fuese una papa caliente. Llegó frente a esa histórica iglesia -que muestra en su fachada los rigores de la protesta- acompañado de su consejero Jared Kushner, algo así como el duque de Gloucester. El siniestro Jared es, además, su yerno. Por supuesto, a su izquierda, caminaba Ivanka, su hija mayor y también consejera. De fondo, lejanas, se escuchan las sirenas de los autos patrulla. ¿No parece una revisión moderna de King Lear? ¡Perdóname, William, bardo! Miro esa figura estrafalaria y pienso que ese cobarde, violador, mentiroso, está a punto de abdicar y entregar su reino a su hijay a su yerno para poder vivir tranquilo sus últimos días. En medio de las mayores protestas del imperio desde hace poco más de medio siglo. En medio de una pandemia que recuerda aquella de 1918. Sin embargo, sabemos que no habrá tranquilidad en la vida de este personaje.

  1. El presidente Trump, que ni siquiera perteneció a los Niños Escuchas, ha tratado de congraciarse con los militares de la manera más obvia. Dándoles todo lo que pidan y más.

El presupuesto militar de EEUU para el año fiscal 2020 asciende a 738.000 millones de dólares.

«Esto es un récord de todos los tiempos en la historia de nuestro país. Es la mayor cantidad [de dinero] que alguna vez hemos gastado [en la financiación militar]», declaró Trump a los medios de su país.

Ambas cámaras del Congreso de EE.UU. aprobaron el proyecto de presupuesto de Defensa: 658.400 millones de dólares a los programas de seguridad nacional del Departamento de Defensa y del Departamento de Energía; 71.500 millones a las operaciones militares en ultramar; 5.300 millones para casos de emergencia, como reparaciones de daños causados por desastres naturales o condiciones climáticas extremas; y ¿300 millones de dólares en apoyo militar a Ucrania?  ¿Suena absurdo? Sí.

Sumando, eso es casi la mitad del gasto militar del mundo.Y ahí está Trump, tembloroso de su propio pueblo enardecido, a quien es rápido en reprimir pero tardo en cuidar. Porque no, EEUU no tiene un sistema de salud universal, público, de calidad y gratuito. Han muerto más de 100,000 en tres meses por el COVID-19 y usted se compra su mascarilla si la encuentra en la farmacia. Pero ¡qué bien equipados que están sus soldados en el exterior! ¡Qué bien equipada está la policía! ¡Que lindos los caballos de la montada!

2. Trump es apenas la punta del iceberg. El estado autoritario está en su salsa.Aprovecho ahora y me corrijo. La historia se repite, decía Marx en el 18 Brumario. Trump es el protagonista de una farsa.Cito: Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa. Caussidière por Dantón, Luis Blanc por Robespierre, la Montaña de 1848 a 1851 por la Montaña de 1793 a 1795, el sobrino por el tío.

(El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Carlos Marx. 1852)

No pretendo hacer paráfrasis de Marx o de Hegel. Solo afirmo que me resulta claro que Trump es una caricatura, un relleno. No es gracioso, más bien causa vergüenza y repugnancia al presentar los vicios de la oligarquía blanca supremacista. Alguien podrá decir “que los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado”. Sin duda, en el caso de Trump, este responde a un legado. Y ese legado oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos, sobre todo de los vivos que tienen la piel negra. Ese país se fundó y se desarrolló con un sistema esclavista. Terminada la Guerra Civil y hasta 1968 una serie de estatutos estatales y locales permitieron y legalizaron la segregación racial.  La marginalización, negarles vivienda, estudio, trabajo digno y el voto eran parte del entramado de leyes que en conjunto se han llamado Jim Crow laws. El nombre, en si mismo, es una historia de horror.  Thomas Darmouth Rice, un actor de Nueva York,  viajó por el sur de los EEUU y luego de observar a los esclavos creó un personaje bufonesco con la cara pintada, danzando de manera ridícula, con canciones llenas de burlas raciales. Un género en sí mismo, el  black face minstrel showpermitió insertar en la cultura general y de entretenimiento los estereotipos negativos de los afroamericanos: hipersexualidad, vagancia, ignorancia, cobardía. El cine, desde su mismo origen, repitió esa ideología.   Ese es parte del legado en el que se forma ese sujeto llamado Donald Trump. Es parte de la narrativa en la que se forman millones en una sociedad que no ha resuelto su problema fundamental. Parecería que la Guerra Civil no terminó. La caminata del presidente Trump hacia la iglesia el 1ro de junio de 2020 mientras se escuchan sirenas y voces a lo lejos, recuerdan que aparentemente aquel 13 de mayo de1865 enPalmito Ranchno fue el fin de las batallas de aquella guerra de secesión. En esta época de crisis ¿revolucionaria? el decrépito Trump Lear y sus consejeros -Jared, Ivanka- conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado, toman prestadas sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar unanueva escena de la historianorteamericana. Pero no hay nada nuevo. Es el momento de la farsa. Cruel, peligrosa, agresiva. Se ha vuelto a descubrir la “desnudez” de sistema, el acto in fragantide ladesnudez provoca risa. Trump, frente a una iglesia, tomando en sus manos una Biblia como si fuera una papa caliente puede provocarla risaliberadora de lo reprimido. De una vez sería bueno que provocara que en las calles se diera rienda suelta a una nueva historia por escribirse. Liberadora.

 

 

 

 

 

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