El abogado de los trabajadores

Por Manuel de J. González /Especial para CLARIDAD

El sindicalismo puertorriqueño ha pasado por muchas etapas y para la década del ’60 las organizaciones que habían sido combativas a mediados del siglo XX, como la Central General de Trabajadores (CGT), había sido desplazadas por las llamadas uniones “internacionales” que, a pesar del nombre, eran meros apéndices de sindicatos estadounidenses. También estaban las uniones “independientes” cuyo liderato en muchos casos se alineaba con el gobernante Partido Popular. 

Esa realidad comenzó a cambiar a finales de la mencionada década y, sobre todo, en la siguiente, cuando surgió un nuevo movimiento obrero que denunciaba el “colonialismo sindical” y estimulaba la vinculación de la lucha obrera con los reclamos de sociales de los trabajadores. Aquel movimiento obrero combativo que, como era lógico enfrentó la hostilidad de los patronos y de los gobiernos de turno, creó instituciones para defender sus intereses. Una de ellas fue la de un grupo de abogados que, más que por el lucro de su profesión, se identificaban con las luchas de los trabajadores por sus reivindicaciones inmediatas y por una sociedad más justa. Así nació el “Bufete Sindical”, un grupo que juntaba similar o mejor destreza legal que la de los bufetes patronales con un compromiso genuino con las luchas de los trabajadores. 

Al frente de aquella entidad estuvo la mayor parte del tiempo Luis Manuel Escribano, un abogado oriundo de Comerío que, tras graduarse con mucho esfuerzo del programa nocturno de la Facultad de Derecho de la Universidad de Puerto Rico, dedicó cuerpo y alma al movimiento patriótico y al derecho laboral al lado de los trabajadores. Además de su compromiso patriótico y sus destrezas legales, Escribano añadía un dominio del idioma y una amplia cultura ganada por esfuerzo propio y en sus experiencias con el periodismo. De hecho, en su tiempo como estudiante de derecho fundó un periódico estudiantil, El Abayarde, que jugó un papel importante en las luchas universitarias de la década del ’60. 

En el homenaje a Pedro Grant. Archivo Claridad

Mi relación y amistad con este hijo de Comerío comenzó en 1967 cuando él fungió como director ejecutivo de la campaña unitaria contra el primer plebiscito amañado celebrado en Puerto Rico. El Partido Independentista, entonces dirigido por Gilberto Concepción de Gracia, el Movimiento Pro Independencia y sectores soberanistas hasta entonces vinculados al Partido Popular, unieron esfuerzos llamando a un boicot a la consulta. Parte importante de aquella campaña fue un acto multitudinario celebrado en el estadio Sixto Escobar de San Juan semanas antes de la votación. Escribano, como director ejecutivo, estuvo a la cabeza de aquel esfuerzo organizativo y yo, recién suspendido de la UPR por mi participación en las luchas estudiantiles, fui su ayudante. 

Además de su trabajo como abogado de los trabajadores Escribano fue siempre un militante destacado del Movimiento Pro Independencia y el Partido Socialista Puertorriqueño (PSP), integrando por muchos años el Comité Central del último. Allí, además de su militancia, actuó como abogado de los que enfrentaban la constante persecución oficial. 

La pasada semana la vida abandonó a Escribano, pero se fue con la tranquilidad de haberla dedicado plenamente al país que tanto amó y a los trabajadores por los que tanto luchó.

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