EL ángulo internacional del nuevo ascenso del Talibán en Afganistán

 Misión Verdad

Se ha producido la caída de Kabul a manos del Talibán. Fue depuesto Ashraf Ghani, quien huyó el país y ha sido proclamado el «Emirato Islámico de Afganistán» liderado por Abdul Ghani Baradar.

Todo esto desboca un halo de incertidumbres y posibilidades sobre el cuadro internacional que va a tejerse sobre estos hechos sin enmienda. Para esto, miremos de inmediato de manera superficial algunos elementos claves para inferir lo que podría sobrevenir puertas afuera de la nación afgana. Pero antes hay que mirar adentro del país.

AFGANISTÁN EN HECHOS Y EN SUS ADENTROS

El hecho irrefutable sobre Afganistán es que el Talibán, en términos simbólicos, militares y políticos, ganó la guerra al hacerse del control del país luego de la retirada estadounidense. Bien sea por fracaso militar o por razones aún no determinadas abiertamente, los estadounidenses han abandonado un frente de guerra que duró 20 años, y que demostró ser para ellos un callejón sin salida, un bucle.

La guerra es, por defecto, inviable. Tanto por los resultados que ha generado como por el hecho de que ahora la fuerza talibán ha tomado control de armas, equipos, pertrechos, vehículos blindados, artillería pesada, que los estadounidenses heredaron (y abandonaron) para el ejército afgano hoy derrotado. En otras palabras, los talibanes son más poderosos que hace 20 años, cuando inició la invasión.

En términos estrictamente militares, una fuerza bien armada y entrenada por Estados Unidos, con 300 mil hombres, cedió el país en solo días y prácticamente sin disputarlo en muchas ciudades. Se trata de una seguidilla de eventos que podrían parecer «inexplicables» en términos militares, pues están lejos de muchas previsiones, incluyendo las que tenía en manos el mismo presidente estadounidense Joe Biden, quien aseguró el 8 de julio pasado que el gobierno afgano no caería.

Desde adentro de Afganistán, parece haber el reconocimiento al hecho de que la guerra total no es viable ya, una vez que la potencia invasora se ha ido.

Durante los últimos años de atrincheramiento y de resistencia nucleada del Talibán en zonas específicas. Digamos, de distensión frente a Estados Unidos y frente a las fuerzas afganas del gobierno, el Talibán emprendió un proceso político de sumatoria de fuerzas tribales. Proceso que se aceleró desde febrero de 2020 con la firma de un Acuerdo de Paz con Estados Unidos y el gobierno afgano, que les dio mayor capacidad de maniobra.

En lo concreto, los chiítas hazares afganos que eran enemigos y perseguidos por los talibanes son ahora tribus integradas a estos. Además, existe ahora un «Talibán Tayiko», al norte, donde en el pasado eran comunes las escaramuzas entre el Talibán de la década de 1990 con etnias en la frontera con Tayikistán.

Acorde a Alastain Crooke para el medio Al Mayadeen, «los talibanes de hoy en día ya no son un simple instrumento de hegemonía pashtún; tal vez hasta un 30% son tayikos, uzbecos o hazara». Esta afirmación apunta a que, en los hechos, la composición tribal, con especial base de apoyo rural, es un hecho en Afganistán y ha sido en gran medida la explicación al nuevo ascenso del Talibán.

A diferencia del Talibán de los 90s, que consistía en un reducto ideológico-identitario-étnico pashtún reducido, que logró imponerse por vía de fuerza en todo el país, la situación actual es en buena medida diferente. El actual Talibán es «inclusivo», y las comillas obedecen a sus propias palabras. Tal como ha trascendido recientemente, en una entrevista de Suhail Shaheen, portavoz de los talibanes, quien habló en directo con la BBC, ellos declaran que su ascenso al poder guarda intenciones de «tolerancia, inclusión, unidad nacional, existencia pacífica y reconstrucción».

No debe haber confusiones, ellos han admitido que vendrá un gobierno clerical y conservador, pero han puntualizado que aunque las mujeres y niñas tendrán que usar obligatoriamente la hijab (uno de los velos islámicos), las mujeres y niñas seguirán contando con el derecho a la educación, al trabajo y a otras libertades individuales que serán determinadas por el nuevo gobierno.

En términos comparativos, el nuevo gobierno talibán propone un estilo de ordenamiento social fundado en la religión que debemos considerar no tan distinto al que ya sostiene el clero sunita sobre la sociedad saudita. Sin embargo, todo está por verse.

Más allá de esos detalles, es indispensable mirar la composición de la actual base de apoyo social al Talibán como uno de los componentes de su vertiginoso ascenso al poder, fundado en una declaratoria explícita de fin de la guerra y de su carácter inviable. Tan consistente es esta declaratoria que está refrendada desde los hechos, es decir, toman el poder luego de controlar dos tercios del país en solo semanas, prácticamente sin hacer uso de las armas.

EL ÁNGULO INTERNACIONAL DEL NUEVO ASCENSO TALIBÁN

Este lunes 16 de agosto en un encuentro del Consejo de Seguridad de la ONU para discutir el ascenso del Talibán en Afganistán, el embajador de Rusia Vasily Nebenzya declaró de manera elocuente que «no hay razones para que cunda el pánico», agregando que el complejo cuadro afgano demanda una observación detallada de los actores y los eventos. En otras palabras, clama por la prudencia, en clara discrepancia al retórico alarmismo de los actores occidentales, en buena parte responsables de los actuales eventos.

La prudencia de los rusos está justificada por su conocimiento del cuadro en el terreno y por el marco de posibilidades que parten de los hechos inobjetables de que la guerra fracasó y que los actuales talibanes no son exactamente los mismos de los años 90s.

Acorde a Alastair Crooke, «los talibanes están participando en una extensa diplomacia con Irán. Teherán, al parecer, ya no es apóstata (para los talibanes), ya no es un enemigo ideológico y teológico. Los talibanes ahora buscan integrar a Irán en sus intereses estratégicos más amplios», señala.

«En lugar de tener una visión de túnel limitada al estrecho territorio de Kandahar, los nuevos líderes jóvenes talibanes quieren jugar el ‘Gran Juego’ estratégico», señala Crooke sobre la nueva dirigencia talibán. Y esa afirmación está patentada por los hechos en varios frentes.

El pasado 28 de julio una delegación del Talibán liderada por el mulá Abdul Ghani Baradar, quien es el nuevo líder del Emirato Islámico de Afganistán, visitó China, donde se reunió con el ministro de Exteriores de ese país, Wang Yi, durante dos días continuos de intensas conversaciones. Entiéndase, que acorde a los lapsos de agenda de la diplomacia china, hay mucho que inferir de tan prolongado encuentro.

En esa oportunidad el portavoz político de los afganos, Naeem Wardak, afirmó en un comunicado que Baradar llegó a China al frente de una delegación compuesta por nueve miembros tras ser invitado oficialmente por Pekín. «Se intercambiaron puntos de vista sobre las problemáticas de ambos países en materia política, económica y de seguridad, así como sobre la situación en curso en Afganistán y el proceso de paz», dijo Wardak.

China, según la versión de los talibanes, «afirmó la expansión y la continuidad de su ayuda a la nación afgana» y que «no interferirá en los asuntos de Afganistán». Pekín también se comprometió a «ayudar a resolver problemas y traer la paz» y a la reconstrucción de Afganistán, en una clara previsión de los tiempos que se han consumado ahora.

China ha venido desde los últimos meses desarrollando una agenda muy activa, anticipándose a las realidades objetivas que el cuadro afgano ha venido generando. En efecto, el proyecto Iniciativa de la Franja y la Ruta tiene en Asia Central un énfasis medular y es inevitable que los chinos miren a la «tierra de afganos» (origen etimológico del nombre del país). frana ruta china.png Las nuevas rutas de la seda de China para el siglo XXI (Foto: El País)

Las rutas de vías ferroviarias y corredores comerciales del proyecto, que comprenden un desarrollo de infraestructuras de gran calado, atraviesan Pakistán, Turmekistán, Tayikistán, que son fronterizos con Afganistán.

China había desarrollado intenciones con el ahora gobierno depuesto de Afganistán en integrar más a este país en la gran iniciativa, y tal parece que el pragmatismo de la diplomacia china podría dar una oportunidad al nuevo gobierno talibán en desarrollar una hoja de ruta creíble y complementaria, como a las posibilidades bien justificadas de inestabilidad que se han generado por el nuevo ascenso talibán.

El encuentro en China dejó por sentados varias declaraciones: «Esperamos que los talibanes afganos hagan una ruptura clara con todas las organizaciones terroristas, incluido el ETIM (Movimiento Islámico del Turquestán Oriental) y las combatan de manera resuelta y eficaz para eliminar obstáculos, desempeñar un papel positivo y crear condiciones propicias para la seguridad y la estabilidad, desarrollo y cooperación en la región», dijo el canciller chino Wang Yi, refiere el medio Global Times.

Baradar, por los afganos, dijo a Wang que «los talibanes afganos nunca permitirán que ninguna fuerza use el territorio afgano para participar en actos perjudiciales para China. Los talibanes afganos creen que Afganistán debe desarrollar relaciones amistosas con los países vecinos y la comunidad internacional».

El ascenso talibán, que supone la reconstrucción de un «país refugio» al terrorismo, acorde a lo ampliamente señalado por Occidente, por supuesto que concierne a China considerando el registro de focos de inestabilidad que han surgido en el sudoeste de ese país mediante escaramuzas del Estado chino con miembros de la etnia Uigur en Xinjiang.

La postura de los chinos es meridiana y probablemente sea claramente coincidente con la posible visión de la nueva dirigencia afgana. El canciller chino ha dicho que «la apresurada retirada de las tropas estadounidenses y de la OTAN de Afganistán marca en realidad el fracaso de la política estadounidense sobre Afganistán. El pueblo afgano tiene ahora una importante oportunidad para lograr la estabilidad y el desarrollo nacionales».

La ecuación supone que, si los talibanes se perfilan en el desarrollo de un gobierno inclusivo en sus adentros (que en cierta medida ya lo es) y si no prestan su territorio para propiciar la inestabilidad internacional, contarán con el reconocimiento, acompañamiento e inversión de varios países. Estas posibilidades han sido ya asomadas por China y Rusia, quienes han desplegado el rol modulador luego del retiro de la OTAN.

Sobre esto, hace días Mohammad Suhail Shaheen habló a nombre del Talibán a India Today desde Doha en Qatar, donde indicó que la política de su organización no iba a favorecer a ningún grupo en la rivalidad entre India y Pakistán.

Por su parte, el Primer Ministro de Pakistán, Imran Khan, aludiendo al «desastre» generado por los estadounidenses, reafirmó la determinación de Pakistán de continuar todos los esfuerzos en apoyo de una solución política inclusiva en la vecina Afganistán.

La visión de los actores en la región es de conjunto. En clara previsión al inevitable ascenso de los talibanes, hubo lugar a una importante reunión que pasó desapercibida. Esta ocurrió a mediados del pasado julio y se trató de un encuentro de Ministros de Relaciones Exteriores de la Organización de Cooperación de Shangái, llamada «la OTAN de Asia», en Dushanbe, la capital de Tayikistán.

En esta participaron el ministro de Relaciones Exteriores de Kazajstán, Mukhtar Tileuberdi; el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergey Lavrov; el ministro de Relaciones Exteriores de Tayikistán, Sirojiddin Muhriddin; y el ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi. Canciller chino Wang Yi junto a Abdul Ghani Baradar, líder de misión talibán, en visita a China (Foto: Global Times)

Acorde al analista y periodista Pepe Escobar y en análisis a este encuentro, el enfoque de asociación estratégica entre Rusia y China en Afganistán es «cautelosamente realista». Los talibanes han tenido un «impulso diplomático real» basado en el reconocimiento de las dimensiones reales de China y Rusia, así como otros actores complementarios relevantes y de respaldo a sus políticas, como Pakistán e Irán.

Según Escobar, en referencia a las «exigencias» de la Organización de Cooperación de Shangái a Afganistán, estas parten desde dos puntos claves:

1. Negociaciones reales entre los afganos hacia la reconciliación nacional y una solución política duradera, evitando así una guerra civil total. Beijing está dispuesto a «facilitar» el diálogo.

2. Lucha contra el terrorismo, lo que significa, en la práctica, los restos de al-Qaeda, ISIS-Khorasan y el Movimiento Islámico del Turquestán Oriental (ETIM). Afganistán no debería ser un refugio para grupos terroristas, de nuevo. Los talibanes, por su parte, deben prometer una ruptura total con todos los componentes terroristas.

La oferta a cambio para los talibanes es integración económica, reconstrucción y seguridad regional. Afganistán seguirá siendo un territorio que debe consolidar su pacificación, considerando que hay factores internos dispuestos a luchar ahora una guerra de resistencia al Talibán desde adentro y que, además, bajo la ocupación estadounidense, se consolidó una gran «autopista del opio» que está compuesta por un tejido de actores del narcotráfico internacional con apresto armado in situ. No está exento de riesgos ni de nuevas formas de retaliaciones por parte de Occidente y la OTAN.

Pero la realidad inexpugnable del nuevo auge talibán tiene matices y está encadenado a eventos en desarrollo que sin duda van a reconfigurar a los factores de equilibrio y desequilibrio en Asia Central.

Para la comunidad internacional en esta parte del mundo hay una nueva fuerza de gravedad. Frente al ascenso talibán y al hecho objetivo del fracaso e inviabilidad de la guerra en el país afgano, los actores más relevantes en el eje de influencia geográfica del conflicto necesariamente apuestan a la política como destino inexorable, desde ahora, cuando se puede hacer, para lo cual es indispensable tener que mirar a Afganistán con nuevos ojos, les guste o no.

El nuevo cuadro demanda una visión profunda de las realidades internas afganas y sus componentes.

Reproducido de www.misionverdad.com

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