El artista del año de la cuarentena: Fernando Norat

 

 

En Rojo

Cuando finalizaba el siglo XIX un crítico de arte publicó una serie de artículos que muy bien podrían servir de pie para una serie de novelas policiacas. De hecho, si uno observa detenidamente el rostro del crítico tendría ante sí el perfil de un criminal. Algo así como aquel viejo del cuento de Edgar Alan Poe, El hombre de la multitud.

Claro, ustedes se preguntarán cómo puedo referirme al rostro de un crítico de arte que publicó sus notas en 1871-1874 para hacer un comentario sobre un artista del 2020. Además, ni siquiera he dicho su nombre. Se llamaba Giovanni Morelli y nació en Verona -cerca de la casa de Julieta, la de Shakespeare- en 1816. Muchos años después, cuando el crítico rondaba los 70 años, Franz von Lenbach lo inmortalizó en uno de sus retratos. O quizás ya sus escritos sobe arte lo habían inmortalizado y el pintor alemán solo se encargó de darle un rostro a la leyenda.

¿Cuál leyenda? Morelli habría resuelto varios casos de falsificaciones y uno que otro asunto de algún crimen cometido por un pintor descuidado atendiendo únicamente a detalles en los cuadros. Las uñas del dedo meñique y anular de la mano derecha. Los pies. El lóbulo de la oreja izquierda. Aquella ceja levantada. Un ojo vago. ¿Por qué verde y no azul? Para Morelli esos detalles revelaban la individualidad del autor y, por lo tanto, era aquello que no podía imitarse. A eso Freud llamaba el inconsciente.

Durante la pandemia, quien más, quien menos, ha estado en casa tanto tiempo que ha llegado a mirarse las orejas con detenimiento y quizás ha entendido algún rasgo que se le escapaba en las mañanas, absortos como estamos cuando el capitalismo nos obliga a unos ciertos horarios. El encierro nos hace ver y pensar cosas y asuntos que antes no reparábamos -no considerábamos, no arreglábamos-.

No soy Morelli, ni retratista alemán, ni Freud. Pero una de las cosas que hice durante este momento histórico pandémico fue buscar obras de arte. Literatura, escultura, pintura. Realicé visitas virtuales a museos y leí tanto como volví a leer libros nuevos y clásicos.

Entre artistas gráficos, pintores, diseñadores, encontré mucho trabajo que me agradó. Pero, ustedes saben, el «gusto» en el arte no puede ser la condición que determine que una obra es un acontecimiento . Creo que era Galvano della Volpeel que afirmaba que el arte adquiere su fuerza histórica en el alejamiento, el extrañamiento al que debe su inmanencia, su capacidad esencial de importar. Esa es otra manera de decir que se trata de obras pertinentes.

En la multitud de buenos trabajos artísticos que he visto en esto último meses ¡nueve!- se destaca Fernando Norat. Si alguien conoce de historia es este ilustrador que durante la cuarentena comenzó a ilustrar con poderosos claroscuros escenas del encierro, de la soledad, con tonos ominosos y, a la vez, con humor sarcástico. Norat doctoral de Historia Caribeña en la Universidad de Brown. Especialista en la Guerra Fría y las relaciones entre Cuba y la URSS, sus ilustraciones son también reflexiones de esa otra guerra fría en la que vive Puerto Rico como si estuviera la isla inmersa en una máquina del tiempo.

Otro proyecto de Norat son sus portadas de Libros que no existen. Se trata de una portada por cada pueblo y una pequeña narración sobre un hecho, leyenda o relato característico de ese pueblo. Además produce ilustraciones que remedan microrrelatos gráficos. Sin duda, Fernando Norat atraviesa por un momento de producción febril que no va en desmedro de su calidad. Por el contrario, disfrutamos del beneficio de un creador formidable, en un frenesí con un talento sobre el que quizás ni él mismo había reparado.

Puedes seguir a Fernando Norat en su IG: @tropiwhat

En su página de Facebook y en https://www.inprnt.com/search/products?q=fernando+Norat

 

 

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