El cinismo del DE: praxis sin reflexión ni acción

Por Sandra L. Soto Santiago/Especial para CLARIDAD

En la página del Departamento de Educación (DE), en la que se han colgado los módulos didácticos para las primeras diez semanas de clase, aparece una foto del filósofo y educador Paulo Freire con una cita suya que lee “la educación verdadera es praxis, reflexión y acción del hombre sobre el mundo para transformarlo”.Para Freire un modelo de educación liberadora requiere reflexión crítica, individual y colectiva, sobre nuestras realidades. Sólo así podemos transformarnos y, a su vez, transformar los espacios que habitamos.

Entré a ese enlace por primera a mediados del mes de agosto para acceder los módulos. Soy parte del equipo del Centro Universitario para el Acceso en Mayagüez (CUA-RUM), proyecto enfocado en la justicia educativa en Puerto Rico. Al igual que otros proyectos afines, hemos estado utilizando nuestros limitados recursos para imprimir copias de los módulos a estudiantes a quienes el DE ha dejado a su suerte al inicio del año escolar. Ya estaba yo bastante indignada y angustiada con la situación que enfrenta nuestra niñez y juventud ante el comienzo de un año escolar en modalidad remota, cuando me topo con la cita referida en una imagen enorme al principio de la página. Es la más cínica contradicción respecto a lo que está ocurriendo con la educación pública en el país. No sé a quién se le ocurrió utilizarla ni con qué propósito lo hizo. Lo que sé es que, según información provista a la prensa a finales de agosto por el mismo secretario del DE, alrededor de la mitad de las y los estudiantes actualmente no cuenta con acceso a tecnología ni internet. A esto sumemos que los datos del Instituto para el Desarrollo de la Juventud establecen que el 60% de la niñez en Puerto Rico vive bajo el nivel de pobreza, aunque ese número sin duda ha aumentado desde que comenzó la pandemia del COVID-19.

Los módulos didácticos se colgaron en esa página a días del comienzo de clases como una alternativa para estudiantes sin internet ni computadoras en sus hogares. Sin embargo, los mismos no están disponibles en papel, por lo que ha recaído sobre las familias, educadores y el tercer sector proveerlos a quienes los necesiten. Imaginemos por un momento lo que ello implica al tomar en cuenta lo siguiente. Cada estudiante necesita un módulo para cada materia. Hay módulos en esa lista que tienen más de trescientas páginas. En muchas familias en el país, hay más de una o un estudiante en edad escolar. Además, estos módulos sólo cubren el material para las primeras diez semanas de clase, lo cual implica que en unas semanas cada familia tendría que nuevamente ingeniárselas para imprimir cientos de páginas por estudiante.

Otra opción que ha dado el DE es que los módulos se impriman en las escuelas. ¿Cuentan las escuelas con los recursos para imprimir módulos para al menos la mitad de sus estudiantes? ¿Será posible que en las escuelas públicas del país no haya dinero para comprar papel de baño, pero sí haya tinta y papel para imprimir los módulos a cada estudiante que los necesite? ¿Y qué hay de escuelas como la Agripina Seda en Guánica que colapsó durante los temblores en enero 2020? A no ser que vayan ahora las maestras a rescatar –insólito logro si alguna vez hubo alguno– la fotocopiadora y algunas resmas de papel de los escombros, no veo cómo podrán imprimir copias para sus estudiantes.

¿Dónde están la praxis, la reflexión y la acción a la que nos insta Freire, en las decisiones del secretario del DE y su equipo de trabajo? Unos módulos “disponibles,” pero no impresos, no facilitan el aprendizaje ni logran transformación alguna. Por el contrario, se multiplica la ansiedad y la precariedad, lo que redunda en aun más exclusión en los escenarios educativos puertorriqueños. Utilizar esa cita como decoración en la página del DE es un insulto a las y los estudiantes, maestras, madres y padres, y hasta al propio Freire, quien argumentaba que hay una relación directa entre la palabra y la acción. Ese no es el caso en un Departamento de Educación donde hay plataformas, pero no computadoras suficientes; hay módulos, pero no se imprimieron; hay educadores trabajando desde la casa, pero no un salario digno ni una compensación para sufragar los gastos en los que han incurrido para poder enseñar remotamente.

El secretario dice que hay opciones, pero ninguna está diseñada para el verdadero acceso por parte de las grandes mayorías de nuestra población. Sus decisiones ante esta crisis han causado que la educación pública en Puerto Rico ya no sea gratuita y que padres y madres tengan que pagar por los libros de texto de sus hijas e hijos. El DE, tal como el raquítico Estado puertorriqueño, ha ignorado negligentemente las realidades de una generación que nació y vive en crisis económica, sin duda, pero también social, psicológica y educativa. Son crisis, además, agudizadas por el paso de los huracanes Irma y María, los temblores y tormentas y, ahora, una pandemia global.

Considerando el aumento en las cifras de contagios por COVID-19 en Puerto Rico, parece que el regreso físico a las escuelas no será pronto. No sé cómo el DE atenderá esta situación, pero, si por lo pronto, colgará módulos nuevos en esa página, espero que no sea otra improvisación y que se provean copias en papel a quienes las necesiten antes de que se empiece a cubrir el contenido. Eso es lo menos que merecen nuestras y nuestros estudiantes, quienes hoy luchan contra condiciones imposibles para hacer valer su absoluto derecho y su más liberadora posibilidad: la educación.

La autora es profesora en Mayagüez.

 

 

Artículo anteriorEl nuevo Comisionado de la CEE
Artículo siguientePedro Saadé Lloréns paladín del ambiente