El Cuartito de Jin-Jon

 

Por Meng Fei Ng

El cuarto pequeño estaba húmedo, el agua seguía estancada. Tal vez Jin se daría cuenta de que el tiempo no volvería para contarle lo sucedido. El dormitorio de Jin cuajaba con la luz del día una transfusión de veneno débil. Jin comía arroz por la mañana y bebía agua por la noche.

Jon se fue. Nunca regresó para cenar. Fue una inspiración insípida a regañadientes para el cuarto pequeño. Sostenía tres columnas por varias horas durante el día mientras todo se hundía. Era para mantener seco el cuartito.

Los dos se miraban las caras por las noches. Cada uno se preguntaba que quería del otro hasta que salía el alba para simplemente rendirse a la precipitación estrepitosa. Jon para aquella mañana volvió a sostener las tres columnas. Era un ejercicio matutino rutinario y de muchísimo esfuerzo, es decir, que le producía músculos. A Jin le tocaba masajearle los muslos.

Hierve el agua anunciando que está listo para el té. Dos tazas de porcelana china finísimos son puestos sobre una mesita de cedro gourmet. El corazón de Jon palpitaba a grandes aceleraciones, quería prontísimo sorber el té servido dentro de su taza. Pero le temblaban las manos y no podía cogerla. Jin la cogió por él y alimentó al ansioso con exquisito té verde infusionado, calmándole el hambre.

Jon seguidamente se quedó dormido y Jin le depósito en su boca los dos cubitos de azúcar que le faltaron al té de Jon. Éste último se preguntaba en sus sueños si Jin lo amaba… 

Una corriente eléctrica de mil quinientos voltios confirmaba el sí, electrocutando el cuerpo de Jon dejándolo tostado en minuto y medio, como pan caliente con mantequilla, listo para comer. 

El amor que llegó por la comida; el té que humedeció el cuarto.

    

Meng Fei Ng es psicólogo. Es venezolano y reside en la isla hace una década. Este relato es parte de un libro inédito.

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