El deber de desobedecer

Por Marcelo Barros/Especial para En Rojo

La Organización de Naciones Unidas consagra el 15 de mayo como “El día mundial de la objeción por conciencia”. Llamase así la actitud de quien, por convicción religiosa, social o política, no acepta tomar las armas, participar en guerras o practicar actos violentos. Según el derecho internacional, la persona tiene el deber de desobedecer, cuando el orden dado se opone a su conciencia. Tribunales internacionales condenaron a soldados nazis que asesinaron personas para cumplir órdenes. En 1980, en El Salvador, pocos días antes de ser asesinado, Monseñor Romero, proclamado santo, predicaba: “Pido a los soldados que desobedezcan y paren la violencia. ¡No maten! “.

Actualmente, el modelo democrático está en crisis. Cada vez más, los gobiernos sirven para reforzar el poder de los conglomerados económicos. Favorecen guerras, la venta de armas y el poder de los que detienen la riqueza. En Brasil, el presidente de la República propone que todos puedan tener armas, padres que enseñen a sus hijitos a disparar y que los  policías puedan matar a quienes les parezca sospechoso. Por todo el país, se  ven actos de racismo, violencia contra la mujer y contra minorías sexuales. En casos así, todo ciudadano tiene obligación de actuar para que tal proyecto perverso no se concretice. En Venezuela, las personas conscientes deben actuar contra la guerra cruel que, a través de los medios de comunicación, el imperio hace contra el gobierno bolivariano y el pueblo de ese país. 

La violencia, cometida por una persona, o por un poder de Estado, sea ejecutivo, judiciario o legislativo, jamás construirá una sociedad de paz y justicia. Durante la historia, líderes reconocidos y premiados con el Nobel de la Paz fueran condenados como criminales. Nelson Mandela pasó 20 años en la prisión. Gandhi y Martin-Luther King fueron considerados ilegales por sus países. En América Latina, Adolfo Pérez Esquivel y Rigoberta Menchú fueron considerados subversivos. 

Más que cualquier poder social y político, religiones e Iglesias deberían reconocer el derecho a la disidencia y a la objeción de conciencia ante un poder autoritario o injusto,  no importa que sea el gobierno de una nación, o  el poder económico que domina el mundo, o el un poder religioso que no sirve al pueblo. Conforme a la Biblia, cuando las autoridades de Jerusalén prohibieron a los apóstoles a hablar en el nombre de Jesús, éstos respondieron: “Entre obedecer a Dios y a los hombres, es mejor obedecer a Dios. Por eso, los desobedecemos a ustedes “(Hch 5, 29).

El autor es monje benedictino y ha escrito más de 40 libros.

Artículo anteriorCrucigrama: Luis Carlos López
Artículo siguienteA proposito de David Harvey*