El espíritu en la máquina: El caso Coll y Toste

 

Por Rafael Acevedo/En Rojo

 

 

Dentro de las fábricas estaba el tren en toda marcha. El resoplar del férreo monstruo era imponente: las volantas rodaban sobre sus ejes centrales con precisión; losémbolos salían y entraban en sus acerados tubos, sonoros. En las grandes pailas hervía el guarapo, cuya cachaza arrojada por mano potente de uno a otro tacho con las largas palas de madera, levantaba leves nubecillas aromosas que se condensaban grisáceas en los elevados techos y salían al exterior. De cuando en cuando los gritos salvajes de los fogoneros, que metían bagazo en las hornallas, contrastaba con el melancólico cantar de la monótona guaracha de los paileros y con el chirrido de la maquinaria temblorosa. Todo parecía vacilar bajo el misterioso soplo de un espíritu poderoso. Era el himno vivificante al trabajo, que dulce, vago, y encantador, en alas de las brisa tropical, rodaba sobre la extensa llanura con la nota aguda del silbato estridente de la caldera repleta de potente vapor.

(Leyendas puertorriqueñas p. 164)

 

  1. Al repasar las leyendas de Cayetano Coll y Toste buscaba refrescar esa idea de que la historia y la ficción son procedimientos de escritura hermanados. Mucho antes de que lo convirtiera en dogma Hayden White los escritores lo tenían bastante claro. Sin embargo, ese párrafo que cito me permitió repensar algunas cosas.Esa maquinaria, esas pailas, esa fábrica en donde ‘todo parece vacilar bajo el misterioso soplo de un espíritu poderoso”  son algo más que una demostración de que el arecibeño era un formidable escritor. Ahí hay una serie metafórica que me lleva a sugerir que ese espíritu es similar al “himno vivificante” de un aparato administrativo moderno que incluyó a la obra de Coll y Toste como parte de su entramado ideológico. Quiero decir que las leyendas de Coll y Toste permitirían evitar la dispersión de la puertorriqueñidad ante la pujanza de ese aparato administrativo sin alma que es el colonialismo pactado. Este país, Puerto Rico podría sobrevivir si mantenemos sus mitos. ¿Algo así no ha dicho Dumézil?:

            «El país que ya no tenga leyendas dice el poetaestá condenado a morir de frío. Es harto posible. Pero el pueblo que no tuviera mitos estaría ya muerto. La función de la clase particular de leyendas que son los mitos es, en efecto, expresar dramáticamente la ideología de que vive la sociedad, mantener ante su conciencia no sólo los valores que reconoce y los ideales que persigue de generación en generación, sino ante todo su ser y su estructura mismos, los elementos, los vínculos, los equilibrios, las tensiones que la constituyen; justificar, en fin, las reglas y las prácticas tradicionales sin las cuales todo lo suyo se dispersaría» (Dumézil, 1971: 15).  

 

Nuestras leyendas son modos de relatarnos. Los formidables cuentosde Cayetano Coll y Toste, publicados en primer tomo por la Editorial Puerto Rico Ilustrado (1924) fueron prologadas por el entonces joven Carlos N. Carreras. En esa nota “Al lector…” Carreras se explaya en elogios sobre los textos reunidos. Llama a Coll y Toste ‘historiógrafo”y destaca la “sutil ironía de su ingenio”. Señalo estas dos cosillas porque Carreras, casi escribiendo la palabra griega, rinde homenaje a la labor de Coll y Toste: estudiay recopila bibliografía, documentos y textos históricos.  Su estudio se traduce en escritura literaria. Se cuida de compararlo con Ricardo Palma (Tradiciones peruanas) para ir autorizándolo. De Palma ya se comentaba en 1889 (Francisco Sosa) “¿Qué son las Tradiciones? Son leyendas breves en las que no se pueden señalar claramente cuáles son los lindes que separan la historia de la novela”.

Carreras, en par de ocasiones, parafrasea o cita directamente las palabras del periodista italiano Aníbal Latino. Dice Carreras:

            Dijimos que la leyenda era un apunte fugitivo de la historia reanimado por la gracia y la imaginación penetrante del escritor. .. y si asentimos, también, que para ser historiador es menester ser hombre de letras, con elegancia de estilo fácil, ser competente en ciencias y en artes, para reflejar con exactitud las manifestaciones de la vida de un pueblo, queda hecha la presentación del lector de esta obra desde esas consideraciones, quien llena a carta cabal todas esas aptitudes en eminentes grados de sabiduría.

El Dr. Don Cayetano Coll y Tosté, poeta laureado, escritor de bello estilo, conocedor de las cos- tumbres de nuestra sociedad desde su formación, que sabe dar a su prosa calor y color, hombre de ciencias y letras, consagrado a la noble misión de la Historia de su patria, y por último, político notable que ha resuelto hábilmente problemas trascendentales de gabinete es una de esas firmas que gozan de tan sólido prestigio en las letras, que por sí sola avalora el libro que queda en las manos del lector. . .  (Leyendas, 1924)

 Escribe Latino:

Ninguna tarea más difícil, en adelante, que la del historiador. Y si la historia ha de ser considerada como literatura propiamente dicha, merecería ser antepuesta a la novela y figurar en primera línea como en los tiempos antiguos. (…) el historiador necesita ser hombre de letras en el más alto sentido de la palabra, porque debe saber exponer los hechos con elegancia, con estelo fácil y agradable y necesita, al mismo tiempo, ser competente en política, ciencias, y artes, para reflejar con exactitud las manifestaciones de la vida de los pueblos diversos y complicadísimos aspectos.

(…)

La guerra en todo caso, ha señalado el principio de una nueva orientación histórica. Sin temor a equivocación se puede augurar, desde ahora, que habrá una gran profusión de obras históricas de todo género dedicadas, en su mayor parte, a describir uno u otro aspectos del período que atravesamos. ¡Y qué bien sabe si la historia no está llamada a suplantar a la novela en las preferencias de las lecturas generales! (La nueva literatura, 1922)

 La admirable visión que de la historia tiene Aníbal Latino (José Ceppi, italiano asentado en Argentina donde logra convertirse en un periodista de gran importancia e influencia en los rotativos del continente) lo convierte en referencia obligada en esas primeras dos o tres décadas del siglo pasado. Carreras, un lector voraz y buen escritor que luego habrá de ser parte de los proyectos educativos del estado puertorriqueño, es el primero en valorar el valor de la prosa de Coll y Toste. Sin embargo, al igual que todos sus comentaristas contemporáneos parecería que han tomado los recursos retóricos de la humildad debida (captatio benevolientae) que usa el historiógrafo como criterio de valoración.

  1. Hablábamos del espíritu en la máquina como una metáfora de una cierta codificación de la realidad (ideología) en un aparato administrativo moderno (ELA). Reviso entonces otro libro. En 1960 la Editorial Orión de México publica Selección de leyendas puertorriqueñas compiladas y anotadas para uso escolar con autorización del Departamento de Educación de Puerto Rico por su hijo Cayetano Coll y Cuchí.La obra de Coll y Toste insuflará con su espíritu nuestro modo de narrarnos. A través del Departamento de Educación servirá para esa pretensión de darle estructura a nuestro historia, darle equilibrio, evitar la dispersión, diríamos, parafraseando a Dumézil. Y en ese tránsito, la obra literaria se ve en cierto modo minusvalorada. No me parece que esto ocurra de manera intencional. Estoy seguro que no ocurre esto por mala fe. Es, pienso yo, una lectura literal de la retórica al uso de un escritor que nace en 1850. Me refiero a que cuando en el prólogo a la edición de Orión (1960) Edna Coll, su nieta y escritora por obra propia, destacaba que fue ante todo historiador parecería tratar de justificar un cierto desorden de estilo o algún descuido: “Fue, ante todo, el Historiador. Así es como mejor se le conoce. En y fuera de Puerto Rico, a pesar de que procedió a publicar su obra capital, el Boletín Histórico de Puerto Rico. A los sesenta y tres años de edad. Por ser obra de madurez, acosado por la prisa, adolece de fatigoso desorden, que está en parte justificado en su Dedicatoria al pueblo Puertorriqueño “En esta obra puedes estudiar detenidamente tu pasado, para corregir lo que debas corregir que ninguna empresa humana es perfecta”.                                                                    Este comentario en el que vuelve a destacarse la humildad que recubre una obra de acopio monumental ha sido entendido por algunos historiadores como una apreciación crítica. Ahora no tengo tiempo para mencionar a los historiadores. Se los dejo de asignación.
  2. En el segundo volumen de sus Leyendas(1924) Coll y Toste aclara que son 90 los relatos y que cedió a su amigo Romualdo Real, director de Puerto Rico Ilustrado, veintisiete, “más no la propiedad”.El segundo volumen consta de treinta “para complacer a los amigos que las piden con insistencia”. El propósito de las mismas es “despertar en mis compatriotas el amor al estudio de la Historia Regional, que siempre es seco y árido; pero la leyenda lo hace atrayente y distraído.De nuevo, captatio benevoletiae. En la edición de Orión (1960) Edna Coll se hace eco de esa humildad formal. Se pregunta la escritora ¿Tienen algún valor literario sus cuentos o son meras crónicas de información? ¿Cuál es la importancia real y política de las leyendas?

La ansiedad del historiador en ordenar y rectificar nuestra historia, aún en pañales como su literatura, no le permitieron entregarse de lleno al cultivo del arte por el arte mismo, conllevando su misión un ideal más práctico aún, el de reconstruir con su pesquisa inteligente y tenaz la formación de nuestra conciencia nacional. El patriota se imponía siempre al artista. Leyendo sus narraciones históricas nos percatamos de su habilidad para contar en lenguaje fácil y directo, ateniéndose deliberadamente a la claridad de expresión. No era su meta sugerir, ni refugiarse en mundos ignotos o soñados, ni descubrirlos; ni puede su actividad literaria manifestarse libre y pura, untada esta de interés y enseñanzas morales, porque su primer cuidado fue no omitir el más mínimo detalle en la exégesis que pudiera dar a sus lectores de aquellas cosas fundamentales que suponen ser médula misma de nuestra vida y de nuestras costumbres. Su aspiración a reconstruir lo histórico lo impele, necesariamente, a caer en elementos extrapoéticos. (…) En sus estampas regionalistas se entrecruza el realismo prosaico con el recreo constante de las reminiscencias, que es el refugio lírico del artista. Empero sus posibles fallas como arte puro, Coll y Toste cumple su propósito de enseñar la historia de su tierra en forma amena y divertida, y en su culto a la patria, hace obra permanente.

 Me permito diferir. En los cuentos de Coll y Toste hay lenguaje fácil y directo junto a hermosas series metafóricas, sutiles alegorías, ritmo y poesía. Hay mundos ignotos (que impresionan a veces con la razón o se disipan en el sueño). Lo extrapoético aquí, si se le puede llamar así a sus ‘enseñanzas morales”  están untadas de fina ironía. Su realismo -como en la batalla de Amézquita frente a frente contra el invasor- demuestran la maestría de un escritor de oficio.

3.Si releo la cita con la que inicio estos fragmentos que pergeño recuerdo a dos escritores que están lejos  de Coll y Toste cronológicamente y en sus intenciones. A saber:

«Incluso algunos de sus materialistas compatriotas están preparados para aceptar, al menos como una hipótesis de trabajo, que alguna entidad ha… por así decirlo, invadido a HAL. Sasha ha encontrado una buena manera de expresarlo: El espíritu que mora en la máquina”».

Arthur C. Clarke, 2010: Odisea Dos, 1982

«La doctrina oficial, que se remonta principalmente a Descartes, viene a decir lo siguiente: […] todos los seres humanos cuentan con un cuerpo y una mente. […] Algunos preferirían decir que todos los seres humanos son un cuerpo y una mente, juntos. De ordinario, el cuerpo y la mente de cada uno están unidos, pero después de la muerte su mente podría seguir existiendo y funcionando. […] Lo expuesto es la teoría oficial. Me referiré a ella a menudo, en un tono deliberadamente denigratorio, como el dogma del espíritu que mora en la maquina. Espero demostrar que es totalmente falso; no solo en sus aspectos concretos, también por principio».

Gilbert Ryle, El concepto de lo mental, 1949

¿Podríamos leer las Leyendas con esas claves? Por supuesto que sí. Esa invitación la incluyo con otras que han hecho sobre el autor escritores e investigadores como Marta Aponte, Mario Cancel Sepúlveda y César Salgado y muchos más, que leen con devoción y cariño nuestras letras. Solo quiero añadir a la cuestión, que si bien el logos filosófico y científico de Occidente se vuelve contra la metaforización, este procedimiento está ahí con su lógica otra, como alteración de los discursos que parecería obedecer – el de los documentos y el análisis objetivo de los hechos- . Es obvio que Coll y Toste, como recopilador de textos, no queda absorto en la tarea de organizar el enorme material documental que reúne. Su forma de catalogarlo, de hacerlo accesible, es en cierto modo incumplir con una prohibición, borrar la línea entre ficción y el objeto real que es el documento histórico. Para Coll y Toste los acontecimientos pueden convertirse en formas de narrar y describir el funcionamiento de una máquina. Una máquina puede producir un himno al trabajo. El trabajo es la coreografía que se ejecuta al sonido de la máquina. Un gran escritor. Un gran narrador. Eso es Coll y Toste.

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