El hastío de un payaso 

 

Por Juan R. Recondo / Especial para En Rojo

Todos conocemos la mitología de Batman y las leyes que usualmente gobiernan su mundo (y éstas varían según la interpretación del escritor). Gotham City no da abasto por la corrupción que mina todas sus instituciones y el millonario Bruce Wayne ha tomado cartas en el asunto. Independientemente de que nos identificamos con Batman, el personaje representa la mano oscura de un fascismo capitalista que lucha por proteger ciudadanos indefensos de las pandillas homicidas que corren rampantes por la ciudad. Su principal enemigo, el Joker, es la oposición perfecta para el héroe. Mientras la oscuridad de Batman busca imponer orden, la colorida amenaza del Joker riega el caos dejando un sinnúmero de muertos a su paso. En la película Joker, dirigida por Todd Phillips, Gotham City empuja a Arthur Fleck (Joaquin Phoenix) a transformarse en el payaso homicida.

Me parece genial la manera que la película desafía lo que conocemos del mundo de Batman. Personajes que siempre hemos asociado con una nobleza de espíritu, quizás porque en otros textos los leemos a través de la mirada de Bruce Wayne, se convierten en crueles representantes de una clase privilegiada que se burla de la pobreza de las masas. Con una mezcla genial del Travis Bickle de Taxi Driver (dir. Martin Scorsese, EEUU, 1976) y del Rupert Pupkin de The King of Comedy (dir. Martin Scorsese, EEUU, 1982), Arthur Fleck se convierte en el estandarte de todas las víctimas del sistema. En una escena central del Joker, un personaje afroamericano le asegura a Fleck que el sistema los engulle a ambos. Este momento establece una conexión entre la experiencia de una identidad racial pisoteada y un hombre oprimido por sus condiciones mentales, identificando la otredad de Gotham City.

Por otro lado, es urgente identificar otros comentarios políticos sumamente perturbadores. No voy a revelar nada que no se vea en los cortos de la película, pero el Joker se transforma en un símbolo para un grupo descontento con el sistema. Es inevitable identificar al grupo con los sectores de la izquierda del mundo real que pelean enmascarados contra el autoritarismo del poder y la derecha. Sin embargo, la izquierda se deshumaniza al verse reflejada en las hordas que apoyan al payaso criminal y que también participan en su violencia. Joker critica los ideales fascistas de Frank Miller, que éste vierte en su brillante novela gráfica The Dark Knight Returns (1986), pero termina creando una resistencia tan corrupta como Gotham City.   

La cinematografía de Lawrence Sher construye una Gotham City sucia y amenazante con claras referencias al Nueva York de Taxi Driver. El Arthur Fleck de Joaquin Phoenix es un guiñapo a punto de estallar. Phoenix le da al personaje un lenguaje corporal muy particular. Es un placer ver a Fleck correr, tensarse al amarrar un zapato y hasta bailar lentamente en una esquina oscura de la ciudad. Sin embargo, la dirección de Phillips mina la historia con giros predecibles que ya hemos visto en las películas de Scorsese antes mencionadas y en Fight Club (dir. David Fincher, EEUU, 1999). Sher y Phoenix hacen del Joker una obra maestra dentro del género de las películas de comics, aunque su dirección es poco imaginativa y su política se alíe a los sectores de poder.

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