El hijo de Fiona Ko CUENTOS DE ANA MARIA RÚA*

Esto es otra cosa, piensan al enterarse de lo que le pasa al hijo de Fiona Ko y Andrés Gómez. El muchacho lleva meses de suplicio, víctima de una condición casi desconocida y hasta ahora inoperable, cuyos efectos visibles en la pituitaria resuenan, inexplicablemente, en los sentidos del olfato y el gusto.
El hijo de Fiona Ko, inglesa cuyos antecedentes asiáticos nunca han sido revelados, aunque conforman el cincuenta por ciento de su genotipo, y de Andrés Gómez, navarro del montón, cuyos compañeros de colegio llamaban El Calvo por razones obvias, huele circunstancias. Lame intenciones, también. El desvarío monstruoso y exponencial de estos dos sentidos lo agota: ha tenido el curioso efecto de drenarle la linfa de los nodos principales de su cuerpo, haciéndolo vulnerable a todo tipo de infección, llenándole el sistema de basura ajena, de la que no puede deshacerse.
Él no lo sabe todavía, naturalmente. No prevé el fin de una vida de sobrecarga papilar y desagravios postergados. Ignacio Gómez Ko cree que pronto encontrará cura o paliativo para su condición, y no se imagina que sus tejidos van hinchándose a diario, como vertederos de temperamentos que son. Sólo que se siente cansado: muy cansado.
\Ignacio sabe ya distinguir, exclusivamente por su olor y sabor, entre los canallas y los mediocres, entre los virtuosos y los tercos, y, más delicadamente, entre los canallas mediocres, los virtuosos canallas y los mediocres tercos. Los antipáticos concretos o literales, contrario a los antipáticos simbólicos, huelen a caucho quemado y saben a root beer. Los deprimidos llenan su capucha desinflada con orgullo, una capa que despide olores a naranja agria y a algodón recién lavado. Los ingenuos traen consigo la circunstancia que sabe a piña pasada de su mejor punto, ácida y dulzona.
El buen amigo huele a musgo, a verde húmedo y noble, a setas silvestres. El amante huele a humo; deja rastros cenizos en la garganta.
Los tontos saben, curiosamente, a aceite de hígado de bacalao, y los engreídos huelen a orina. En esta categoría se hallan algunos arrogantes, que sueltan ondas odoríferas regulares, cronometradas, lengüetazos de amoniaco rancio. De los patios de los niños buenos se escapa el olor a abono y gatos, que se mezcla con el polvo que levantan los carros veloces al pasar cerca de las cunetas secas.
Los que quieren complacer son los peores. Saben a aserrín. Bajo esa categoría están los de risa fácil, los inseguros, cuya ansiedad se huele a leguas y que expelen un aroma parecido al de la paprika, que todos saben que no huele a nada en particular, pues la paprika, una especia fantasma, no merece su popularidad. Así huelen los débiles.
Por eso es que nuestro muchacho, presa del agobio que trae la percepción, se encierra en su cuarto. Está cansado.
Ahora, resulta que Ignacio Gómez Ko ya no tiene por qué sufrir más. Su condición se puede operar, la linfa lograría volver a sus surcos, podemos recalibrarlo, dicen los endocrinólogos. Ya no hay necesidad de clasificar, Ignacio: se acabó tu taxonomía tóxica. Pero él ya ha empezado a dibujar su esquema divino, su boceto de infierno chiquito, con círculos y niveles y columnas que bajan en picada, y está dándole los toques finales. Cada ser humano pertenece a un tipo gustativo y oloroso particular y puede colocarse en los nichos y gavetitas que de estos dos sentidos ha creado Ignacio. Últimamente le ha interesado explorar cómo puede cambiar de tipo la misma persona, según las circunstancias y edad. (Muchos habrán notado el olor particular de los viejos, o el de los bebés, los únicos ejemplos –obvios y crasos– en los que las intenciones a ambos extremos de la vida sueltan moléculas que hasta el más insensible puede captar). Su sistema clasificatorio podría ser de gran beneficio para la humanidad de nariz tupida y lenguas embotadas. Ligadas a los olores y sabores Ignacio ha dibujado (a duras penas porque su talento no se extiende al lápiz y papel) unas lindas figuritas de personas, para que los interesados en esta ciencia, faltos de la agudeza sensorial de Ignacio, aun así puedan identificar visualmente a amigos y a amenazas, evitándose disgustos y atrayendo amores. Imaginen lo mucho que se podría lograr con un buen análisis preventivo. Menos divorcios, al menos. No quiere que lo intervengan, ahora que ve, por fin, la utilidad de su calvario.
El hijo de Fiona Ko se negó rotundamente a la cirugía salvavidas, tomó un último vaso de agua y cerró la puerta de su cuarto con pestillo, no sin antes recorrer la casa y botar todos los saleros. Los amigos de El Calvo lamentaban este giro trágico en la vida de su compañero. Fiona se sentaba a esperar junto a la puerta.
–Maldita sea, váyanse, apártense de mí –les dijo a los niños.
(Los niños olían a mundo, sabían a pura mantequilla, a azúcar y miel).
–Váyanse, que me ahogan. Que me ahogo.
Mientras tanto, en el patio de la vecina, una nena contemplaba el lagartijo que acababa de descuartizar. Le había costado mucho hacerlo, porque los lagartijos son elásticos, y no es fácil abrirlos. Cuando presionó sobre la panza del animal salió un hilito generoso de caca blanda. La niña sintió un peso que presionaba sobre sus hombros, que la anclaba a la tierra. Triunfal, miró hacia arriba, girando el cuello de lado a lado, y se sintió segura, feliz, con la satisfacción del que acaba de terminar un rompecabezas. Olió el cuero maleable de la criatura y luego lo lamió, temblando de alegría.

 

El Bien
Expresiones en torno al Informe anual de progreso, Círculo 4, Comité de derechos de producción
Estina Uprel, Representante de sindicato, P.U.
Fecha: día 5, mes 10, año 16

Saludos solidarios a todos los presentes: socios de Círculo, gerentes de unidad, constituyentes.  Este año nuestro Comité ha dirigido sus esfuerzos al análisis de la recepción comunitaria hacia los derechos laborales de nuestras Personas, dado el cambio aprobado en la Constitución de P.U.  Hemos observado progreso en los renglones de salario y atención médica, pero nos preocupa la resistencia creciente en las áreas de descanso y horas laborables, además del alza en incidentes relacionales negativos. Esperamos crear conciencia en cuanto a las contribuciones y el valor social que aportan nuestras Personas y llamar la atención a lo que vemos como serios atropellos a la dignidad de las Mismas.  Recordemos: sin Persona, no hay Yo.
En los últimos quince meses, treinta y ocho Personas en nuestro Círculo han reportado tener que trabajar cuarenta y cinco minutos o más por encima de la jornada límite, a petición verbal de sus clientes y con el aval (también verbal) de sus administradores.  La alta incidencia de estos casos, provenientes de distritos que no están conectados por Puente –Path, sugiere que no son meramente anecdóticos, sino que exponen una normativización que debemos encarar.
De estos treinta y ocho casos, siete se han negado a rendir servicios sin la presencia de un representante del sindicato.  De ésos, dos han recibido despidos por insubordinación, lo que dificulta su contratación en otros Círculos y acorta el periodo de productividad al que puedan ampararse a la hora de jubilarse.  El aumento en horas no estipuladas por contrato de las otras treinta y una Personas impone un precedente alarmante que traeremos al foro en las próximas negociaciones. No debemos permitir que esta violación de derechos se convierta en uso y costumbre.
En cuanto al tiempo de descanso, los más recientes estudios han confirmado que la producción ideal viene con siete horas de Preparación en Asueto; una hora más resulta en un producto degradado, de altos niveles de glucosa, y una hora menos, como ya se vio en la tragedia del año 14, produce niveles de lípidos tan bajos que el daño a la población puede tardar meses en revertirse, según el gráfico 1a.
Peor aun, a nuestra oficina han llegado querellas de conflicto relacional con clientes.  Las Personas querellantes ya tienen licencia permanente (gráfico 1b), pero esto no las ha protegido.  Solo podemos imaginarnos el daño que están sufriendo las Personas en probatoria, que temen reportar estos abusos por miedo a ser despedidas, y cuyas evaluaciones dependen de la calidad del producto en los primeros tres años, producto que como todos sabemos se evalúa en análisis no anunciados a intervalos impredecibles durante el periodo probatorio.  Estas Personas callan por años, y no debe sorprendernos que el Bien que producen en este periodo de abuso y silencio sea inferior. Entre las quejas de conflicto relacional se encuentran mordeduras, periodos de extracción con aparatos no aprobados y contacto manual. Las multas, si alguna, son mínimas, en clara violación de contrato. Si el ataque a la dignidad humana no conmueve al público en general, esta consecuencia de baja calidad en el producto debería preocuparle.  Hemos comisionado un estudio independiente de los niveles de cortisol y proteínas en estos casos, pero para eso necesitamos libre acceso al producto usado en los análisis del Bien en probatoria.
Todos conocemos los últimos triunfos del movimiento de privatización del Bien, que ha envenenado la percepción y opinión del público hacia nuestras Personas, abogando por una separación absoluta entre la Extracción y la regulación gubernamental.  No olvidemos que nuestros impuestos son los que mantienen a nuestras mejores Personas al servicio de todos nuestros clientes, en especial los minusválidos y los ancianos, que no podrían pagar los precios altísimos del Bien si éste se convirtiera en otro juguete de la Bolsa.  Los únicos ganadores en toda esta farsa serían los accionistas. Tanto nuestras Personas como la clientela sufrirían las consecuencias. Recordemos, además, que nuestros niños dependen del Bien para desarrollarse. (Sin Ellos no hay Nosotros). Nuestras Personas son miembros íntegros de una sociedad que dice llamarse progresista.  Deberían recibir agradecimiento y respeto y servir de inspiración para todas aquellas jóvenes que estén considerando una carrera en nuestra industria. Pero el problema de los privatizadores las ha asustado. Este año tuvimos la clase graduanda más pequeña en la historia de nuestro Círculo. Si la tendencia sigue, nuestro país seguirá bajando en las listas internacionales.
De Bélgica nos llegan informes similares.  Allí las Personas gozan de derechos que aquí, tristemente, se ven como privilegios.  A las Personas belgas se les paga en el nivel más alto de la escala salarial. Muchas de las Personas con licencia permanente tienen su propio cuarto, y hasta se les permite caminar.  Algunas salen a tomar sol durante su tiempo de Preparación en Asueto. No se les cobra por la inserción de tubos, ni por su mantenimiento, y disfrutan de la medicina más avanzada y servicios de cuidado gratuito tan pronto como aparece cualquier tumor.  Pero los privatizadores han llegado allá también. Ahora quieren quitarles muchos de estos derechos bien merecidos. Algunos hasta creen que los hijos de la nueva oligarquía tienen derecho a cinco sesiones al día. Bastante mal estaría que este exceso de extracciones diarias se limitara al producto de la más alta calidad, del que ya queda muy poco.  Pero los privatizadores también exigen acceso libre a múltiples Personas, varias veces al día. Si vemos esto hasta en las naciones más ilustradas, ¿qué nos espera a nosotros?
Y hablando de nosotros, ¿por qué no reconocemos que los pocos avances que hemos alcanzado son necesarios?  Si no fuera por la lucha de nuestras predecesoras en el sindicato en el año 6, estos derechos que las Personas adquirieron habrían desaparecido.  Ya sabemos lo que ha ocurrido en los pocos países que carecen de sindicato. El éxodo de Personas ha sido masivo, y el Bien almacenado no ha dado para alimentar a la población.  El único resultado posible es la hambruna, la violencia y la desintegración total de la sociedad. De estas regiones nos llegan historias de Personas secuestradas antes de llegar al aeropuerto y puestas a trabajar en condiciones infrahumanas.  Sin la regulación indicada y las medidas de cuido pertinentes, el Bien para de fluir. La muerte por sequedad es la más terrible. No tengo que recordarles los titulares y las imágenes que eran tan comunes en el año 2.
Sin las Personas no hay educación, no hay crecimiento, ni economía, ni cultura, ni vida.  Las artes y la investigación científica también dependen de una población librepensadora, ilustrada y saludable, con pleno acceso al Bien.  La dignidad de nuestras Personas es reflejo del valor que nuestra sociedad le adjudica al Bien. Sin Ellas no hay Nosotros.
Estina cerró su tableta a las 8:45, hora de extracción de la media mañana.  Tres clientes ya se habían alineado frente a la tabla láctea. El primero haló del tubo extractor insertado por el pezón y se acomodó.  A esta hora le tocaban los varones de mediana edad, seguidos de seis niñas de preescolar a las dos y luego una visita del asilo de ancianos a las cinco.  Alguien mencionó que mañana llovería. Mientras Estina se acomodaba su propio tubo alimentario, dos clientes discutían sobre el campeonato de baloncesto. Luego se hizo el silencio.  El primer cliente tosió y entonces empezó a mamar.
*Estos relatos forman parte de ‘Neural’, libro que se publicará el año próximo.

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