El microrrelato: algunas guías para aproximarse a su lectura

 

Especial para En Rojo

El microrrelato o microcuento, entre muchas otras denominaciones con las que se pretende nombrarlo, es aceptado hoy día por críticos y lectores de todo el hemisferio como un nuevo género con sus propias características. Muchos concuerdan en que este exige un lector comprometido y activo. En Europa y Latinoamérica se discute su valor como medio de expresión literaria en tertulias, salas de clase y congresos. En Puerto Rico aún no destaca como objeto de estudio, aunque se escriben y publican libros que se describen como conjuntos de microcuentos en su totalidad o híbridos, es decir, que contienen cuentos y microcuentos. Dadas sus particularidades, para acercarse a su lectura es pertinente y conveniente trabajar primero algunos conceptos que nos ayudarían a tener una mejor comprensión. Tres de estos son la ironía, la elipsis y la intertextualidad. De este último hablaremos a continuación.

 El concepto de la intertextualidad

Julia Kristeva

¿Qué es la intertextualidad? ¿Quién la nombra?, ¿cuándo se tiene noción de esta? Julia Kristeva retomó el discurso de Mijaíl Bajtín para plantear la idea de la multiplicidad de voces y reconocerle como uno de los iniciadores de un proceso de impugnación de las ideas burguesas que ubican al emisor del mensaje como centro ideológico. Así Kristeva afirma: “Bajtín es uno de los primeros en reemplazar el tratamiento estadístico de los textos por un modelo en que la estructura literaria no está, sino que se elabora con relación a otra estructura” (188). Ambos postulan el desplazamiento del foco hacia el mensaje mismo, el contexto en el que se produce y el receptor como ente que percibe y analiza. Su teoría percibe una palabra cuyo sentido no es estático, sino un encuentro en el que dialogan tanto el escritor como los personajes y el destinatario, así también postula un diálogo entre los contextos culturales anteriores y actuales. En abierta oposición a la visión tradicional de que un texto tiene un sentido único, ella suscribe a Bajtín quien postula un texto en el que se encuentra más de una voz, más de un discurso, y por tanto más de un sentido:

…el eje horizontal (sujeto-destinatario) y el eje vertical (texto-contexto)    coinciden para desvelar un hecho capital: la palabra (el texto) es un cruce de palabras (de textos) en que se lee al menos otra palabra (texto)…todo texto en mosaico de citas, todo texto es absorción y transformación de otro   texto. En lugar de la noción de intersubjetividad se instala la de intertextualidad, y el lenguaje poético se lee, al menos, como doble (Kristeva 190).

Kristeva también incluye el contexto como aspecto fundamental para la comprensión del texto. La ambivalencia supone la inclusión de la historia y la sociedad en el texto (195). La multiplicidad de voces que se entrelazan necesitaría de una nueva ciencia que la estudie: la translingüística. Dicha ciencia tendría que ir más allá de la lingüística, cuyo ámbito se limita a la relación significado/significante, por lo que no podría utilizarse en el estudio de las relaciones dialógicas, pues estas últimas suponen: “una infinidad de acoplamientos y de combinaciones (196).” Sin embargo, reconoce como lo hace Bajtín, que la novela puede presentar dos principios de formación: el monológico y el dialógico.

En relación con la palabra y su función, suscribe tres categorías: la palabra directa o denotativa, esta es la palabra del autor; y la palabra objetual, o discurso directo de los personajes. Esta primeras dos, de carácter unívoco. Y una tercera opción que permite al autor trabajar la palabra de un modo nuevo y distinto: “De ello resulta que la palabra adquiere dos significaciones, que se vuelve ambivalente. Esa palabra ambivalente es pues el resultado de la junción de dos sistemas de signos… [que] …relativizan el texto… (201).”

Jonathan Culler

El crítico norteamericano Jonathan Culler también discute sobre el concepto de intertextualidad. Él reconoce que los textos no se producen en un vacío sino que su comprensión siempre va a estar atada, a un contexto: “For a discussion to be significant it must stand in a relationship…to a body of discourse, an enterprise, which is already in place and which creates the possibility of the new work (Culler, 100).”

Culler esboza el problema de la comunicación literaria y la inteligibilidad del proceso de comunicación. La pregunta de dónde radica el sentido, si en el emisor que codifica el texto en sí o en el lector que decodifica, plantea la dificultad de afirmar categóricamente dónde radica la significación última del discurso; no obstante, se inclina a afirmar que el sentido está en el propio texto y que este expresará sus significados a la luz de un marco de referencia más amplio, a partir de unas expectativas generales previas. Será este marco de referencia lo que le dará sentido y significación a lo que se quiere decir. La sujeción del discurso a ese cuerpo primario es lo que define como intertextualidad: “In saying that my discussion is intelligible only in terms of a prior body of discourse– others projects and thoughts which it implicity or explicitly takes up, prolongs, cite, refutes, transform—I have posed the problem of intertextuality and asserted the intertextual nature of any verbal construct (108).”

Este marco de referencias que él denomina ‘presuposiciones’ no se produciría de manera deliberada, sino que forma parte del acervo cultural y académico del escritor, de su memoria académica; lo que plantea, a su entender, una de las dificultades de la intertextualidad: que es muy difícil conocer todos o acaso alguno de esos ‘presupuestos’ y trazar sus orígenes, y, por tanto, es muy ardua la tarea de describir la intertextualidad. Para Culler, la intertextualidad descarta la ‘originalidad’ de los textos y establece que su significado siempre incluirá a los ‘otros’ textos anteriores. Pero esa participación no será solo por su mera presencia en el mismo, sino porque influirá de algún modo en su tono y significación: “Intertextualty thus become less a name for a work’s relation to particular prior text than a designation of its participation in the discursive space of culture: the relationship between a text and the various languages or signifying practices of a culture and its relation to those text which articulate for it the possibilities of that culture (103).”

El estudio de la intertextualidad no es, entonces, según expresa, la investigación de las fuentes y las influencias de un texto en el sentido tradicional del mismo. Es una tarea mucho más complicada, pues implica acercarse a una red de significación de la cual no se puede definir ni sus orígenes ni sus límites. Esto podría explicar los intentos de algunos críticos de restringir la aplicabilidad del concepto para hacerlo más tangible y concreto.

Culler utiliza varios ejemplos para reseñar la evolución del concepto. Desde los escritos de Kristeva y Barthes, quienes se refieren a una intertextualidad bajtiana más abierta, más difícil de precisar, hasta el propio Harold Bloom, quien enfatiza en sus ensayos que no es posible escribir, leer, enseñar e incluso pensar, “Without the sense of tradition…without imitation (Culler 107).” Bloom, sin embargo, se distancia de los otros críticos en su percepción acerca de la intertextualidad. Él se aproxima más a una concepción freudiana del complejo de Edipo, pues señala que un poeta imita a un predecesor dominante identificable, del cual solo los que luego serán grandes poetas podrán liberarse de su influencia: “The text is an intertextual construct, comprehensible only in terms of others texts which it prolongs, completes, transforms and sublimates; but when we ask what these others texts are, they turn to be the central poem of a single great precusor (108).”

Lo que quizás incomoda a Culler es que esa noción de intertextualidad que plantearon Bajtín y Kristeva parece demasiado difícil de definir, por ser vastísimo el campo que cubre y muy dificultosa su delimitación. Restringirlo, como Bloom y otros, llevaría a la anulación del concepto, pues tal pretensión desembocaría en una concepción del mismo dentro del ámbito del que precisamente escapa: “when one narrows it so as to make it more usable one either falls into source study of a traditional and positivistic kind (which is what the concept was designed to transcend) or else ends by naming particular texts as the pre-texts on grounds of interpretive convenience (109).” Así que, reconociendo que debe limitarlo, a pesar de las consecuencias de tal acción, propone un estudio intertextual a partir del análisis de las presuposiciones lingüísticas:

Theories of intertextuality set before us perspectives of unmasterable                               series, lost origins, endless horizons; and as I have been suggesting, in  order to work with the concept we focus it—but that focusing may always,  to some degree, undermine the general concept of intertextuality in whose  name we are working…It suggest…the need for multiple strategies, fordifferent focuses and restrictions… (110).

El acercamiento que sugiere al análisis intertextual propone el estudio de las presuposiciones lógicas y pragmáticas.

Gérald Genette
Por su parte, Gérald Genette concuerda con Bajtín y otros teóricos al reconocer que un texto no se forma solo, que es un cruce de múltiples textos. A ese universo de textos que influye en uno o más en específico y las relaciones que se entablan entre los mismos, lo llama Transtextualidad, o “el conjunto de categorías generales o trascendentes—tipos de discurso, modos de enunciación, géneros literarios, etc. –del que depende cada texto singular (Genette 9).” Esta, a su vez, la subdivide en cinco categorías o tipos: Intertextualidad, Paratextualidad, Metatextualidad, Architextualidad e Hipertextualidad.

Aunque reconoce que Kristeva fue quien atrajo la atención sobre el concepto de intertextualidad, lo asigna a una categoría inferior:

Por mi parte, defino la intertextualidad… como una relación de                                           copresencia entre dos o más textos, es decir, eidética y frecuentemente, como la presencia efectiva de un texto en otro. Su forma más explícita y literal es la práctica tradicional de la cita (con comillas, con o sin referencia precisa); en una forma menos explícita y menos canónica, el plagio… que es una copia no declarada pero literal; en forma todavía menos explícita y menos literal, la alusión, es decir, un enunciado cuya plena comprensión supone la percepción de su relación con otro     enunciado al que remite necesariamente tal o cual de sus inflexiones, no  perceptible de otro modo (10).

Reduce la intertextualidad a la expresión de la cita, el plagio y la alusión. Esta última sería la que se acerca más a la caracterización que Julia Kristeva da al término, pues alude a una relación menos formal y más hermenéutica entre los discursos; pero en términos generales, Genette se inclina a la definición que limita la interetextualidad a aquellos textos cuya presencia se hace patente ya sea por la cita u otra manera explícita. También se refiere a Riffaterre, quien igualmente afirma que el intertexto depende de la percepción del lector (11). Sin embargo, como se ha afirmado, restringe el concepto a su aspecto más formal y evade así entrar en vasto campo de la indefinición del término, según se aludió con anterioridad al comentar las ideas de Jonathan Culler.

Genette se resiste a delegar en el lector la capacidad última de la comprensión del texto. Otorgarle este poder prácticamente borraría los límites del texto y haría imposible su comprensión:

Cuanto menos masiva y declarada es la hipertextualidad de una obra, tanto                   más su análisis depende de un juicio constitutivo, de una decisión interpretativa del lector…Puedo igualmente perseguir en cualquier obra ecos parciales, localizados y fugitivos de cualquier otra, anterior o     posterior. Tal actitud nos llevaría a incluir la totalidad de la literatura  universal en el campo de la hipertextualidad, lo que haría imposible su    estudio; pero, sobre todo, tal actitud da un crédito, y otorga un papel, para mí poco soportable, a la actividad hermenéutica del lector… (19)

De todas las formas de transtextualidad es la hipertextualidad la que quizás se relacione mejor con la idea de la intertextualidad que expresó Bajtín. Genette la define como “toda relación que une un texto B (que llamaré hipertexto) a un texto anterior A (al que llamaré hipotexto) en el que se injerta de una manera que no es el comentario (14).”   La relación de un texto con otro anterior se desarrolla por medio de una serie de procedimientos a los que llama transformación. Esta puede ser simple o directa, o compleja e indirecta. La transformación directa traspasa una acción de un hipotexto al nuevo texto. La compleja o indirecta consiste en una especie de apropiación de la trama del hipotexto que es reelaborada en una nueva trama, “aunque inspirándose para hacerlo en el tipo (genérico, es decir, a la vez formal y temático) establecido (15)” en el hipotexto, es decir, imitándolo. La imitación, afirma, es un proceso complejo, requiere cierto dominio de las características más esenciales del objeto imitado.

La hipertextualidad es un architexto genérico que incluye lo que denomina géneros menores como la parodia, el travestimiento y el pastiche. Estos tres subgéneros son, a su entender, los más abiertamente hipertextuales, porque se basan en la presencia de un texto en otro, aunque por diferentes causas.

El autor es profesor de la UPR en Carolina

 

Obras citadas

Culler, Jonathan. The pursuit of signs: Semiotics, literature, deconstruction. Cornell University press, 1981.
Genette, Gerald. Palimpsestos: La literatura en segundo grado. Taurus, 1989.
Kristeva, Julia. Semiótica, vol. I y II. Ediciones Fundamentos, 1978.

 

 

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