El papa y la ciudadanía universal

 

Especial para En Rojo

Esta semana la Organización de las Naciones Unidas (ONU) celebra su 75 aniversario y recuerda el 24 de octubre de 1945, cuando fue creada. Ahora, la humanidad recibe como regalo la carta del Papa Francisco sobre la fraternidad universal y amistad social. Esta encíclica, dirigida a toda la humanidad, tiene como objetivo proponer caminos nuevos para la convivencia humana. En el primer capítulo, el Papa lamenta que, en la pandemia, la humanidad mostró total incapacidad para actuar conjuntamente. En muchos países, el desmantelamiento del sistema de salud pública fue responsable de la muerte de mucha gente (Cf. n. 35). La sociedad actual ha perdido el sentido de la historia (n. 13). Desarrolla nuevas formas de colonización y de esclavitud (n. 24).

En el capítulo 2, el Papa pide permiso a lectores no cristianos para comentar la parábola evangélica del samaritano. Denuncia que la sociedad dominante excluye a los diferentes y hace del prójimo no hermano y si socio (n. 102). Reafirma: «la mera suma de los intereses individuales no es capaz de generar un mundo mejor para la humanidad» (n. 105). Invita todos a pensar y actuar como parte de la humanidad y como comunidad. Para luchar contra la pobreza, es necesario hacer frente a sus causas estructurales. Toda propiedad debe tener función social (n. 116). El capítulo V propone profunda reforma de la ONU que debe ampliar su tarea, para convertirse en familia de naciones o comunidad internacional (173). Reafirma la dignidad de la política con una P mayúscula, como expresión de amor social (176-177).

En el capítulo 6 cita el poeta y cantante brasileño Vinícius de Moraes cuando dice que «la vida es el arte del encuentro, aunque haya tantos desacuerdos por la vida» (n. 215). El capítulo 7 enseña como tomar posición frente a los conflictos que son inevitables en la vida. Llama la humanidad para que establezca un Fondo Mundial para poner fin al Hambre(263). En el último capítulo (VIII) se dedica a mostrar cómo las religiones pueden y deben ponerse al servicio de la hermandad en el mundo.

Deja claro: «los textos religiosos clásicos de todas las tradiciones pueden ofrecer un significado para todas las edades» (n. 275). “Las religiones deben renovarse a través de dos preocupaciones o perspectivas: concentrarse en lo esencial y volver a las fuentes de la fe” (n. 282).

Independiente de los enemigos que lo atacan, el Papa sigue invitándonos: «Soñemos como una sola humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos e hijas de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, pero todos hermanos y hermanas» (Fratelli Tutti, n. 8).

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