El primer beso

 

Nunca he besado a una chica. No creo que eso me haga una especie de fenómeno, pero parece que soy uno de pocos en el colegio, sino el único, que piensa así.

Martín dice que, si se sabe besar, con el beso vienen otras cosas. Él me dijo que además de besar a Brenda, que es su primera novia, también le apretó las nalgas cuando la besó la segunda vez. Martín no siempre habla de las cosas que hace con su novia. Las veces que lo hace, siempre está rodeado de los chicos que tienen, o han tenido novias. Eso es así porque todos deben contar algo de lo que han hecho con ellas. Es una especie de recuento de sus temerarios avances para ver quién hizo qué con cuál chica. Mientras más detallado el recuento, mejor.

Nunca estoy en ese grupo. Yo me entero porque Martín me cuenta. Así sé que Ramón le tocó las tetas a Mariela, que Gustavo le apretó los muslos a Sandra por debajo de la falda, y que ya Juan se da besos de lengua con Maricarmen.

A la salida del colegio, mientras esperamos porque nos pasen a recoger, Martín siempre me da consejos –acaso sea por pena – sobre cómo hablarles a las chicas para que se interesen en mí, y qué debo hacer para cuando me toque dar mi primer beso.

El jueves en la tarde, mientras esperábamos porque nos pasaran a recoger, decidí olvidarme de todos aquellos consejos, y simplemente actuar de golpe. Me incliné sobre Martín para besarlo antes de que terminara de decirme como hacía cuando le daba besos de lengua a Brenda. Inmediatamente me puso la mano en el pecho y se echó para atrás aturdido. La intentona de beso aterrizó entre la mejilla y la comisura de sus labios.

“Por algún lado hay que empezar, ¿no?”, dije nervioso para deshacer el breve silencio.

“Pero… es que… ¿qué dijiste?” contestó aún aturdido Martín justo cuando el auto de su madre paraba frente a nosotros en la acera. “Olvídate de eso… hablamos mañana.”, dijo mientras abordaba el auto con un portazo.

Desde entonces tengo un nudo en el estómago. Me pregunto si mañana daré mi primer beso.

 

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