El Proletariado: significado antiguo y moderno

 

Columnista invitado

Especial para CLARIDAD

El proletariado tiene su origen en la historia de Roma antigua esclavista, de varios siglos antes del calendario de referencia cristiana (AC). Tras un largo interludio histórico, el término resucitó a comienzos del siglo 19 para designar a clase obrera asalariada que se abría paso en Europa y en el contexto de la revolución tecnológica industrial asociada al capitalismo.

Exploremos los antecedentes históricos, su etimología, y aplicación moderna.

Roma antigua

La historia de Roma antigua tiene tres marcos de referencia histórica general: el Reino, 753-509 AC; la República, 509-27 AC; el Imperio, 27 AC-476. En la época de la República era costumbre hacer censos quinquenales (cada 5 años) para establecer obligaciones de servicio militar y derechos de voto. Las autoridades romanas emplearon el criterio de propiedad, con gradaciones de niveles de posesión, para establecer su concepción de la división de ciudadanos en clases sociales. En otras palabras, centraron en la propiedad privada de los medios de producción el eje de la división de la sociedad en clases.

En The Constitution of the Roman Republic (Oxford University Press, 1999), el historiador inglés Andrew Lintott señala que con la designación de Comita Centuriata (Asamblea Popular) se estableció una organización de 18 centuriae(unidad de cien) de caballería y 170 centuriaede infantería. Los integrantes de la caballería aportaban sus caballos y armas; los de infantería, armas y armaduras. A su vez, se establecieron cinco clases de niveles de propiedad y riqueza, y cinco subdivisiones de adsidui (o, assidui), cuyo eslabón más bajo estaba compuesto por los proletarii(prolerariado).

Los proletarios tenían poquísima, mayormente ninguna propiedad (de tierra y vivienda, por ejemplo). Esta clase de destituidos de la sociedad servía al estado romano aportando básicamente su prole, decendencia. En este sentido los proletarios y proletarias eran concebidos como reproductores de hijos e hijas. En Cities and Economic Development from the Dawn of History to the Present(University of Chicago Press, 1988), el historiador de la economía Paul Bairoch postula que en un momento dado podían comprender entre 30 y 40% de la población.

Si los proletarios eran libres, pero carentes de propiedad, y por otro lado el sistema de producción romana se basaba en la esclavitud, ¿de qué vivían esos ciudadanos pobres? El antropólogo estadounidense James Ferguson (Stanford University) observa que esa masa de la población oscilaba en lo que hoy denominamos desempleo y subempleo. Vivían chiripeando, o ganándose la vida con pequeños trabajos, haciendo lo que supieran hacer de oficios o lo que pudieran, incluso vendiendo o trocando menudencias; podían ser empleados temporeramente por propietarios o por el estado. Habitaban en arrabales en las afueras o márgenes de la ciudad y en condiciones miserables.

Theodor Mommsen (1817-1903), historiador alemán y uno de los especialistas principales de la historia de Roma, apuntó que en el año 201 AC, tiempo de la Segunda Guerra Púnica (entre Roma y Cartago), ante la escasez de ciudadanos propietarios y la necesidad de tropas, se autorizó la formación de soldados proletarios asalariados (History of Rome, Vol. III, 1957, pp. 48-55). Ese fue un nexo, yo añadiría, asociando los términos de proletariado y asalariados.

Téngase presente que en la Roma antigua los proletarios ocupaban el peldaño social más bajo de los ciudadanos libres. Debajo de ellos, estaban los esclavos en Roma y repartidos por todo el imperio.

Esclavitud moderna

Varios autores afirman que luego de la caída del imperio romano, a finales del siglo 5, el término proletariado se esfumó hasta comienzos del siglo 19. Cuesta creer que luego de tener tanto peso histórico, identificando a un segmento significativo de la sociedad, se dejara de usar el término y por tantísimo tiempo.

En The Compact Edition of the Oxford English Dictionary se registran dos instancias del siglo 17. En una (con referencia de Butler, Hud. T. I, 720) del 1663, evidentemente desde una posición de clase dominante se cita: “We that are wisely mounted higher, like Speculators should forsee portended mischiefs farther than Low Proletarians Tithing men”. Especuladores usualmente está asociado a un sector de comerciantes o empresarios que, en esta advertencia, dice deberían estar alertas a los zorros engañadores que estaban por encima de los proletarios diezmeros. Tithing, se refiere a los pagadores del diezmo. La otra, es una referencia al médico inglés Thomas Ardy, autor de tres obras críticas de la brujería, en cuya tercera titulada The Doctrine of the Devils (1676), se refiere de manera despectiva a “the Proletarian rabble”, la ralea o chusma proletaria (Vol. II, 1971, p. 2321). Seguramente, en otra investigación (una exhortación que hacemos especialmente a jóvenes estudiantes) descubrirán otros textos o documentos en que emplean proletariado o proletarios y los contextos o circunstancias en que aparecen.

En lo que he podido indagar se señala al francés Hughes-Felicité Robert de Lamennais como el que, en un “folleto de 1807”, volvió a emplear el término proletariado haciendo una analogía con los esclavos de la antigüedad romana pero refiriéndose a la clase obrera asalariada de la época que él vivió y conoció bien de cerca. Lamennais (1782-1854) era un sacerdote católico (ordenado en 1816) de ideas liberales progresistas (favorecía la separación de Iglesia y Estado) que se fue separando de la iglesia según fue adoptando posturas a favor de los pobres y la clase trabajadora. Para él esa era la base del cristianismo.

Lamennais apoyó la lucha por la independencia de Bélgica y de Irlanda. Protestó la represión rusa a una rebelión en Polonia en 1831 que fue apoyada por el Papa Gregorio XVI. Tras manifestar su disgusto en un viaje a Roma y publicar su obra Palabras de un creyente (1834), el Papa ripostó con una encíclica condenatoria, lo que condujo a su ruptura con la Iglesia, pero no con el cristianismo; que no es lo mismo ni se escribe igual.

Algunos paisanos suyos como el político Fréderic Bastiat (1801-1850), autor de Harmonies économiques (1850) postulaban que la sociedad del capital y trabajo asalariado (capitalismo) era un designio de Dios, “el Divino obrero”. La armonía social se lograba, según Bastiat, con cada clase en su lugar realizando eficientemente sus funciones. Ese punto de vista lo venía combatiendo Lamennais desde años antes.

Su concepción del proletariado tomó forma en la publicación en 1839 del ensayo De L’esclavage moderne(Esclavitud Moderna). Al año siguiente se publicaron traducciones al inglés y al español. Para este artículo, por supuesto, he leído Esclavitud Moderna (1840, 117 páginas), accesible en Google Books en internet, una joya de manifiesto de reivindicación de la dignidad de la clase obrera y a la vez de denuncia de las condiciones opresivas laborales a la que estaba sometida; ¿lo ha dejado de estar?

Basten aquí unas breves citas para exponer su perspectiva, que formuló desde un cristianismo social libertador. Lamennais recordó que en la antigüedad el pueblo en su base estaba conformado por los esclavos. “Cambiadas las relaciones en diferentes clases, cambió también de significado la palabra pueblo”. Durante la era del feudalismo los siervos libres se convirtieron en la base del pueblo. “El siervo, en efecto”, observó Lamennais, “(una gran parte de Europa está todavía llena de siervos) no se diferenciaba del esclavo antiguo, sino, en la dependencia personal un poco menos que absoluta”.

La historia posterior, siguiendo su bosquejo histórico, llegó a la Francia de su atención crítica: la de los “tres estados” del siglo 18; el primero, de los eclesiásticos, el segundo de los nobles, y el tercero integrado por la mayoría de la naciente  burguesía hasta los trabajadores. Lamennais reintrodujo el término proletariado para identificar a la clase obrera asalariada, pero haciendo una analogía con los esclavos de la antigüedad con quien comparó su situación existencial: “Entendemos por pueblo a los proletarios; es decir, a los que no poseyendo cosa alguna, viven únicamente de su trabajo. Poco importa el género de trabajo, pues que existen proletarios de todas las condiciones y de todas profesiones. El mayor número subsiste de un trabajo corporal”.

“El proletario es el hombre que vive de su trabajo”, escribió Lamennais, “y que no podría vivir sino trabajase.  De este modo tiene por correspondiente término el salario ó la retribución señalada por el capitalista en cambio de su trabajo. La necesidad pues de vivir, hace al proletario dependiente del capitalista, y lo somete irresistiblemente, pues en el bolsillo de este está la vida de aquel. Se cierra este bolsillo, si llega a faltar el salario al trabajador, éste perecerá de hambre, a menos de mendigar, que es esclavitud más humillante y dura todavía.” (Esclavitud Moderna. Barcelona; Imp. De J. Matas y de Bodalles, 1840).

Los dejamos con estas citas de embocadura. Para Lamennais, cristiano y creyente en la no-violencia, el camino libertador del proletariado era político en el campo del sufragio universal. En su tiempo eso significaba ampliar la base de las elecciones a incluir a todos los varones, para que eligieran representantes de su clase y abogaran por sus intereses.

Lamennais y Puerto Rico

Felicité-Robert de Lamennais no fue desconocido en Puerto Rico en el siglo 19 y comienzos del siglo 20. Fue citado tanto en la Gaceta de Puerto Rico, periódico oficial del gobierno; en el Boletin Mercantil de Puerto Rico, representante de “los españoles sin condiciones” y de la clase comercial  y hacenda dominante; y en La Correspondencia de Puerto Rico, que publicaba artículos de autonomistas e independentistas. Vamos a dar cuatro ejemplos.

Al año siguiente de su muerte, en un apartado titulado “Estafador Autográfico” se señala la aparición de un género de estafadores que vendían firmas falsificadas de personalidades famosas a coleccionistas. Entre las firmas comercializadas así, la de Lamennais (Gaceta de Puerto Rico, Vol. 24, Núm. 126, 20 octubre 1855, p. 3).

Donde más espectacularmente figura es el artículo “La Igualdad Social”, en 1893, en que el Boletín Mercantildesata una andanada reaccionaria contra reformadores sociales como el francés Henri de Saint-Simón (1760-1825), el galés Robert Owen (1771-1858), y Lamennais. Desde el punto de vista de la clase dominante española (incluyendo a algunos puertorriqueños en sus filas), la sociedad de clases tenía un origen divino y achacaban las diferencias y consecuencias nefastas al libre albedrío humano. El artículo comienza exponiendo: “La desigualdad humana arranca de manos del mismo Dios que colocó en lo diverso la estética universal, y dotó al hombre de inteligencia para conocer y de libertad para elegir, de donde nacen la noción de lo bueno y de lo malo, y la idea de los premios y castigos, que originan la verdadera desigualdad social”.

En su recuento “histórico”, más bien ideológico, señalan a Saint-Simón, “que proclamó grandes quimeras sobre la reforma social, colocándola en un símbolo por el cual se borraba toda diferencia, toda familia, todo derecho hereditario y toda industria colectiva…”. Owen, a quien identifican como filósofo inglés, “imitó tales propagandas, levantando al efecto una gran fábrica en Escocia con más de 2,000 trabajadores, cuyos ensayos quiso luego repetir en la América del Norte”. Se refiere a las industrias modelo en que el empresario proveía alojamiento decente a los obreros, beneficios compartidos de las ganancias, servicios médicos y educación a los hijos e hijas del proletariado.

Y llegó el turno de Lamennais: “han sido renovados todos estos delirios por Lamennais, el apóstol más furioso de la democracia moderna y el más avanzado de los radicales contemporáneos, que pretendió constituir la soberanía de la igualdad absoluta, en la república universal, diciendo al pueblo: «¡Pueblo, despierta; esclavos, levantaos; romped vuestras cadenas; no permitáis que en vosotros por más tiempo se degrade el concepto del hombre”. (Boletín Mercantil, Año 55, Núm. 44, 16 abril 1893. p. 2). Tenemos que agradecerle a aquellos expositores del Boletín Mercantilhaber transmitido tan elocuentemente las aspiraciones de liberación del pueblo trabajador.

En circunstancias cambiantes después del 1898, en que la clase obrera puertorriqueña celebraba el 1ro de Mayo luchando por la jornada de 8 horas laborales y militaba en la calle por todas sus reivindicaciones sociales, en el mismo periódico, de 1906, encontramos un anunció de venta de libros titulado “Biblioteca de Sociología”, y en que figura: “El libro del pueblo, de Lamennais” (Boletín Mercantil, Año 68, Núm 173, 25 julio 1906, p. 3).

Finalmente, la prensa liberal dedicó en un número un apartado titulado “Album femenino”, en 1907, con algunas citas de reflexión, incluyendo la siguiente: “Para la mujer, vivir no es comer y beber, sino pensar – Lamennais”. (La Correspondencia de Puerto Rico, Año 17,  Núm. 6132, 1 diciembre 1907, p. 1). Ese era el contexto de inicios de la lucha de la mujer por el derecho al voto en Puerto Rico.

Los vocablos proletariado y proletarios fueron apareciendo en la prensa, documentos oficiales y publicaciones de la clase obrera durante el siglo 19 y el siguiente siglo 20. Aunque hallan caído en desuso común en la actualidad – pregunten a la juventud si los usan o saben qué significan – como sucedió con el proletariide la Roma antigua volverán a renacer con todo su significado social emancipador en cualquier momento que el futuro, próximo o lejano, los necesite en Puerto Rico y en todos los países.

 

 

 

 

 

 

 

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