El soplo divino del amor y libertad

Por Marcelo Barros/Especial para En Rojo

Es el soplo que revela presencia de vida. Cuando nacen, los niños deben llorar para que soplen y respiren. Culturas indígenas creen que todos los seres vivos respiran el mismo aire, o sea, hay un soplo colectivo que los hace vivir. Hay estudiosos que han descubierto: la misma Tierra respira. En idiomas antiguos, el término soplo es sinónimo de Espíritu. En la Biblia, el Espíritu es el soplo divino que Dios insufló sobre el primer humano. Más tarde, el Espíritu sopló fuerte sobre el mar para que los hebreos oprimidos, salieran hacia la libertad.  Fue ese mismo soplo divino que Jesús recibió. Por su fuerza, el actuó liberando las personas de sus males. Ese Espíritu, presente en cada persona humana, es el Amor. Pablo escribió a los cristianos de Roma: “El amor divino fue derramado en nosotros por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Rm 5, 5). 

Todos sabemos de lo tanto que, por amor, alguien apasionado es capaz de hacer. En la historia, personas  y grupos, movidos por amor, han logrado conquistas sociales y políticas que hemos heredado. La lucha por igualdad de derechos y reconocimiento de la dignidad de todos los humanos viene de muchos siglos, pero, en términos actuales, empezó con la Revolución Francesa (1789). Desde entonces, poco a poco, las conquistas sociales vienen siendo conquistadas. Logramos el derecho al voto por parte de todos, hombres y mujeres, pobres y ricos. Después, vino la libertad religiosa, la libertad de expresión y el derecho de todos a la educación. Al menos según las leyes, conquistamos igualdad entre hombre y mujer, superamos la discriminación racial y conquistamos el respecto a las diferencias culturales, religiosas y sexuales. 

De hecho, en las últimas décadas, el neoliberalismo y políticas de derecha intentan reducir el Estado, negando sus funciones de regulación social. Imperios rasgan sus máscaras y se muestran crueles e inhumanos. La inmensa concentración de renta revela insensibilidad en relación al sufrimiento y a la muerte de muchos pobres. Es una sociedad sin Espíritu. 

Las Iglesias cristianas deben ser testigos de que todos los seres humanos tienen derecho al amor integral y que todo amor, por el mismo hecho de ser amor, es sacramento del amor divino en el mundo. Las leyes religiosas, mismo las más sagradas, deben servir a la vida y a la felicidad de las personas. En ese domingo, las Iglesias cristianas antiguas celebran la fiesta que hace memoria de la venida del Espíritu de Amor sobre todo el universo y sobre cada uno de nosotros/as. Pablo escribió: “Donde está el Espíritu de Dios, allí hay libertad” (2 Cor 3, 17).   

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