El “trumpismo” en nuestra televisión

 

CLARIDAD

La insensibilidad, la burla hacia los que son distintos y el odio racial siempre han existido, pero luego de la terrible experiencia del nazismo, cuando sus manifestaciones llevaron a un holocausto, la humanidad hizo lo posible por superarlos. Tanto esfuerzo se puso que hasta llegamos a pensar que se había logrado. Entonces apareció Donald Trump en Estados Unidos y la percepción de superación cambió. Ahora hablamos del “trumpismo” como una nueva manifestación de aquel primitivismo.

Para definir mejor algunas manifestaciones del “trumpismo” es necesario acudir a algunos ejemplos.

Quizás algunos lectores recuerdan cuando, casi al comienzo de la campaña de primarias para las elecciones presidenciales de 2016, en la televisión nacional de Estados Unidos Trump dijo que los inmigrantes que entraban por la frontera con México eran “violadores” y “criminales”. La imputación, a todas luces una generalización absurda producto del odio racial escandalizó a muchos, generando un torrente de expresiones condenatorias. Algunos medios de prensa retiraron las expresiones de sus espacios y llovieron los editoriales de rechazo.

A un grupo grande de estadounidenses, sin embargo, les gustó la diatriba. Era lo mismo que ellos decían en pequeños grupos familiares o bebiendo con sus panas en la taberna del pueblo. Nunca se hubiesen atrevido a expresarle su sentir a un medio de prensa, pero ahora Trump les demostraba que eso era posible.

Algunas semanas después, el mismo Trump, también ante la televisión de su país, se burló de la discapacidad de un periodista del New York Times que antes lo había criticado. Demostrando insensibilidad y grosería a modo extremo, imitó los movimientos involuntarios que la discapacidad física provocaba, riéndose de ellos. El acto también produjo una indignación generalizada, pero el candidato nunca se disculpó. A pesar de ese comportamiento los llamados votantes evangélicos, quienes se consideran fervientes cristianos, mantuvieron su apoyo a la candidatura.

Antes de su postulación en 2016, Trump ya era famoso por sus excesos y por los manejos turbios de sus finanzas, incluyendo la evasión de impuestos y el uso abusivo de los mecanismos legales de quiebra para burlar acreedores. Durante la campaña circuló muchísima información de esos manejos. También se divulgaron expresiones asquerosas sobre mujeres recogidas en grabaciones y videos. Pero a pesar de ese comportamiento millones de estadounidenses votaron por él y, aunque perdió en el voto popular, dada la particularidad del sistema electoral estadounidense (que aumenta el peso relativo de los estados pequeños) ganó la presidencia.

Sé muy bien que, desde el punto de vista de la sociología política, la elección de Trump tiene varias lecturas. Pero ahora quiero destacar un elemento importante de esa mezcla que resulta muy cierto. Lo que hemos dado a llamar como “trumpismo” es un movimiento que sacó flote sentimientos que creíamos superados, pero se mantenían agazapados. El odio racial y el rechazo a los que son diferentes del “mainstream”, convirtiéndolos en objetos de burla, es uno de sus ingredientes.

Durante toda la Edad Media y hasta después del Renacimiento, en las cortes de los monarcas europeos había siempre un enano para que sirviera de bufón y en las ferias se exhibían discapacitados. Se hacía dinero con la burla, y también se ganaban guerras o elecciones con el odio racial y el rechazo étnico como motivación. Muchos habían pensado que el avance de la llamada “civilización”, luego del gran trauma de la Segunda Guerra Mundial, había terminado con ese atavismo, volviéndonos más humanos, pero el “trumpismo” nos recuerda que sigue presente.

En Puerto Rico el “trumpismo”, como movimiento político, tuvo en un principio expresiones tímidas de apoyo, más vinculadas a oportunismo presupuestario que a compromiso real. Sólo figuras del extremo, como la exrepresentante María Milagros Charbonier y la todavía senadora Nayda Venegas (curiosamente, ambas afrodescendientes), junto a la “republicana” Jennifer González, expresaron simpatías desde el principio. Al pequeño coro recientemente se unió nuestra gobernadora de ocasión, Wanda Vázquez, obviamente buscando algún premio de consolación que mejore las perspectivas de su inevitable retiro.

Pero mucho antes de que la insensibilidad del “trumpismo” apareciera retratada en Estados Unidos en la imagen de Trump burlándose del periodista del NYT, aquí hemos tenido un programa de televisión que diariamente hace cosas peores. No menciono su nombre porque me produce asco, dado que es la expresión extrema de todo lo bajo que persiste en el ser humano. El individuo que regentea ese programa (y la emisora que lo difunde) la pasada semana llegaron al extremo de hacer burlas de contenido sexual con una niña, hija de Alexandra Lúgaro, candidata a la gobernación por el Movimiento Victoria Ciudadana.

Además del programa mismo, el “trumpismo” insensible también se manifiesta en las expresiones que hemos visto en las redes sociales en los últimos días tratando de justificar la última barbaridad. En casi todos los casos son personas vinculadas al Partido Nuevo Progresista, que resulta ser el único movimiento político puertorriqueño donde el energúmeno de la Casa Blanca tiene adeptos.

Puede que el “trumpismo” troglodita comience a desaparecer en Estados Unidos después de las próximas elecciones. Ojalá. Pero mientras permanezcan en los medios programas como el aludido, lo retrógrado perdurará en Puerto Rico y mucha gente sufrirá sus efectos.

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