En el deporte «casi» siempre ganan los mejores

Aunque en el deporte ”casi” siempre ganan los mejores, es precisamente ese “casi” lo que le da razón de ser a la competencia, pues abre los espacios para que equipos y aun atletas individuales de menos talento puedan derrotar a los que sobre el papel lucen superiores.

De lo contrario, las competencias no se celebrarían y simplemente se declararían ganador@s a los que salieran con las mejores evaluaciones, especialmente ahora en que han proliferado complicadas fórmulas matemáticas, que permiten ser más precisos a la hora de evaluar lo ocurrido anteriormente, para así poder proyectar resultados por delante.

En ocasiones hay eventos en los que se presentan detalles intangibles que generan resultados poco probables, como ocurrió con la tenista boricua Mónica Puig, a quien no se la ganaba nadie en los Juegos Olímpicos de Río, aunque no había base científica o analítica para pronosticarlo.

En un torneo largo de un deporte colectivo, (Grandes Ligas de 162 juegos y NBA de 82), probablemente hubiera sido dificilísimo que Puerto Rico hubiera quedado subcampeón y menos aun, con mejor marca (7-1) que el titular (6-2). Sin embargo, en un certamen como el Clásico de Béisbol, en el que participan 16 equipos divididos en cuatro grupos, luego de dos rondas se efectúa un juego semifinal de “muerte súbita”, que incluso permite situaciones en las que equipos con peores marcas superen a otros. Recordemos que Puerto Rico quedó segundo en el 2013 con cuatro derrotas (5-4), al perder con Dominicana (8-0) en el final. Irónicamente, Japón tuvo que conformarse con el tercero, a pesar de haber quedado con 5-2 y Cuba quinto con 4-2.

Los veteranos y guías de la escuadra fueron el receptor Yadier Molina (34), el bateador designado Carlos Beltrán (39) y el jardinero izquierdo Angel Pagán (35), quien sigo sin explicarme las razones por las que se mantiene sin trabajo para la temporada de Grandes ligas que está por comenzar.

Yadier pareció compenetrar muy bien con el juego refrescante del intermedista Javier Báez (24), el campo corto Francisco Lindor (23) y el antesalista Carlos Correa (22), que son alma, vida y corazón del equipo y que nos permiten mirar con certero optimismo nuestro futuro. Además, ellos le inyectaron a nuestro juego alegría y confianza, sin caer en faltas de respeto a los rivales o al deporte.

De la diáspora reclutamos a T. J. Rivera (28), a quien no le tembló el pulso a la hora de defender la inicial, que no es su posición. Eddie Rosario (26), poseedor de un cañón por brazo fue nuestro jardinero derecho, mientras Reymond Fuentes (26) y Kike Hernández (25) hicieron lo propio en el central.

Por fin tenemos brazos

jóvenes a la vez

Nuestra mayor debilidad colectiva en las últimas décadas ha sido el cuerpo monticular y ahora apenas comenzamos a acariciar una generación de tiradores de talento y futuro prometedor. Sin embargo, los dueños de equipos de las Mayores sabotearon la consolidación del grupo. Aquí hay que recordar y reconocer que en ese aspecto del juego no tenemos la calidad y mucho menos la profundidad de Estados Unidos y Dominicana y posiblemente Japón.

Por ejemplo, a nuestro cerrador Edwin Díaz, de apenas 22 años, pero con una recta de cien millas, Seattle no le permitió lanzar en la primera ronda, en la próxima lo limitó a una entrada y hubo que rogarle para que le permitieran estar disponible para otra en el juego final. A José Berríos (22), Minnesota también lo limitó y el trato de Tampa Bay a José de León (24) le ganó la descripción de “descaro” por parte del dirigente Rodríguez.

Para poder salir adelante, tuvimos que recurrir a Seth Lugo, otro componente de la diáspora, que con 27 tuvo un bautismo de fuego más que destacado con los Mets, como relleno ante el montón de lesiones de sus tiradores de cabecera. El espigado derecho de 27 venció al trabuco de Venezuela en nuestro debut y luego al no menos poderoso de Estados Unidos, contra el que también abrió el final.

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