En el espacio, la defensa de la vida

Por Marcelo Barros/Especial para En Rojo

En todo el mundo, hay noticias de muchos desastres climáticos. En Brasil, Bolivia y también en diversos países de África, incendios criminales destruyen selvas y bosques. La Amazonia se llena de humo, provocado por la ambición de grandes propietarios de tierra. En medio a todo eso, en esa semana, la Organización de las Naciones Unidad nos invita a celebrar el cuidado de la capa de ozono que protege el planeta Tierra.

El ozono es un gas volátil (O3) que se encuentra en la atmósfera. Allí, entre 25 y 30 kilómetros de la superficie terrestre, hay una capa de ozono que tiene la función de absorber la radiación ultravioleta del sol y, por lo tanto, proteger a plantas, animales y humanos de estos rayos que deben filtrarse para no hacernos daño. Si, en la atmósfera, esta capa de ozono disminuye o incluso desaparece, todos los seres vivos del planeta estamos expuestos a diversas enfermedades y problemas.

Sólo en 1987, 46 gobernantes han firmado el Protocolo de Montreal, Tratado en el cual los países se comprometieron a cesar la fabricación de clorofluorocarbono (CFC), uno de los gases responsables por la destrucción del ozono en la estratosfera. Esto sucedió el 16 de septiembre de 1987 que, por eso, a cada año, pasó a ser celebrado como “Día Internacional para la Protección del Ozono”.

En pocos días, obispos católicos de todo el mundo se reunirán en Roma con el papa Francisco en el Sínodo sobre la Amazonía. Esa región que abarca nueve países del continente es responsable por grande parte del equilibrio del clima en el planeta. El Sínodo tendrá como finalidad comprometer pastores y fieles de la Iglesia con la protección de la naturaleza, la defesa de los pueblos originarios y de sus culturas.

Una novedad de ese sínodo es que el documento preparatorio afirma: “La ecología integral es parte esencial de la misión de las Iglesias y Dios nos llama a una conversión que no sea solo a nivel individual y moral, pero debe ser conversión ecológica en la forma como nos relacionamos con la tierra, nuestro hogar común y con toda la creación”.

Hasta hace poco, Iglesias cristianas y de algunas religiones han sido cómplices o al menos omisas en relación a ese sistema social y económico que destruye la Tierra. Por eso, ellas tienen una responsabilidad más profunda en afrontar a inhumanidad del sistema capitalista depredador de la naturaleza y asesino de la vida. Es urgente crear una formación más sólida y una nueva sensibilidad de las comunidades espirituales con respecto al cuidado con la Tierra, las aguas y toda naturaleza, especialmente con la capa de ozono que protege la vida.

El autor es monje benedictino y ha escrito más de 40 libros.

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