En Memoria del amigo Juan González Feliciano

Juan González Feliciano fue un hombre que al decir del poeta español, Antonio Machado, supo ser “en el buen sentido de la palabra, bueno”. Juan fue un bueno cabal. Debidamente terminado en cuanto a todas las dimensiones de lo que se requiere de un ser humano para merecer reclamar dicha condición; las que podríamos señalar, aunque suene redundante, que se trata precisamente de ser “humano”. Juan era un hombre profundamente humano. Era capaz de tratar a los otros con la misma consideración y respeto, y con el reconocimiento de la misma dignidad esencial que siempre supo exigir para sí.

Por mano propia, Juan supo construir de sí mismo el rompecabezas acabado de un hombre bueno; sin que le faltaran piezas. ¡Y vaya que esa forma de ser le rompió las cabezas a tantos, a quienes en sus pequeños y egoístas esquemas mentales no caben la solidaridad, el desprendimiento, el sacrificio, la generosidad y la afabilidad que emanan naturalmente de los seres como Juan!

Y es que, así como fue un batallador constante y consistente en la fatigosa y a veces frustrante lucha diaria por las mejores causas de su país y el derecho negado a la vida digna de sus compatriotas; en Juan se hizo verdad aquella frase de Marx de que “la felicidad es la lucha”. Juan, siempre de buen humor y capaz de regalarnos una sonrisa o un comentario jocoso, aunque se encontrara en el medio de una ardua batalla, o abatido por la decepción de quienes desviaban el camino. Juan, que siempre supo ser conciliador, porque nunca fue mas importante su orgullo personal que el adelantar las causas que lideró.

Frente a quienes principalmente se preguntaban: ¿qué es lo más que me conviene en estas circunstancias? Juan siempre se obligaba a preguntarse a sí mismo: ¿qué es lo correcto? ; porque Juan era un hombre de principios, no de conveniencias.

Mientras por más de cinco siglos, una lastimosa y humillante herencia de colonialismo y explotación nos mantiene empantanados en este país, con sus versiones modernas de aquellas tres “b” del “baile, botella y baraja”, Juan supo ser estandarte de las tres “v”: visión, valentía y voluntad, las que siempre predicó con su ejemplo.

Con su forma de actuar Juan trazó el camino de una ética del nosotros, frente a los promotores de oportunistas ideologías del yo. Por eso, la figura de Juan siempre seguirá siendo un referente de honestidad, compromiso, entereza y de buen proceder, para quienes le conocimos. Y por eso seguirá estando presente entre nosotros, mirándonos firme y a la vez sonriente, cada vez que tengamos que resolver el predicamento de escoger entre lo fácil y lo correcto; entre lo personalmente beneficioso y un genuino compromiso de amor al prójimo; entre la seducción o el temor que infunde el poder desnaturalizado y nuestro compromiso con la defensa de los derechos de la persona humana. Para elegir sabia, solidaria y valientemente, siempre podremos preguntarnos: ¿qué hubiera hecho Juan, en estas circunstancias?

Palabras pronunciadas en la actividad de despedida.

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