En Memoria: Elliott Vicente Castro Tirado, mi cómplice, amigo, mentor… y jefe

Santuce fue nuestro punto de encuentro.

Nuestras vidas se cruzaron mucho antes de nacer.

Mi abuelo Ángel Luciano González fue uno de los fiadores de uno de los tíos de Elliott, que a su vez fue uno de los nacionalistas apresados para la época de los 50’ en el barrio Gandúl en Santurce. Elliott lleva a mucha honra el nombre de su tío.

Don Elpidio (Bebo) y Doña Yiya le inculcaron a sus tres hijos unos valores y un amor a la Patria inmesurables. Esos ingredientes formaron al amigo incondicional que la vida me regaló.

Santurce fue siempre nuestro denominador común, el amor a Puerto Rico y los deportes sellaron un amor de por vida.

Aunque mi querido ingeniero deportivo trabajó siempre en el Semanario CLARIDAD y yo en diferentes medios, el deporte fue la bujía de nuestra hermandad.

Nuestro primer encuentro professional fue en un juego de baloncesto en Caguas.

Realizaba mi internado de fotoperiodismo en El Vocero para el verano de 1978. Elliott fue la primera persona que me ayudó a descifrar las manías de los jugadores para que lograra mejores imágenes. “Vélate a Willie Quiñones, con ese vas a tener mil fotos!” Al otro día la foto que publicó el rotativo fue la de Quiñones!

Estuvimos juntos en más de 40 peleas de Campeonato, 6 Centroamericanos, 4 Panamericanos, 1 Olimpiada, 22 Justas Universitarias, y más de 300 juegos de Baseball! Nuestro millaje se suma y puede darle la vuelta al globo terraqueo. Para Elliott el atleta Boricua era parte de su genética. Fue él quien me enseño a vivirme el momento cuando los nuestros ganban, a disfrutarme el himno mientras se izaba nuestra monoestrellada.

Antes de que un atleta despuntara, ya Elliott les había pronosticado ese ascenso. Tenía un don.

Nuestras anécdotas y sus cuentos en esos viajes producirían una enciclopedia.

En uno de esos viajes regresando de un Campeonato de béisbol entre Caguas y Mayagüez estábamos con un hambre atroz, paramos en el único negocio abierto en la carretera #2 y como a los 15 minutos miramos al final de la barra y estaba el refuerzo de Caguas Carl Ripken Jr, solito, y Elliott en su inglés pateaó estuvo buen rato hablando con él. ¡Qué muchas experiencias vividas que nunca olvidaré!

Desde rescatarme en los Panamericanos de Caracas 1983 junto a su amigo del alma José “Pepe” Crescioni, hasta las perdías que nos dimos en las Olimpiadas de Los Ángeles en el 1984.

Antes de Facebook, ya Elliott y yo usábamos el Sistema de comunicación de los juegos para contactarnos y planificar las fotos del los terminals de los centros de prensa de cada instalación.

Nuestra relación fue transparente y no había que hablar mucho para saber cómo estaban nuestros estados de ánimo. Nos contábamos todo. Y aunque a veces me daba ganas de estrangularlo, su sonrisa hacía imposible pelear con él.

Podría escribir hasta el próximo mes pero hoy no puedo. Gracias por estar conmigo en las buenas, en las malas, en las regulares. Gracias por tus atenciones para mi familia, en especial por los regalos a mis hermanos todas las madrugadas de los primeros de enero. Gracias por hacerme parte de tu familia, por haberme permitido compartirte con Gatu (Elga), Vilma, tu nieta, hermanas y sobrin@s.

No falté a ninguno de tus muy merecidos reconocimientos, ni tu a los míos.

Te debo un mundo pero te lo devuelvo realizando mis fotos con la pasión que me enseñaste. Trabajar con un jefe que me dejaba hacer las fotos que yo quisiera fue un honor y un vacilón.

Cuando Bebo dio su cambio leía un librito sobre Santurce, cuando me llamaste hiciste incapié en que debíamos terminar un libro de Santurce…te me fuiste sin escribir tu parte y el prólogo de mi libro…pero quizás en mis sueños nocturnos me puedes contctar y los terminaremos.

Elliott con dos “t” al final, ¡Qué bueno ES!

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