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En Rojo

Los tres filmes que comento hoy y que tuve la dicha de ver en pantalla grande este año son tan diferentes en su temática, época y estilos, lo que prueba las dimensiones que tiene el cine para contar historias que enternecen, ahondan en la interioridad de los personajes y nos abren una ventana a esos lugares que han estado cerrados para nosotrxs desde hace tanto tiempo. Dos son producciones británicas, The Courier y The Father y la 3era la más reciente producción de la española Icíar Bollaín (Te doy mis ojos, Y también la lluvia, El olivo, Yuli), La boda de Rosa.

La boda de Rosa, Directora: Icíar Bollaín; guionistas: Icíar Bollaín y Alicia Luna; cinematógrafos: Sergi Gallardo y Beatriz Sastre.

Al igual que lo hizo en 1999 con Flores de otro mundo, la directora y guionista nos da una comedia que combina lo lite con lo oscuro para contar la historia de Rosa (Candela Peña), mujer de 45 años que no puede ser ella por estar pendiente—quiéralo o no—de la familia que la quiere y la adora, pero que solamente la ve como la resuelvelotodo. Su familia sólo ve a una buena mujer que siempre está dispuesta a ayudarlos cuando están en algún aprieto como cuidar a los hijos si Armando (Sergi López), el hermano, tiene que trabajar esa noche, ocuparse de las necesidades del padre (Ramón Barea) la mayoría de las veces, nunca contar con su hermana Violeta (Nathalie Poza), la traductora profesional y abandonar todo si surge una emergencia. Ellos se consideran demasiado ocupados para romper su rutina o extender sus responsabilidades.

¿Por qué una mujer que no tiene marido, cuya hija ya es una adulta con su propia familia, que tiene un empleo que le da la estabilidad económica que necesita no puede decidir un día que su única responsabilidad es con ella misma? ¿Por qué no puede renunciar a su empleo—es modista de cine—donde el sueldo no recompensa el trabajo explotador que hace, mudarse a un pueblo pequeño de Valencia (Benicasim) y recuperar el espacio que una vez fue de su madre, la que le enseñó a coser? ¿Por qué todxs quieren dirigir su vida supuestamente para protegerla y encaminarla? ¿Acaso ella no puede decidir lo que quiere por sí misma? Por supuesto que puede, pero qué difícil se lo hacen. Todas las actuaciones son de 1era: Candela Peña obtuvo el Premio Gaudí, Nathalie Poza el Goya, el filme ganó en el Festival de Sant Jordi y casi en todas las categorías del Círculo de Escritores Cinematógrafos (CEC) y obtuvo nominaciones en los tres festivales más importantes de España. La incorporación de Benicasim en la trama, los vestuarios que se inventa Rosa para ella y sus allegadas y el reunir una diversidad de personajes de todas las edades para la gran boda es el ambiente perfecto para una comedia con conciencia.

The Courier, Director: Dominic Cooke; guionista: Tom O’Connor; cinematógrafo: Sean Bobbitt.

Este filme de espías pudiera ser parte de ese mundo de la guerra fría de las novelas de John Le Carré que involucra a las agencias de inteligencia de Gran Bretaña y Estados Unidos. Quizá la diferencia es que, aunque las historias de Le Carré pudieran incluir episodios de la vida real, The Courier se basa en detalles precisos de un comerciante con lazos internacionales, pero de poco o ningún alcance político, que se involucra en una trama de espionaje. Benedict Cumberbatch es el actor perfecto para interpretar a Greville Wynne, por la humanidad con que llena a su personaje que es neutral y comprometido, nervioso en situaciones desconocidas y seguro en sus transacciones comerciales y muy temeroso de ser parte de una red de espionaje de la que desconfía.

Tanto Bridge of Spies (2015) como The Courier son historias basadas en experiencias del pico de la guerra fría (1950-1965) con espacios vacíos por tratarse de espionaje del que nunca se sabe todos los detalles ni se tiene todas las contestaciones en cuanto a la extensión de la red de información que se logró. Por eso el enfoque está en el ser humano: cómo piensa, se relaciona, sus dudas y convicciones. A Wynne lo que le interesa es mantener y, si es posible, ampliar su negocio y viajar a Europa del Este es la mejor manera de hacerlo. Su interés es personal y aunque entiende la enemistad política con la URSS, su negocio y sus viajes son legales. Por eso, cuando Dickie Franks (Angus Wright) de MI6 y Emily Donovan (Rachel Brosnahan) de la C.I.A. le hacen un acercamiento para que sirva de mensajero de documentos con Oleg Penkovsky (Merab Ninidz), no entiende que al acceder a su petición se ha convertido en parte de la red de espías. Es esta “inocencia” que nada le va a pasar porque no es empleado de las agencias de inteligencia que provoca su falsa seguridad y sorpresivo arresto y convicción.

Todas las actuaciones sobresalen, incluyendo a Jessie Buckley como Sheila Wynne en un papel “pequeño” pero impactante, al igual que la recreación de época* y de sus sistemas penales. Nos duele la deshumanización de lo que denominamos presos políticos, pero para imperios y países los espías no cuentan como ciudadanos ni seres humanos. Son sencillamente traidores y si pudieran asesinarlos (Ethel y Julius Rosenberg) o que se pudran en la cárcel (Albizu, Oscar López Rivera, Lolita Lebrón, Ana Belén Montes) mejor todavía, pues así borran su existencia.

The Father, Director y autor: Florian Zeller; guionistas: Christopher Hampton y Florian Zeller; cinematógrafo: Ben Smithard.

The Father es un soliloquio donde el protagonista (Anthony Hopkins) conversa con sí mismo, espera con cierta ansiedad las visitas de su hija Anne (Olivia Colman) y pelea contra cualquier imagen que altere lo conocido, lo acostumbrado, lo reconocible en la realidad que ha creado. Parece tener dos obsesiones: 1) el reloj que siempre busca y encuentra en el mismo lugar donde lo puso, pero que alega que se perdió o alguien se lo llevó y 2) su espacio de vivienda. Continuamente declara que este es su piso (“flat”), se mueve de su cuarto a la sala, comedor y cocina notando que todos los cuadros estén en su sitio, que nada falte. Aparte de Anne, todo el que entra a su apartamento lo hace acompañado de su hija, quien le da detalles de quién es esta extraña y por qué invade su espacio. Cuando Anne trae a Laura (Imogen Poots), la joven cuidadora que asumirá muchas de sus tareas con su padre, Anthony decide montarle un show para contradecir todo lo que Anne le ha contado de él. Hablará de su reloj, por supuesto, pero además se presentará como bailarín y demostrará sus habilidades, lo que entretendrá a Laura y la dará más confianza para desempeñar su trabajo.

¿Y que hay de los otros personajes que aparecen en el piso de Anthony sin anunciarse y que él tiene que cuestionarse dónde está? Un hombre (Mark Gatiss) que parece ser el ex de Anne, pero que habita su espacio; alguien (Olivia Williams) que dice ser Anne pero en nada se parece a ella; otro extraño, Paul (Rufus Sewell), que parece molesto con su presencia en su propio piso. Puede haber ciertas conexiones—la compra para preparar la cena, el cuadro que pintó su hija Lucy, las razones para la presencia y ausencia de Anne—pero estos encuentros parecen confusos cuando Anthony trata de entenderlos. Sin aceptarlo, Anthony va perdiendo su capacidad de reconocer los giros del tiempo y su intento de congelar el presente y a veces colapsarlo con el pasado reciente y lejano le producen la confusión que sólo su estadía en su piso—o lo que él entiende que es su espacio—logra calmarlo. Poco a poco podrá transportar ese imaginario a su presente.

Anthony Hopkins—ganador del Oscar y BAFTA en 2021—es sencillamente extraordinario como Anthony. La profundidad de esta actuación no nos sorprende porque hemos quedados sorprendidxs con su capacidad de darnos personajes que nunca se borran de nuestras mentes: The Elephant Man (1980), Howards End (1992), Shadowlands y Remains of the Day (1993), Proof (2005), King Lear (2018), The Two Popes (2019). Florian Zeller, director/autor/coguionista, ha logrado darnos una historia real y dolorosa desde la perspectiva de la mente y visión de la persona cuya realidad es cambiante sin tener control sobre ella.

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