En Whitney: Obra de arte con Jan Susler al centro

Por Laura González

Especial para CLARIDAD

La primera escena de Oneiromancer, el filme de Beatriz Santiago Muñoz estrenado este año en la bienal del Whitney Museum, se sitúa en el despacho de Jan Susler, la abogada estadounidense quien por casi 40 años ha defendido a prisioneros políticos puertorriqueños, incluyendo a Oscar López Rivera. La primera voz que se escucha es la de Susler narrando los principios de su carrera, comenzando en el 1980 cuando asumió la representación de Luis Rosa y Carlos Alberto Torres. La cámara se enfoca en detalles de Susler trabajando: sus manos en el teclado, la parte de atrás de su cabeza mientras lee frente a su escritorio. Las voces de la artista y la abogada analizan las particularidades legales de la lucha anticolonial, usando como ejemplo las posiciones de Rosa y Torres con respecto a la Convención de Ginebra, los abusos emocionales y físicos dirigidos a las mujeres prisioneras, y la guerra de lenguaje y terminología con la cual el gobierno intenta omitir las realidades de la persecución política.

Se podría decir que Susler es el personaje principal, pero Santiago Muñoz prefiere describirla como “la persona con quien pensé la obra.” El filme de cerca de 30 minutos va mucho más allá de una sola persona o experiencia. Una de las escenas siguientes se sitúa en un almacén “que les pertenece a unas personas que fueron parte del movimiento,” según la narración de la artista. Ocupando un lugar entre naturaleza muerta y documentación arqueológica, la cámara captura lentamente el espacio lleno de cajas y muebles, pausando frente a textos como “Analysis of the Havana Conference in Solidarity with the Independence of Puerto Rico,” fotografías de manifestaciones, y viejos ejemplares de CLARIDAD amarilleados por los años.

Un oneiromancer es alguien que interpreta sueños para predecir el futuro. Como suele hacer en sus obras, Santiago Muñoz usa la imagen en movimiento para proponer lecturas alternativas, no solo de la realidad pos-colonial, sino también del potencial futuro de una población que toma las riendas de su propia historia y mitología.

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