Encontrado en las Redes: Carta abierta al diálogo sobre literatura puertorriqueña

 

Ricardo A. Vega*

Muy estimada Melanie,

Una nota para mantenerte informada. En el proceso de la segunda lectura con anotaciones de La revolución de las apetencias… llegué a la conclusión de que debía explorar tu libro previo, Palabras Encontradas…, dándome cuenta muy pronto de que fue la decisión correcta y que no podía pretender resolver la necesidad, con tan solo una mirada superficial. Así que me sumergí en ese proyecto y hace pocos minutos lo acabo de terminar.

Me alegra mucho, pues pasada la vergüenza de no conocer la totalidad de tu obra, las entrevistas que haces a los diferentes íconos que seleccionas para tu acrópolis personal, ponen una base sólida a las elaboraciones de tu segundo libro. Es evidente que eres una lectora voraz, y que te mantienes al tanto de lo que han escrito y escriben este amplio grupo de escritores que sin duda representan gran parte de la literatura puertorriqueña de las últimas décadas. Imagino que ya te habrás enfrentado a la crítica de los que pudiste haber dejado de mencionar, cosa que de antemano clarificas en tu primer libro al indicar lo personal de la selección. Además, ¿qué selección sería capaz de complacer a todos los lectores? y, cualquiera que intente incluir todo, tomaría un carácter enciclopédico que, si posible, no es absolutamente necesario.

Aun así, no puedo dejar de pensar en los que puedan faltar y lo asumo como responsabilidad de lector, hacer de mi parte en la discusión pública que pueda ampliar tu propuesta. A través de los años he leído bastante de lo que has leído, y según avanzaba, ibas pinchando mis lagunas, las cuales, también me han “desviado” un poco en el avance de tus libros. Por ejemplo, hace mucho que Llegaron los hippies , de Manuel Abreu, ha estado sonriéndome desde las tablillas de mi biblioteca y, por tu propuesta, no pude dejar de pausar y finalmente leerlo. Lo agradezco, además de darme un poco de pena por lo tardío de mi lectura, pues no puede ser lo mismo haberlo leído recién publicado, cuando su narrativa trajo un muy necesitado despertar hacia algo nuevo, que leerlo ahora, luego de haber experimentado lecturas como la de (Pedro) Cabiya, (Bruno) Soreno, (José) Liboy Erba y (Aravind) Adyanthaya. Este último por cierto, Lajas, también en la agenda vieja, lo leí finalmente motivado por tu texto.

He aquí entonces dos cosas que inmediatamente se pueden decir sobre lo que tu(s) texto(s) contribuyen al debate sobre nuestra literatura, esto es, la habilidad que tienes para impulsar al lector a ir y completar los espacios de lecturas personales que tú muy bien analizas en tu “canon”, además de aproximar los que se piensa puedan haber quedado fuera, con la misma rigurosidad que tú discutes los que incluyes. Por esto nada más, tu(s) libro(s) se hacen lectura obligada.

Regreso ahora a la segunda lectura con miras a concentrarme más en tu propuesta de interpretación sobre las generaciones literarias y sus interacciones, y el tema de la muerte como hilo que ata la escritura puertorriqueña de finales del siglo pasado y principios de este. No puedo prometerte la totalidad de mi tiempo, pues eres uno entre varios proyectos, pero si te aseguro que persistes como algo que aun no tengo razones para abandonar. No podría predecir qué forma tomará la madurez que pueda traer una segunda lectura concienzuda de tu texto, pero en lugar de esperar por ello y, tomando en consideración que has mencionado en varias ocasiones tu deseo de provocar una conversación, se me ocurre que este tipo de comunicados cortos y preliminares que te he ido compartiendo, podrían hacerse públicos en Facebook, y ver que se puede provocar con esto. Sé que otros ya han hecho algunos comentarios iniciales, como Luis Othoniel, Marta Aponte y Rafael Acevedo y sospecho, si estás de acuerdo, que si se etiquetan en el “post”, junto con otros, la necesidad innata del puertorriqueño de opinar tome las riendas, y se empiece, o continue, lo que sé te agradaría por demás.

Abrazos siempre y continuando con el proyecto,

Ricardo.

  • El autor es un escritor y maestro puertorriqueño. Con formación en ciencias naturales -Ricardo fue profesor de matemáticas- es un estudioso de la literatura nacional y ha publicado poesía, narración y ensayos en diferentes revistas y periódicos. Ha residido en México y por muchos años en Massachussets, EEUU. Actualmente vive en Filipinas, escribiendo, leyendo y amando a su familia.

 

 

 

 

 

Artículo anteriorVas a soñar conmigo
Artículo siguienteCada vez más fuerte la lucha contra LUMA